A las 24 semanas de gestación, Massiel Moreno medía ya 30 centímetros y un aborto fallido provocó su nacimiento hace ya 37 años, asfixiada y con parálisis cerebral. Hoy es periodista, una madre y esposa feliz y se ve a sí misma como "la voz de los que no tienen voz". Ha contado al canal Haciendo Iglesia que Dios siempre fue "su bandera y esperanza".
Asfixiada, 3 meses en incubadora y abandonada
"El diagnóstico era que no iba a sobrevivir", relata Massiel. Al nacer pesó 1,7 kilos. "Como el nacimiento había sido muy abrupto, en medio de la asfixia, no sabían las consecuencias que me provocaría", explica. Desde entonces, una diplejía espástica le genera un excesivo cansancio y falta de fuerza en el cuerpo.
Así es la ecografía en 3 dimensiones de un embrión de 24 semanas de gestación, como Massiel.
Pasó cerca de 3 meses en la incubadora y su madre le abandonó en el hospital. "Un asistente social se encargó de mi futuro y mis padres -Osvaldo Moreno y Álvara Pinto- llegaron a mi vida. Estaban buscando un hijo, y cuando se les presentó la oportunidad no dudaron en adoptarme pese al diagnóstico, que era bastante negativo", afirma.
Una niña presa de la rabia y la incomprensión
Massiel recuerda el día en que a los 9 años, su madre adoptiva le contó toda la verdad. "Era un 9 de abril. Mi mamá lloraba mucho, llevaba muchos días hablando en secreto con mi padre y la veía sufrir", menciona.
-"Mamá, si tienes algo que contarme, hazlo", le dijo.
-"Massiel, ¿qué pasaría si no hubieras nacido de mí?"
"Fue fuerte. Yo era pequeña y no entendía el hecho de que me hubieran abandonado o no quisieran que yo naciera", recuerda.
Tras conocer la historia, Massiel empezó a preguntarse por sus padres y a cuál de ellos se parecería. "Sentí rabia, y me desahogaba escribiendo a mi madre biológica".
"Soy esa hija que no pudiste tener", le escribió. "Ya tengo 9 años, voy al colegio. Me va bien, me gusta escribir, no me gustan las matemáticas y hago ejercicios todos los días. Me cuesta caminar, a veces quisiera bailar y no puedo, y no tengo buena voz para cantar. Tengo amigas en el colegio. Creo en Dios y a veces pienso en ti y me imagino que sufres por mi ausencia".
Estudiante, periodista y madre feliz
Pese a las dificultades que conlleva la parálisis en su día a día, Massiel fue al colegio y a la universidad. Se graduó en periodismo en 2012.
Cuenta que siempre vivió "con la rabia de la impunidad", sabiendo que "esa gente [sus padres biológicos] eran los culpables" de su dolor y dificultades.
Sin embargo, la rabia se disipó cuando una nueva familia llegó a su vida.
Massiel, el día de su boda con Gonzalo, con quien tuvo dos hijos.
"Hace unos años conocí al amor de mi vida. Nos enamoramos y dos años después nos casamos", mencionó ante la Comisión de Salud del Senado en Chile.
"A mi marido nunca le importó mi discapacidad. Queríamos formar una familia, me quedé embarazada y disfruté mucho de mi embarazo", recuerda, pese a que todos los médicos le decían que era "una irresponsabilidad" debido a su estado de salud.
"Cuando nació Trinidad, no la pude abrazar, pero la pusieron sobre mi cuello y fue el primer contacto que tuve con mi bebé. Yo, que fui abortada y nací viva, estaba trayendo al mundo otra vida", afirma. Poco después, un segundo hijo llegó a su vida, Josué.
Massiel y Gonzalo con sus dos hijos, Trinidad y Josué.
"Dios me devolvió la esperanza"
A día de hoy, Massiel se ve a sí misma "como el testimonio vivo de un aborto", que le ha generado importantes dificultades en su día a día.
"No es solo el hecho del aborto, sino también una vida discapacidad. Tengo una parálisis cerebral que no me deja caminar y problemas de psicomotricidad fina", enumera.
Cuenta que nunca se ha quejado de ello, pero vive condicionada por las limitaciones a la hora de trabajar o criar a los niños. "La primera vez que fui madre sufrí mucho, porque me sentía inútil", relata.
Sin embargo, explica que en una vida marcada por el abandono, el dolor y la dificultad, la fe siempre ha sido esperanza. "El día que conocí a Dios, se lo llevó todo. Me devolvió la esperanza. Esa esperanza que me ha dado el Señor es mi fuerza", afirma.
Voz de los que no pueden hablar
Armada con la fe, el amor de sus padres adoptivos y su propia familia, Massiel ha convertido la defensa de la vida en su misión.
Una labor que le ha llevado a poner su historia sobre la mesa de los parlamentos de Argentina y Chile para "ser la voz de los que no pueden hablar" y defender una vida que comienza "en la concepción", "desde que Dios deposita el aliento de vida en nosotros".
"Nadie habla de los derechos del que está por nacer porque no se puede defender. La lucha tiene que ver con eso, con ser esa voz, con llamar a la conciencia de las mujeres y decirles que no es su cuerpo, sino otro distinto. No es su derecho a elegir, es la vida de otra persona", afirmó en el parlamento argentino.
"Soy una mamá feliz, pero lo sería más si alguien hubiese defendido mis derechos , si alguien en el parlamento chileno hubiese levantado la voz, si una ley como la que nosotros aprobamos se hubiese detenido", expuso ante los diputados.
"Se habla del aborto seguro y de la libertad de la mujer pero, ¿quién defendió mis derechos? ¿Quién alzó la voz por mí y defendió la vida feliz que pude haber tenido?", preguntó.
En el mismo parlamento se dirigió a las madres que se plantean abortar buscando evitar que queden marcadas "de por vida, porque no hay ley que supere o merme la condena propia y la culpa".
"Esperad hasta el fin del embarazo, y si no nace el instinto y el amor, entregarlo en adopción. Vine aquí para crear conciencia, porque soy el testimonio vivo de un aborto y vivo el día a día con la palabra aborto en mi frente", aconseja.
"El hecho de hablar de mi habla un poco de Dios", concluye Massiel, "porque hasta un ateo ve a Dios en mí. Todo lo que he logrado y hecho contra todo pronóstico es por Su mano, gracias a Él, y nada es mayor que Dios. Esa es mi bandera".
Puedes conocer la historia completa de Massiel Moreno en el canal "Haciendo Iglesia".