Christopher Booty, de 28 años, y su esposa Kristin, de 27, se bautizaron esta Pascua en su parroquia de Florida. Hasta hace un par de años, se consideraban conversos al Islam, al que llegaron cada uno por su cuenta, uno en Estados Unidos, la otra en Canadá, buscando sentido, orden y comunidad. Pero al tener hijos y complicarse en la vida cotidiana las reglas islámicas del día a día se plantearon ¿cómo cumplir con Dios? ¿Cómo lograr el perdón de Dios? Más en concreto: ¿cómo saber lo que Dios pide? Eso acabó llevándoles a la fe católica.
Es un viaje muy infrecuente para dos norteamericanos: del agnosticismo al Islam, y de allí al catolicismo. Pero es la búsqueda de guía moral y de comunidad ética la que los acabó llevando a la investigación histórica acerca del Evangelio.
Kristin, de un hogar agnóstico al Islam
Kristin explica al The Florida Catholic que nació en una familia agnóstica en un pueblecito en las montañas canadienses. Le enseñaron, básicamente, que es imposible saber si existe Dios o vida tras la muerte. Pero ella quería una guía firme, sólida. Y comunidad.
En la universidad de British Columbia tanteó varios grupos. "Probé con una comunidad atea. Y el budismo. Encontré la comunidad musulmana del campus". Ahí se quedó y se hizo musulmana. Para ello basta con pronunciar ante testigos tres veces la shahada, la frase de entrada en el Islam: "No hay más Dios que Alá y Mahoma es su profeta".
Christopher: familia sin fe, pero abuelo católico
Christopher tuvo abuelos católicos devotos. "Siempre tuve cierta simpatía por el catolicismo. Recuerdo ir a misa de navidad de niño con mis abuelos", explica. De hecho, un bisabuelo suyo participó como supervisor en la construcción de la Basílica de la Inmaculada Concepción en Washington.
Sin embargo, su padre no era religioso y no le transmitió ninguna fe. Tampoco su madre, que era de origen metodista. Lo criaron en Pembroke Pines, una ciudad de casi 200.000 habitantes en Florida.
"Crecí sin religión, sin una comunidad de gente y quería ser parte de algo", explica. "Hice un semestre de universidad y lo dejé. Me puse a trabajar en empleos que no llevaban a nada. Me faltaba visión, un propósito. Buscaba a alguien que me dijera cómo llevar una vida moral. Y en 2012 me hice musulmán".
Novios por Internet
Christopher y Kristin, hijos de esta época, separados por miles de kilómetros, se conocieron por Facebook. Hablaban mucho, y después pasaron a Skype, donde podían verse las caras. En 2013 organizaron una cita presencial, para verse en persona en terreno "casi neutral", cerca de la frontera entre EEUU y Canadá. Fue amor a primera vista y sintieron que encajaban. ¡Dos conversos al Islam de casi la misma edad e itinerario!
Meses después se casaron y Kristin se mudó a vivir con su marido a Florida, y se incorporó a su comunidad musulmana.
Fueron tiempos difíciles. Por un lado, ella venía de un pueblecito de montaña y ahora vivía en una ciudad grande y ajetreada. Por otro, él sólo tenía pequeños empleos de sueldo bajo. Quería mejorar su educación, pero mientras tanto vivían en la casa de los padres de él. Y tenían un bebé y esperaban otro.
¿Dios de normas o Dios de amor y perdón?
Espiritualmente, cumplir con las exigencias cotidianas del Islam era difícil. Las cinco oraciones al día, los tabúes respecto a la comida y la bebida, el vestir femenino... Era difícil también socializar y hacer amistades adecuadas.
Ambos habían deseado una vida moral y ordenada, pero ahora se sentían atrapados en aspectos rituales. Y, si no cumplían, si pecaban... ¿cómo lograr el perdón de Dios? No había nada parecido al sacramento de la confesión.
Kristin explica: "Empiezas a sentirte desesperado. No hay una forma de arrepentirse. Yo decía: 'por favor, perdóname, no me envíes al infierno'".
Christopher se hizo preguntas sobre Dios y empezó a leer sobre Mahoma. "Muchas cosas de las cosas que leí no son las que se dicen hoy", explica. Quiso profundizar en la historia e investigó las raíces del cristianismo. Encontró a Jesús, con sus obras de sanación, de amor, compasión y piedad.
"Aunque sucedió hace dos mil años, los documentos históricos están ahí. Ves que algo pasó. Hablan de Cristo", señala.
Se hizo una pregunta sobre el Islam: ¿de verdad eso era lo que quería transmitir después a sus hijos?
A la parroquia, porque su web era acogedora
Kristin -embarazada de 5 meses- y Christopher buscaron por Internet y encontraron una parroquia cercana con una web muy acogedora, que invitaba. Acudieron, les gustó, se sintieron bien recibidos. "La gente nos hablaba", explica Christopher. Perseveraron en acudir a la parroquia y sus actividades. En septiembre empezaron su curso de iniciación cristiana para adultos.
"Me siento mucho más en paz con Dios. Si miras la historia y el Antiguo Testamento, ves que no nos merecemos [el amor y perdón de Dios]. No hicimos las cosas que se supone que nos darían la salvación. Es Él quien sigue dándonos oportunidades", explica Christopher.
Recientemente, ya en la recta final de preparación para el bautismo, visitó la Basílica de la Inmaculada Concepción de Washington y vio allí el nombre de su abuelo y de otros católicos devotos que colaboraron en esta obra. "Fuimos a misa allí, fue un gran momento para mí. Me qudé allí de pie llorando", explica.
"Vivimos en una cultura muy peligrosa. Kristin y yo crecimos sin guía, sin identidad ni fe. Las cosas han mejorado mucho desde que llegamos a la parroquia. La forma en que nos miramos, a nuestra vida personal. Tenemos un futuro más brillante, tenemos esperanza", concluye.