Patricia Varela, de Madrid, emociona a quien escucha su testimonio, que en unos pocos días son ya más de 75.000 personas en el YouTube de MaterMundi TV. Patricia tenía dos hijos y vivía feliz con su marido. Pero a él le detectaron un tumor cerebral y llegaron dos años especiales, de enfermedad, de lucha, de despedida bien preparada, pero también de "mucho amor y muchísima felicidad".
Una pareja de españoles se enamora en Ginebra
Patricia y David se conocieron en Ginebra. Un amigo los presentó. “Resultó que cuando llegué a esa casa, la persona que daba esa fiesta se convirtió en mi marido”, explica. Tardaron unos meses en empezar a salir pero después todo fue fácil. Empezaron un noviazgo que fue corto: al año le pidió matrimonio.
Disfrutaron de la juventud, de los viajes. “Nos creíamos con la vida por delante, con dos buenos trabajos, podíamos viajar, y lo pasábamos muy bien”. Aunque ambos se habían educado en la fe, la dejaron bastante de lado en esos años.
Después nacieron sus dos mellizos. “Éramos felices, recuerdo un día paseando por el lago de Ginebra que pensé que ya había llegado a la felicidad máxima, ya no le podía pedir más a la vida. Eramos unos afortunados”, recuerda.
Llega la enfermedad... y el consuelo de un sacerdote
Entonces, el día del cumpleaños de David, él dijo que "no podía hablar y no podía leer”. "Me dijo el neurólogo, creemos que es un tumor". Y así cambió todo.
La clave del cambio espiritual estuvo en una conversación de 3 horas de Patricia con su amigo Pablo, sacerdote. “Estuve tres horas llorando con mi amigo sacerdote, Pablo". Él le dijo una frase que en ese momento no entendió pero que se quedó en su corazón y la orientó en sus siguientes meses y en el resto de su vida: "En la cruz conocerás el mayor amor y la mayor felicidad".
Esos dos años de enfermedad fueron "mis dos años más felices, en la Cruz más grande y dura de llevar, pero con el mayor amor, que me hizo conocer la felicidad".
El consejo y la escucha del sacerdote lograron cambiar la actitud del joven matrimonio. "Logró que nos quitáramos nuestras corazas. Esa cruz era imposible llevarla fingiendo que todo iba bien, escondiéndonos el uno al otro nuestros miedos, incertidumbres, enfados. Nos lo dijimos todo cara a cara. Fue como una declaración de amor, más bonita que cuando nos casamos. Recordé lo que dijimos de 'en la salud y en la enfermedad'".
Paz y felicidad contagiando a todos alrededor
A David le inquietaba cómo cuidar de sus hijos desde el Cielo. El sacerdote le explicó que desde el Cielo sería padre 24 horas al día, 7 días a la semana, con más atención y cercanía que un padre en la tierra.
La gente visitaba la casa del matrimonio y se iba asombrada: "en esta casa se respira paz y felicidad".
Patricia dice que la experiencia de ese amor y de abrazar la Cruz la mejoró: "a día de hoy soy otra persona, completamente".
Cercanía con la Virgen
David empezó una etapa de oración diaria, a veces dos horas seguidas en su habitación, con una imagen de la Virgen que le habían traído de Lourdes.
- Oye, rezas mucho, enséñame a rezar como tú - le decía Patricia.
- En realidad, lo que hago es hablar mucho con la Virgen, tenemos conversaciones -decía él.
- ¿Tenéis conversaciones?
- Sí, Ella está ahí y me está apoyando un montón -decía él "con una serenidad y convencimiento que te podía asombrar, pero era completamente real".
Mucha gente en su entorno decía que había vuelto a rezar y había vuelto a ir a misa a raíz de la enfermedad y oración de David. Ellos aún vivían en Ginebra, pero familiares y amigos les escribían desde Madrid y Valencia explicando como cambiaba su vida de fe.
- Tenemos que hablar, un día ya no estaré aquí - dijo David a Patricia.
- ¿Qué dices? Hay milagros, la ciencia avanza...
Pero hablaron, lloraron, rezaron juntos... Fue, dice, como si Patricia viviera el duelo ya estando vivo él y acompañado con él. "Él ya estaba más cerca del Cielo, estaba iluminado por el Espíritu Santo, nos preparó a todos, amigos y familia, habló con todos y nos dejó una paz muy grande". Lo más asombroso es que incluso cuando perdió el habla casi por completo seguían esas conversaciones fluidas y cercanas.
Las enfermeras decían: "nunca vimos algo igual"
Los últimos 10 días de hospital "estuvieron llenos de paz, una unión muy, muy fuerte con sus hermanos, con su madre, contando historias, riendo...
Las enfermeras decían 'nunca hemos visto nada igual, en esta habitación se respira algo distinto'".
En sus últimos momentos dijo: "la Virgen me dice que ya me voy". Los dos se abrazaron. "Pero no te preocupes que siempre te daré la mano", dijo él. Murió el 13 de mayo, día del Centenario de la Virgen de Fátima. "Sentí un dolor muy fuerte pero muy sereno, y muchísima paz", explica Patricia.
La felicidad en el día a día, las pequeñas cosas
"Los humanos siempre queremos planificar, planear a seis meses, qué haremos en verano... yo también vivía así. Pero en esos dos años aprendí a vivir el presente, el día a día, aprender a valorarlo. Los planes son los planes de Dios y hay que confiar", constata Patricia.
También aprendió que "la felicidad está en las pequeñas cosas, en poder salir a dar un paseo a la calle o tomar un café en la terraza si David estaba bien".
Aunque David ya no está físicamente, dice Patricia, "él está de otra manera, con su amor, y ese amor no ha cambiado; es verdad que el amor es más fuerte que la muerte".
"Estoy muy agradecida, soy una afortunada, aunque haya personas que se asombren si lo digo", concluye sonriendo siempre. "A mis hijos les digo que hay que vivir mirando al Cielo, que aquí estamos de paso, que lo importante viene después".
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