El recurso innato del hombre a Dios, la búsqueda del sentido de la propia vida o la poderosa capacidad de la Iglesia para generar vínculos sólidos y comunidad son inquietudes que muchos se plantean. Y a no pocos les llevan a la fe. Son tres de las "muchas cosas maravillosas" que han llevado a Heather Harrison a abrazar la plena fe en la archidiócesis de Edmonton, en Canadá.
Nacida de madre luterana y padre protestante, esta profesora del colegio católico San Agustín en Ponoka cuenta al portal de su diócesis que la fe formó parte de su vida desde la infancia, aunque conforme crecía "quería que esta tuviera un mayor significado" en su día a día.
Sus últimos cuatro años como profesora han sido en buena medida el detonante de su conversión. Una "experiencia poderosa" fue participar en uno de los llamados "rosarios vivientes" organizados en su colegio, donde cada niño representaba una cuenta, de modo que la oración "no era solo simbólica sino también tangible" y supuso "una experiencia edificante de comunidad, en la que todos rezaban juntos".
La del rosario viviente es solo una parte de una educación que llevó a sus alumnos a poner en práctica "valores morales realmente bellos" y que sembraron en ella el deseo de "ser un buen modelo a seguir" para sus alumnos. Conforme crecía el deseo de profesar una fe firme, quedaba intrigada al conocer a muchos católicos "fuertes en su fe" y la comunidad que se generaba en el seno de la Iglesia.
Harrison, con sus alumnos, clave en el proceso de conversión.
Recurriendo a Dios ante la enfermedad
Cuenta que su viaje a la Iglesia se debió a "una mezcla de cosas". El grave diagnóstico de un tumor cerebral a su madre tuvo mucho que ver.
"Me encontré recurriendo a Dios en esa lucha y me sentí reconfortada al saber que no estaba pasando esa experiencia sola por aquella experiencia. Realmente necesitaba a alguien y tenía a Jesús", explica.
La enfermedad también cambió a su propia madre en lo relativo a la fe, pues aunque fue criada en un firme luteranismo, "se desvió". Pero con el diagnóstico sintió que debía "regresar a Jesús" y asumir la importancia de la fe en su vida. "Tengo mucho miedo y no sé qué hacer", le dijo a Heather por entonces. "También yo tengo mucho miedo", le respondía a su madre. Para Heather, "era hora de comenzar el viaje" de su conversión al catolicismo.
El viaje al hospital fue importante. "Mi padre conducía y yo estaba sentada con mi madre. Recé el Ave María unas 30 o 40 veces. No sabía qué más podía hacer. Me sentí aliviada y tuve la sensación de que mi madre estaría bien", confiesa ella. Lo cierto es que desde ese momento y hasta que después de la cirugía, tuvo la profunda convicción de que su madre estaba en buenas manos: "Sabía que iba a estar bien. Creí en el milagro".
Lo cierto es que mejoró tras la operación y ahora "está muy bien". "El énfasis puesto en María es asombroso, no se oye hablar de ello en otras denominaciones y realmente me encanta", cuenta.
Influida por sus alumnos: "Quería ser buen ejemplo"
El "viaje espiritual" de Heather cambió cada aspecto de su vida. Recuerda que en plena clase, otro profesor la llamó durante unos segundos y sus alumnos pasaban de estar en silencio y orden a estar "por todas partes".
"Entonces les pregunté a los niños que incluso aunque no estuviese en el aula, a quién deben rendir cuentas. Y uno respondió: `A Dios, porque quiero seguir el camino de Jesús y quiero ser una buena persona, incluso cuando nadie me esté mirando´".
Harrison, durante su bautismo, con sus padrinos.
La profesora quedó realmente marcada por que un niño diese una respuesta así con tan solo 8 años y le llevó a pensar en potenciar la educación gracias a su fe, desde el ejemplo.
La importancia de la comunidad
También le asaltaban no pocas dudas y dificultades sobre su conversión, como si era digna de ello, si era realmente el viaje que debía llevar a cabo o sentir que "no estaba destinada a ser católica" por no haber nacido como tal. Aunque recibió apoyo, sus más cercanos eran quienes le hacían las preguntas más difíciles de responder. "Tenía que defender y explicar que tenía que hacer esto por mí mismo. Necesitaba hacer esto para mis alumnos", comenta.
Pero también llegaban otros signos que la animaban a seguir su viaje. Por ejemplo, durante el Rito de Iniciación Cristiana para Adultos (RICA), le marcó la entrega de Murray y Rhonda, sus padrinos. En la comunidad católica "mucha gente está dispuesta a ser generosa con su tiempo y eso no sucede en otros sitios", celebra.
Su sentimiento de pertenencia a aquella poderosa comunidad católica se acrecentaba por momentos. Incluso aún sin ser formalmente miembro de la Iglesia, acudía con frecuencia a misa a recibir la bendición, aún sin poder experimentar la plenitud de la misa", recuerda.
Un esperado momento
Aquel deseo se materializó poco después, en la vigilia pascual del pasado 30 de marzo.
"Cuando recibí mi primera comunión, recuerdo caminar hasta allí y sentir felicidad. He estado aprendiendo sobre esto tanto tiempo, he estado estudiándolo tan intensamente durante cinco o seis meses... ¡Y este es el momento que estaba esperando!"; pensó entonces.
La comunión, uno de los momentos más esperados y felices por Heather Harrison.
Antes de concluir, recuerda el momento en que el arzobispo Richard W. Smith dijo que "todos son llamados a la fe" y que "hay un lugar para todos" en la Iglesia.
"Eso me llamó realmente la atención, al igual que a mi madre. Las amistades que me rodean han marcado la diferencia. Estoy realmente emocionada de estar en este lugar. ¡Me siento muy bien!", celebra.