Araceli Revuelta, misionera dominica del Rosario, ha fallecido a los 99 años en Bolivia, país en el que se puso al servicio de los pobres durante más de media vida. Antes, esta religiosa española estuvo destinada también en Chile y Perú.
En su fecunda vida misionera, Araceli Revuelta atendió espiritualmente y también físicamente como enfermera a personas moribundas, recorrió miles de kilómetros y también ayudó a nacer a 1.000 niños de familias pobres. Nunca perdió ni a un bebé ni a una madre en los partos.
Obras Misionales Pontificias recuerda una anécdota que esta religiosa solía contar pero que explica muy gráficamente lo que es la providencia, especialmente cuando se deja todo en manos de Dios en las misiones.
La petición a San José
Se trata de una petición que Araceli hizo a un paciente moribundo. Le pidió que cuando llegara al cielo le dijera a San José que le mandara aspirinas porque no tenía ni una para los enfermos que atendía. Este moribundo le dijo que así lo haría.
Una mañana la hija de aquel enfermo le comunicó el fallecimiento de su padre. A las pocas horas llegó un camión enviado por unos sacerdotes norteamericanos. Según le contaron al limpiar un almacén habían encontrado una caja con 60.000 aspirinas. En las cajas estaba escrito en inglés “Laboratorio San José”, y en cada aspirina se podía leer “San José”, “San José”, “San José”. “Increíble”, decía ella.
Arecelí nació en la localidad asturiana de Pravia en 1921 en una familia de cinco hermanos. Su padre fue asesinado en la Guerra Civil española por ser católico. Ya en 1951 ingresó en la Congregación de las Misioneras Dominicas del Rosario.
Estudió educación infantil y enfermería. Fue en 1955 cuando partió a Perú, y más tarde al norte de Chile. En 1958 se trasladó a Lima (Perú), para preparar sus votos perpetuos. Desde allí partiría a Bolivia.
Su importante labor en Bolivia
En Sorata permaneció 25 años principalmente en el área rural, donde fundó un consultorio para la atención de las familias de la Cooperativa de Ahorro, Crédito y Salud. En Sorata trabajó como Jefa de Enfermeras y logró formar un dispensario. Éste consultorio y farmacia, posteriormente serían la piedra fundamental para la construcción del Hospital de Segundo Nivel de Sorata “Túpac Katari”.
Su siguiente destino sería Palca-La Paz. En la época del cólera se trasladó a la frontera con el Perú, para volver al Servicio Departamental de Salud de La Paz. El 2003, el padre Ignacio Harding, le pidió que se hiciera cargo del Centro de Salud de San Antonio de Padua, que tienen los Franciscanos detrás de la Iglesia de San Francisco en la ciudad de La Paz.