Antes de ser sacerdote, el padre Quan Tran fue fiscal del distrito en California durante 10 años. La vida parecía señalarle como un triunfador, con respeto y dinero. Sus parientes lo admiraban. En esa época, él no estaba interesado en la fe y no acudía mucho a misa.
Sus bisabuelos se habían hecho católicos en 1910 en Vietnam del Norte después de rezar a San José pidiendo una sanación y de tener los dos el mismo sueño, en el que “un hombre” recolocaba los órganos internos de su bisabuela. Al día siguiente, ella estaba curada. Agradecidos, se hicieron católicos, aunque en su vida cotidiana no serían especialmente devotos.
Éxito profesional en Estados Unidos
La familia emigró al empezar la guerra de Vietnam hasta instalarse en Denver, Colorado. Allí se educó Quan Tran de niño. Iban a misa los domingos y, si la abuela insistía, rezaban algo el rosario, pero no era una familia muy religiosa.
Su padre era emprendedor, empresario de éxito, y quería eso para sus hijos. El niño se hizo hombre, dejó la fe bastante de lado y triunfó en los estudios. Llegó a ser un exitoso fiscal para orgullo de su padre. “Pero llegó un punto en mi vida en que no me sentía completo, me parecía que algo faltaba”. Tenía buena casa, coche, respeto, perros, una novia… Pero no se sentía lleno.
Novias católicas con misa y rosario
Empezó a ir a misa dominical de nuevo por acompañar a una chica con la que salía, que “era muy buena católica”. Después empezó a salir con otra chica, también buena católica, que le introdujo de nuevo en el rezo del rosario, algo que no hacía desde adolescente. Y también le introdujo en la misa diaria y en la adoración eucarística.
Él se animó a ir a misa diaria tras el trabajo, volvió a confesarse con regularidad, a rezar el Rosario. Se sentía bien así.
Y pensó “yo no quiero otro trabajo por dinero”. Consultó a Dios en oración. Su novia le dijo: “¿Y si te haces diácono?” Otras personas le dijeron: “¿Y si te haces sacerdote?”
Él tenía 36 años y no quería dedicarse a estudiar ni quería ser célibe. Nadie le había propuesto el sacerdocio y ahora mucha gente se lo proponía. Pensó en ello pero el celibato le echaba para atrás. Un día, rezando, Dios tocó su corazón. Sintió: “si he de servir a Dios, ha de ser todo o nada, por completo”. El celibato le pareció a la vez algo que le asustaba pero también le atraía. Su novia entendió que Dios llamaba a Quan Tran de forma sobrenatural y apoyó su vocación sacerdotal.
María, llamando al sacerdocio
Durante este discernimiento, por primera vez en su vida, “sentí a María muy cerca de mí, me sentí atraído por ella. Me encantaba mirar sus imágenes. En esta época me sentía más cerca de María que de Jesús”.
En 2005 hizo un retiro de Cursillos de Cristiandad que le ayudó mucho, “una experiencia poderosa, ese amor, ese gozo, el esfuerzo de la gente que servía, nunca antes viví algo así”. Y resonaba la frase de María: “hágase en mí según tu voluntad”. Todo eso le confirmó en su vocación sacerdotal.
Fue ordenado en la diócesis de Orange, California, en junio de 2011. Después estudió teología en Roma y se especializó en ecumenismo y diálogo interreligioso.
María, modelo para el cristiano
Recientemente, Quan Tran ha escrito un libro sobre María como modelo para el cristiano, “The Imitation of Mary: Keys to Growth in Virtue and Grace” (Sophia Institute Press). El secreto de la santidad, dice, es tomar en serio las palabras de la Virgen María en las bodas de Caná: “Haced lo que Él os diga”.
“Muchos santos hablan de adecuar nuestra voluntad a la de Dios. María lo hizo a la perfección. Jesús lo hizo a la perfección. Muchos de los santos lo hicieron a la perfección. Y sí, es difícil para nosotros hacerlo”, admite.
Ayuda entender que el amor es, como decía Santo Tomás de Aquino, “desear el bien del otro”. Más aún, “el amor verdadero es desear el mayor bien para el otro, que es su salvación eterna”, añade. Ese amor implica:
– sacrificar nuestro tiempo y esfuerzo por el bien del otro
– el olvido de uno mismo, dejar de estar centrados en nosotros mismos
– la aceptación de lo que viene con ese estilo de vida
Amar como María, con servicio
María da ejemplo porque “vivió en nuestro mundo, era un ser humano como nosotros. Tenía que soportar molestias, desencantos, retos, sufrimientos. No era inmune a eso. De hecho, probablemente sufrió más que cualquiera de nosotros. Tenía una voluntad completamente libre pero eligió responder con amor y sacrificio. Ella es nuestro modelo perfecto. Jesús es Dios y hombre, y Él es por supuesto el más perfecto, pero María es la más cercana a Él. En cierto sentido, algunos de nosotros pueden sentirse más capaces de relacionarse con ella. A mí me sucedía eso durante mi conversión“.
“María puede ayudarnos porque nos intimida menos, a la hora de imitarla”, opina.
Hay gente atascada en la adicción a los móviles y las pantallas, o en la lujuria y la pornografía, o en otros pecados. Con una voluntad libre y firme, ayudándose de la Virgen, pueden salir de esas esclavitudes, afirma.
Anima a “responder a la Gracia de Dios imitando a María, para tener una vida plena. Jesús nos dio a María como un puente hacia Él, para acercarnos a Él y recibir toda la ayuda que necesitemos. Ella es una ayuda poderosa. ¿Por qué no recurrir a ella? Dios nos la dio como madre y como modelo”, exhorta.
En el vídeo, en inglés, su historia de conversión y vocación (30m.)
(Publicado originariamente en el portal de noticias marianas www.carifilii.es)
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