En un mundo en el que parece que los limites que dan sentido a las cosas se desdibujan, en el que no se puede hablar de hombre o mujer, en el que el feísmo y lo feo es "el nuevo canon de belleza" o en el que hay quien busca diluir la fe, hablar de la verdad, de la bondad o de que las cosas son lo que son es casi heroico. Especialmente si se hace desde el arte para evangelizar y transmitir la cercanía de Dios, la Virgen o los ángeles. Los artistas que aún creen que es posible hacerlo son una rara avis, pero que no solo se resignan a desaparecer, sino que muestran que triunfar es posible. Y tienen cara, nombre y apellidos.
Uno de ellos es Nacho Valdés. Nacido en Cádiz en 1970, sus obras de arte sacro -las que tienen el culto como fin- y realista adornan iglesias de los cinco continentes y "gracias a Dios" no para de trabajar compatibilizando su estudio de pintura en Sevilla con la docencia como profesor en la Sacred Art School de Florencia.
Entrevistado por Religión en Libertad, Valdés no se define con tópicos ni con convencionalismos. No le gusta "separar la pintura y la pintura sacra", la considera "una necesidad" y, sobre todo, tiene un objetivo definido, "ayudar a la gente a acercarse a Dios y formar a muchos otros pintores con el mismo deseo". Evangelizar a través del arte, dice, "siempre ha sido posible, y ahora también".
Valdés, realizando una imagen de la coronación de la Virgen María.
Transmitiendo la gracia con lienzos y pinturas
Por ello, en no pocas ocasiones Valdés admite que se ruboriza cuando es consciente de que la fe de quienes ven sus obras se vigoriza y fortalece: "Me da un poco de vergüenza cuando me llega algún mail o mensaje, no sé qué decirles, les agradezco las palabras. Yo sé que los dones que tenemos los artistas son regalados, y además, también sé que el Señor usa las imágenes para dar su gracia y eso no es mérito del artista".
Como en muchos artistas, su dedicación no nace solo de un simple dominio de la técnica o de una trayectoria familiar. En su caso, fue una decisión puramente vocacional que al principio también estuvo marcada por el "miedo a cómo vivir" de esta profesión.
Valdés, con Amber, una de sus alumnas, ante un cuadro del Padre Pío.
Puedes ver toda la pintura sacra de Ignacio Valdés en este enlace.
"Empecé estudiando arquitectura, hasta que me di cuenta que en la vida hay que intentar hacer lo que a uno le gusta", explica. En un primer momento, el papel de la fe en su vocación se limitó al aspecto del "Dios proveerá, yo me lanzo Señor y tú te encargas". Pero conforme pasaron los años, se fue convirtiendo en algo "decisivo". Especialmente a la hora de comenzar en el arte sacro y buscar crear un "arte de calidad técnica que tenga la finalidad de servir a la Iglesia".
Dios y los santos, "a nuestro lado": cercanía, devoción y fe
Su obra se encuentra expuesta en capillas e iglesias de todo el mundo. Hay quien podría pensar que se debe exclusivamente a la técnica, a la fe o a su propio estilo. Lo cierto es que Valdés responde a una demanda que existe entre los fieles y que él pretende contestar: la "cercanía".
"El drama de muchos cristianos se resume en que, en lo profundo de sus almas piensan que Dios te ha creado y te ha dejado en la tierra sin importarle lo que hagas. Es la peor distorsión de quién es Dios, porque él, su Madre, San José, ángeles y santos están siempre a nuestro lado. Por eso intento hacer imágenes cercanas, que se las pueda tratar, que sirvan para rezar", explica.
Realismo, devoción, cercanía y fe se conjugan en todos los elementos de sus obras, como es el caso de los modelos que representan a José o a María.
Precisamente por la escuela en la que se inscribe su obra, destaca que "la realidad es la fuente", seguida de una mayor o menor idealización de los modelos.
"A mí me gusta no hacerlos demasiado idealizados, porque estaría en contradicción con la cercanía. Cuando se idealizan demasiado, con la intención de destacar lo sobrenatural, pienso que se alejan de nosotros en un espacio celeste. Tampoco me parece bien un hiperrealismo que cayera en lo banal", agrega.
El objetivo de Nacho Valdés con su obra y educación, "ayudar a la gente a acercarse a Dios y formar a muchos otros pintores con el mismo deseo".
El artista, "reflejo de la belleza de Dios en la tierra"
Algo especialmente bonito de su labor es que, aunque no quiere que sus personajes den la impresión de alejarse en ese "espacio celeste", Valdés es consciente de que los modelos que dan cara a los personajes sacros también pueden llegar al Cielo. Por eso les dice muchas veces que "cuando lleguen a su presencia -de María, José o los santos- les tendrán en cuenta este servicio, porque gracias a ellos, muchas personas han rezado".
Si el realismo es para Valdés la forma de expresar la Verdad al mundo, la fe y el arte sacro también son un medio de representar la Belleza.
"Las mayores obras de arte aquí en la Tierra son un leve reflejo de la Belleza de Dios en el cielo. Si alguno puede tener una dificultad para percibir el `misterio´ en una imagen realista, por el hecho de ser realista, igual le cuesta reconocer al mismo Dios que se hace hombre, que nace en un pesebre, que llora o se cansa, tiene hambre… o a ver a Cristo en el prójimo", observa.
El dilema entre el arte realista, una corriente con siglos de historia, o el generalmente conocido como "contemporáneo", marcado por la abstracción, tiene más importancia de la que parece para Valdés.
El taller y el pincel, campo y armas de una batalla espiritual
Hablando del arte en general, encuentra tres corrientes. Una "oficial", que "no tiene nada que ver con el arte", cuyas obras se valoran "no por los parámetros clásicos estéticos, sino por los grupos que controlan el mercado" y que siguiendo la máxima de Duchamp de que el arte es lo que el artista decide, se desvincula por completo de la calidad, la técnica y la belleza. También está "el arte de los accesorios", esencialmente decorativo en base a cinturones, zapatos o joyas y siempre "sujeto a la moda del momento" sin mayor pretensión. Y por último, el "arte de siempre", marcado por la "belleza, la conexión espiritual y la capacidad de comunicar sentimientos".
Estas tres visiones, sobre todo la primera y la tercera, libran actualmente una encarnizada batalla que tiene mucho de trascendente y espiritual. Valdés, ligado a la "tradición artística occidental" pero no necesariamente "en contra de la abstracción", es consciente de que hoy "la realidad y la verdad" no están de moda y que el realismo "se ha abandonado en la casi totalidad de escuelas de Bellas Artes del mundo".
Una de las obras de Nacho Valdés, "El Niño perdido y encontrado en el templo", expuesta en Inglaterra.
El problema, dice, es cuando esta pugna penetra en el propio arte sacro, de modo que incluso en las propias iglesias se aspire a "cancelar la imagen" en aras de un arte "más conceptual o abstracto".
"Estamos en un nuevo movimiento iconoclasta, y no lo digo yo, lo dice Benedicto XVI en su libro Introducción a la Liturgia. Detrás de una conversión o un cambio de vida, siempre hay una imagen. Por eso hay un interés en cancelar la imagen. Lo que suele ocurrir ahora es que se hace una iglesia nueva, el arquitecto pone énfasis en `los espacios´ y luego llega el pueblo fiel estrenando parroquia, y como necesita las imágenes, se colocan sin mucha armonía, pero al menos las tienen", explica.
¿Batalla cultural... o propuestas? Verdad, Bien y Belleza
Precisamente por ello, Valdés considera importante recuperar el sentido y misión del artista -también el sacro- que, "aunque no lo sepa, es un reflejo de cómo actúa Dios en la creación". Y para ello, "no basta con dominar la técnica".
"Un artista que se dedique a esto debe conocer las verdades de nuestra fe, conocer las Escrituras, la Historia del Arte, simbolismo cristiano, las normas litúrgicas", explica en referencia a la labor que lleva a cabo en sus encargos o en la Sacred Art School formando a artistas de todo el mundo.
¿Forma parte la labor de Valdés y la Sacred Art School de la llamada batalla cultural? Él prefiere pensar que "no lucha contra nadie" y que "más que una batalla cultural, lo que faltan son más propuestas. La Verdad, el Bien, la Belleza, al final se imponen por sí mismas", concluye.