Caroline Molan nació en el condado de Tipperary en Irlanda. Está felizmente casada con Tom, un granjero irlandés con quien tiene 7 hijos y una pequeña alma en el cielo. Desde su infancia recuerda rezar e ir a misa con su familia, pero también heridas emocionales que le llevaron a cerrar las puertas a Dios. Tras una juventud marcada por la ansiedad, la superficialidad y el deseo de sentirse querida, cuenta en Cambio de Agujas cómo encontró a Tom y con él, a Dios y la Iglesia.
Una infancia con Dios, pero con heridas
“Durante mi infancia, Dios siempre estuvo presente. Recuerdo que rezábamos e íbamos a misa en familia cada domingo. Cuando era muy pequeña, leía a Santa Catalina de Siena y quería inspirarme en su vida. Quería ser mejor”, explica.
Sin embargo, “quizá nuestra niñez podía haber sido más feliz. Hubo ciertas heridas, especialmente la falta de cercanía emocional entre mi madre y yo, y no le permití a Dios entrar para sanarlas”. Por aquel tiempo, “empecé a tener muchas preguntas. Con ocho años falleció mi tío, y en su funeral me impactó saber que era él, pero que al mismo tiempo, no lo era” explica. “¿Dónde se fue? ¿Qué pasa cuando te mueres?... Continuamente le preguntaba a mi padre sobre el cielo y sobre la vida después de la muerte”.
Solo buscaba a Dios cuando le convenía
“Dios siempre estuvo presente, pero me alejé de Él conforme me hice mayor. En mi adolescencia, me preocupé con las clases, me centré en mis amigos y empujé a Dios de mi vida”.
“Solo le esperaba cuando yo quería que Él estuviera, pero no podía sentirle, y cuando tenía alguna sensación de querer mejorar las cosas, no sabía gestionarlo. Siendo sincera, no tenía relación con Dios”.
A todo ello se unió “la falta de cercanía entre mi madre y yo”. Esto “me hirió durante aquellos años. Pienso en aquellos a los que la herida causada por un padre ausente les dificulta concebir a Dios como un padre amoroso. Y diría que ocurre lo mismo con la madre. Hay una herida materna correspondiente” que le afectó. “Descubrí que no saber lo que ocurre en tu propio corazón o en el de los demás es algo que perjudica tu relación con Dios”, afirma. “Esa fue mi experiencia”.
Todo lo decidía por sí misma: superficialidad, alcohol, soledad…
“Dediqué el tiempo que duraron los estudios de secundaria y la universidad en encajar, en no ser diferente y en decidir por mí misma. Lo común era ser rebelde contra Dios, la Iglesia y unas normas que teníamos que obedecer, en lugar de verlas como una relación personal”.
Tras la escuela, “decidí yo, como siempre sin rezar, que iba a ser veterinaria. Fui aceptada, y comencé la universidad, donde todo eran fiestas, beber, juergas y un deseo de encajar y ser parte de algo que, en el fondo, era un desastre”, admite.
Lejos de Dios, Caroline entregó su juventud a la fiesta y la superficialidad.
Hambre de amor y angustia existencial
“Basé todas mis amistades en la superficialidad. Siempre he tenido un carácter muy alegre, pero vivía en una profunda angustia existencial, y me perseguían algunas preguntas: ¿por qué estamos aquí? ¿de qué va todo esto…?” Aún así, “siempre había algo con lo que distraerse, como aprobar un examen, tener éxito” y, sobre todo, “buscar alguien que me quisiese”.
“Tenía hambre de amor y afirmación por mis amigos. Tenía un agujero enorme en mi alma, un abismo gigante que me hacía desear a alguien que me quisiese” reconoce. “Escondía tan bien mi ansiedad y ataques de pánico existencial que ni pensé en buscar a Dios. En aquellos años, fui a misa una o dos veces y cuando entraba me ardía el corazón, pero no pensaba que era Dios intentando entrar. Era como estar en la niebla, y Dios intentaba penetrar las nubes”.
Después de la universidad, “empecé a trabajar y continué con la misma vida. Todo era ir de un desastre a otro continuo. Usaba mi cuerpo como una moneda para conseguir lo que quería. Era puro egoísmo, y cuando tienes un agujero en tu alma, haces lo que sea para llenarlo”.
Acudió al rosario durante su embarazo
“Después de un año viviendo con una amiga, le hicimos una fiesta de despedida antes de que se marchase. Allí conocí a Tom. Siempre vi algo sólido en él, y encajamos enseguida”, recuerda. “Tenía una relación muy fuerte con su madre, que era cariñosa, alegre y divertida, pero sobre todo, era buena y de oración”.
Caroline cuenta que “no fuimos castos antes del matrimonio”. Tras tener a su primer hijo por cesárea, “me quedé embarazada de nuevo, y no quería tener otra cesárea. En medio de la angustia, empecé a rezar el rosario, que fue como una solución fácil”. Al mismo tiempo, “a través de Tom, volví a misa tras años sin ir, y sentía de nuevo que el corazón me quemaba”.
Y sus oraciones fueron escuchadas
Nora, su segunda hija, nació por parto natural. “Cuando tenía 5 meses, rezamos la novena del perpetuo socorro, muy famosa en Irlanda. Allí leí la experiencia cercana a la muerte de Gloria Polo y se lo conté a mi madre. Como sabía que me interesaba ese tema, me dio un libro con experiencias cercanas a la muerte, `Quiero ir al cielo cuando muera´”, un clásico de los 90 del predicador Woodrow M. Kroll.
“Aquel libro me impactó, especialmente cuando una mujer habló de cómo sus pecados dañaron a Jesús. Cuando cerré el libro pensé: esto es verdad. Y si es verdad, no hay nada más importante”.
Caroline Dolan cuenta su testimonio en Cambio de Agujas.
Un punto de inflexión
“Aquel libro fue un punto de inflexión. El padre explica que, cuando mueres, el Espíritu Santo te permite ver tus pecados, lo que has hecho y lo que has dejado de hacer. Dio respuestas a todas mis preguntas, y Jesús se hizo vivo en mi corazón. Fue como si estuviese abrazando a Jesús y le pidiese perdón”.
“Al día siguiente me fui al confesionario. No tenía ni idea”, recuerda. “Le dije que habían pasado 15 años desde mi última confesión, y le conté todos mis pecados. Era encantador, y aquel día, pude confesarme y recibir la Eucaristía”.
Desde entonces, “todos se reían de mí por que compraba libros online con todo lo que tuviese que ver con Dios y con la fe, y los regalaba a mis seres queridos y familiares. Seguro que pensaban que estaba loca”, explica, “pero tenía una sed inmensa por saber más de mi fe”.
Su matrimonio le acercó a Dios y consagró su familia
“Desde aquel momento, no hay comparación en mi vida” explica Caroline. “Tengo los pies en tierra firme, y no estoy buscando en la oscuridad o preocupada por el por qué de todo”.
Su conversión también afectó a su matrimonio. “Tom se había casado con una chica totalmente distinta, pero bendigo al Señor por nuestro matrimonio. A través de él hemos sido capaces de amarnos el uno al otro en nuestro acercamiento a Dios. Yo he crecido, el también, toda la familia lo hemos hecho. Ha sido increíble” celebra.
En 2017, “me consagré a la Virgen en la fiesta de la presentación en 2017, y pensé que sería bonito que pudiésemos consagrarnos todos. Nos consagramos todos a Nuestra Señora el 8 de diciembre de aquel año, y poco después, nos fuimos a Medjugorje”.
“Desde nuestra conversión como familia, nos han sucedido cosas magníficas, es asombroso” celebra. “Tom acude a la adoración eucarística con frecuencia, los dos estamos creciendo juntos hacia el Señor”, concluye. “Indudablemente, somos mucho más felices de lo que pudimos haber sido nunca”.
Testimonio completo de Caroline Dolan en Cambio de Agujas.