La filósofa y mística Simone Weil murió en 1943, a los 34 años, sin haber llegado a bautizarse. Era de familia judía, pero no religiosa. De gran inquietud social, Simone Weil acudió a la Guerra Civil española acompañando a los anarquistas. Indignada, los vio fusilar prisioneros sin necesidad. Entre 1936 y 1938 vivió varias experiencias místicas que la llevaron a Cristo. Se enamoró del Nuevo Testamento y de la oración, pero no daba el paso al bautizo por no considerarse digna. La tuberculosis la mató durante la Segunda Guerra Mundial.
Ahora, en 2020, en medio de la pandemia del coronavirus, el Catholic Sentinel , de Oregón, cuenta la historia de la abogada Lisa Fitzgerald, otra judía de familia nada religiosa, con inquietud social, lectora de Simone Weil, tocada por una experiencia mística de Dios, que quiere bautizarse... y no ha podido hacerlo en Pascua por la pandemia. Espera poder hacerlo en Pentecostés, como muchos otros catecúmenos y conversos de todo el mundo.
Una abogada atea con conciencia social
Lisa Fitzgerald, que hoy tiene 31 años, nació en una familia de origen judío pero que no practicaba la religión. Durante casi toda su vida, se consideró atea, aunque no pensaba que la religión fuera algo malo. De su madre, enfermera, aprendió que las personas han de cuidarse unas a otras. Durante mucho tiempo Lisa buscó el sentido de la vida de forma práctica, ayudando a los demás.
Fue directora de un centro médico de Connecticut, abogada en un centro de crisis contra la violencia doméstica y organizadora de una red de apoyo a víctimas de violencia doméstica. En 2016 se graduó en la prestigiosa Harvard Law School y ahora trabaja en la oficina del defensor público en Portland defendiendo a jóvenes sin hogar.
Llegó hace 3 años a Portland, una de las ciudades menos religiosas de Estados Unidos. Fue allí donde alguien animó a Lisa, la atea de origen judío, a leer a Simone Weil, la agnóstica mística de igual origen.
En esas lecturas, Simone Weil proponía orar sin "esperar nada, sin buscar nada", "aceptando el vacío", un vacío que dejaría espacio a Dios. (Más sobre este "vacío" de Simone Weil, aquí).
Simone Weil en Barcelona, ante una sede del POUM,
durante la Guerra Civil española
El poema del siglo XVII que tocó místicamente a la filósofa
De hecho, la misma Simone Weil encontró a Dios de forma mística cuando recitaba un poema sin tener intención religiosa, algo similar a lo que le sucedió a la intelectual soviética Tatiana Góricheva, que recitaba el Padrenuestro como un mantra relajante, sin religiosidad, cuando Dios transformó su corazón. Simone Weil se había enamorado del poema "Love" del poeta místico y clérigo anglicano George Hebert (1593-1633). Era para ella “el más hermoso poema del mundo”.
"- Y no sabes -dice el Amor, - ¿quién cargó con la culpa?
- Mi Dios, entonces yo te serviré.
- Debes sentarte, -dice el Amor, - y probar mi carne.
Así que me senté y comí".
Simone Weil lo explicó luego así en su carta al dominico J.M. Perrin:
“Lo aprendí de memoria y a menudo, en el momento culminante de las violentas crisis de dolor de cabeza, me dedicaba a recitarlo poniendo en él toda mi atención y abriendo mi alma a la ternura que encierra. Creía repetirlo solamente como se repite un hermoso poema, pero, sin que yo lo supiera, esa recitación tenía la virtud de una oración. Fue en el curso de una de esas recitaciones, como ya le he narrado, cuando Cristo mismo descendió y me tomó. (…). Durante todo esto, ni siquiera la misma palabra “Dios” tenía lugar alguno en mis pensamientos. No lo tuvo más que a partir del día en que recitando el poema “Love” ya no pude rechazarla. En un momento de intenso dolor físico, mientras me esforzaba en amar pero sin creerme con derecho a dar un nombre a ese amor, sentí –sin estar de ningún modo preparada, pues nunca antes había leído a los místicos– una presencia más personal, más cierta, más real que la de un ser humano, inaccesible tanto a los sentidos como a la imaginación, análoga al amor que se transparentaría a través de la más tierna sonrisa de un ser amado. Desde ese instante, el nombre de Dios y el de Cristo se han mezclado de forma cada vez más irresistible en mis pensamientos.”
Aplicando perseverante la propuesta de Weil
Weil encontró a Dios rezando sin rezar. Y proponía a sus lectores hacer un vacío interior, orar sin pedir nada ni exigir nada.
Lisa Fitgerald explica que "cuando yo era atea, siempre decía: 'estoy abierta, todo lo que Dios tiene que hacer es golpear'... pero nunca había abrazado el vacío, buscaba siempre estar muy atareada, nunca dejé un espacio".
Decidió seguir el consejo que leía en Simone Weil. Aunque ya conocía católicos, acudió a rezar a una vieja iglesia presbiteriana de Portland, a probar "oración y vacío". Y perseveró acudiendo a esa oración silenciosa durante 3 semanas enteras.
Una mañana a finales de marzo de 2019, se despertó a las 4 de la madrugada. Se sentía llena de energía. Sin ser atleta, decidió ir a correr un rato al Parque Laurelhurst, y ver cómo salía el sol. Era un sentimiento que incluso la asustaba. Su mente repetía unas palabras con firmeza, una y otra vez: "ok, ok, acepto", eran las palabras.
En el parque, Lisa empezó a sollozar profundamente y empezó a hacer sobre sí la señal de la cruz. Sintió que le urgía rezar el rosario, aunque no sabía como se reza. Lo buscó inmediatamente por Internet, en su móvil, y empezó a rezar. Y después de esta experiencia insólita, sintió que quería seguir rezando.
Hambre de Dios, formación y servicio social
A partir de este momento se había despertado en ella un hambre de Dios y de conocimiento. Empezó a visitar distintas iglesias católicas. Hizo amigas católicas en la comunidad carismática People of Praise. Y leyó un libro que ha ayudado a muchos conversos: la Introducción al cristianismo de Joseph Ratzinger de 1968. Entendió que la tradición católica no sólo satisfacía su corazón sino también su intelecto.
Durante meses, se planteó preguntas sobre distintas enseñanzas cristianas. En la parroquia de Saint Patrick encontró un director espiritual y un grupo de RCIA (iniciación cristiana para adultos). Y empezó a orientar su vocación de servicio social en una entidad católica, la Catholic Worker House de Portland... ¡que lleva el nombre de Simone Weil! Quiere dedicarse a temas de reconciliación y justicia restaurativa para las personas que cometido crímenes (o los han sufrido).
Tenía que haberse bautizado esta vigilia de Pascua, pero el coronavirus ha trastocado los plazos. Creen que podrá hacerlo en Pentecostés y ella dice que la espera se le hace gozosa, que la vive con ilusión y sigue aprendiendo y creciendo, aunque lamenta no poder reunirse con sus amigos católicos.
Mientras tanto, el párroco de Saint Patrick, el padre Tim Furlow, declara: "si hay algo que inspira a un sacerdote, es ver la conversión sincera de un alma por la gracia del Espíritu Santo; para mí, este año, Lisa es ese alma".