Hay todavía jóvenes que deciden dejar todo e ingresar en un convento para entregar su vida a Dios hasta el final de sus días. Una de ellas es María Ribes, una joven madrileña que ingresó en Iesu Communio en su monasterio de Godella (Valencia). Ya lleva más de un año como postulante pero, ¿qué llevó a una joven enferma con toda la vida por delante a responder a esta vocación religiosa?
María explicó justo antes de entrar en este nuevo instituto religioso que atrae a numerosas jóvenes cómo había sentido la llamada, los miedos que experimentó y su sí final a Dios.
Tras acabar la carrera de Enfermería, esta joven se trasladó a Pamplona para proseguir sus formación en la Universidad de Navarra, pero fue entonces cuando Dios entró en escena y le hizo cambiar el uniforme de enfermera por el hábito vaquero de monja de Iesu Communio.
Antes de ingresar María explicó a Arguments todo este proceso vocacional justo antes de ingresar en el monasterio. Este es su testimonio:
«Corría sin ninguna meta»
Hacía mil cosas. Me dio por estudiar y empecé a sacar muy buenas notas; quedaba con mis amigas y hacía cantidad de deporte. Me dio por correr. Corría diez kilómetros todos los días. Pero corría sin ninguna meta. Era como si llenara mi día de cosas, pero al final me faltaba lo más importante, estaba vacía.
«Fui a una Pascua a Iesu Communio y lo cambió todo»
Tenía una amiga del colegio que había entrado allí de monja y fui con otras amigas a vivir la Semana Santa con ellas. Esa Pascua en Iesu Communio lo cambió todo. Al ver a las hermanas vi una plenitud que yo anhelaba. Reconocí que eso era lo que yo estaba buscando. Pero pensé: para mí no, yo voy a terminar enfermería, seré enfermera y ya está. Pero ahí empezó poco a poco de fondo a resonar en mi cabeza.
Una amiga al volver me dijo que pensaba que le iba a decir que entraba en Iesu Communio. Por dentro pensé: ¡Me encantaría! ¡Pero es imposible, eso no está a mi alcance…!
«Yo iba colocándome las piezas; los límites me los ponía yo misma»
Terminé la carrera y empecé a hacer mi vida. ¿Me ayudaba ir a medios de formación del Opus Dei? ¡Pues allí que iba! ¿Me ayudaba tener dirección espiritual? ¡Pues la tenía! ¿Me ayudaba ir a rezar a una Adoración? ¡Pues iba a rezar…! Seguía haciendo mil cosas y muchas cosas buenas, buenísimas, pero con eso de fondo… Y gracias a Dios, ¡eso no se acalla!
El Señor, que nos ama con locura, nos crea para algo y pone ese deseo en nuestro corazón para que lo sigamos adelante. Poco a poco, sin saber muy bien por qué, me empecé a acercar más a Iesu Communio y fui reconociendo ese deseo que llevaba dentro y anhelaba tanto.
María, el día de su ingreso en el monasterio de Godella
La JMJ de Panamá fue un gran impulso
María Ribes con un grupo de amigas el día de su entrada en Godella.
Yo ya tenía dentro la inquietud de que el Señor me quería para sí, de que me decía: ¡sígueme; te quiero para mí! Esto me llenaba de alegría, pero a la vez me daba un miedo horrible. Además yo pensaba: ¿pero ahora en Pamplona?; ¿en diciembre?; ¿pero si no estoy en casa? Y me tranquilizaba pensando que el Papa en la JMJ de Panamá nos diría algo que me sacara de dudas.
Y aunque no pasó nada extraordinario, nos dijo una cosa que a mí se me quedó grabada: «Él te primerea2. Después escuché su testimonio de vocación donde lo cuenta también: «Él nos piensa primero«. Dios nos crea y tiene un deseo en su corazón también para nuestra vida, para todos. Y ahí está nuestra plenitud, nuestra felicidad. Y cuando lo encuentras, lo reconoces, te llenas de paz y de felicidad.
También el Papa recordó allí: «Dios te quiere tanto que ha muerto en la Cruz por ti«. Y eso derrumbó todos mis esquemas. Al volver, me decidí a decirle Sí. Llamé a las hermanas, pedí hacer la experiencia; me dijeron que adelante.
«Tengo miedo de no saber corresponderle»
Tengo miedo porque veo mi debilidad… pero también tengo muy presente que si Dios pilota ¿qué miedo voy a tener? Cuando vives cara a Dios, descansas. En esa Pascua se me abrió un horizonte increíble. Descubrí que puedo vivir, no limitarme a sobrevivir ocupando todo mi tiempo para que pase sin darme cuenta.
A veces pienso por qué no fue antes, por qué no me lo hizo ver antes… ¡Gracias a Dios no ha sido después! Cuando Dios quiere, que es también cuándo estás preparada. Antes me hubiera dado algo…
«He tenido un montón de dudas…»
He dudado un montón, pero lo he superado compartiéndolo, hablándolo en la dirección espiritual y con personas que me quieren y me conocen bien. Dios no juega con la gente, pero el miedo a equivocarte está ahí. Al fin y al cabo ¡es cómo tirarte sin paracaídas! Pero si te lanzas, ves que Dios va siempre delante…
«Mis amigos han reaccionado muy bien ante mi decisión»
Algunos de los que no tienen fe lo ven como un desperdicio, pero como me ven feliz, lo respetan. Están desconcertados. Yo tengo una felicidad que antes no tenía; y eso está ahí y ellos lo ven.
Para mi familia conocer a la comunidad ha sido un descanso y algo fundamental. Es verdad que también humanamente cuesta, y a medida que se va acercando la fecha, un poco más; pero también lo entienden y ven detrás a Dios (bueno, ¡detrás y delante!).
«La vida contemplativa es el pulmón de la Iglesia»
Cada uno en su lugar, donde Dios le quiere, donde quiere tener esa historia de amor con cada uno… Es bonito pensar que tenemos a alguien rezando por nosotros, mandándonos esa sangre oxigenada para que podamos hacer mucho bien. Y a mí Dios me quiere mandando ese oxígeno a toda la sangre, a toda la Iglesia.
Yo me retiro a un monasterios de vida contemplativa para rezar por todos, por la Iglesia, por el mundo entero.
La Iglesia es Madre y hay tantos caminos y tantas alternativas, para tantos que somos, para llegar al Cielo, que se trata de que cada uno busque hasta encontrar el suyo.