El pasado 19 de mayo sor Vanessa Beatriz Sanabria profesaba en el Monasterio de San Antonio de Algezares (Murcia) sus votos perpetuos como concepcionista franciscana, un día de gozo para toda la comunidad de la diócesis de Cartagena.
Tal y como recoge la propia diócesis, Vanessa, la menor de tres hermanos, nació en El Salvador, en una familia que no era especialmente creyente: “Mi familia no nos trasladó la fe, pero estudiamos en un colegio de Franciscanas de la Purísima Concepción, donde recibimos los sacramentos; allí nos dieron esa base de fe, pero yo no terminaba de asimilarla”.
Sin embargo, a partir de los 13 años empezó a participar más profundamente en las celebraciones junto a una prima y varias amigas del colegio, y a raíz de esa experiencia fue descubriendo “esa gracia de servir al Señor”, además del sentido de la Eucaristía y de la liturgia. También comenzó a participar en grupos juveniles dentro de la Iglesia y, con 15 años, en una vigilia, fue cuando, en oración, le preguntó al Señor qué quería Él para su vida. Empezaba sentir su llamada vocacional.
Años después, aquella pregunta reavivó con fuerza. Fue cuando Vanessa, ya universitaria, se encontraba en el primer curso de Derecho. Su hermana Margarita era monja concepcionista franciscana en una comunidad de España, la del Monasterio de San Antonio de Algezares; y cuando realizó sus votos temporales, regresó a El Salvador para hacerles una visita.
“Cuando vi el hábito que ella llevaba sentí que Dios me decía: ‘Esto es lo que quiero para ti’”. En sus años de universidad, Vanessa estuvo en contacto con la comunidad de su hermana. Las concepcionistas la acompañaron en su discernimiento vocacional por medio de correo electrónico y videollamada, hasta que, en el último año de carrera, tomó la decisión: “Me encantaba el Derecho, me sentía realizada como persona, pero no era lo que el Señor quería para mí; así que di un paso a la aventura de Dios en mi vida”.
Lo dejó todo y vino a España para vivir una experiencia vocacional en el Monasterio de San Antonio, donde pudo conocer de primera mano cómo se vivía allí la oración, la Eucaristía, el compartir fraterno… “También me planteé la vida apostólica, pero mi experiencia de oración me llevó a optar por la contemplativa; es donde me sentía más plena. En la oración es donde descubrí a Dios, y él me estaba llamando a entregar mi vida desde la sencillez de la oración”.
Ya en el monasterio, Vanessa pasó por las diferentes etapas de formación que se siguen dentro de la orden: dos meses de experiencia vocacional, un año y medio de postulantado, dos años de noviciado y cinco de profesión temporal hasta llegar al sí definitivo, la profesión solemne.
La celebración en la que sor Vanessa profesó sus votos estuvo presidida por fray Alberto Ramos Romero, OFM, guardián del Convento de Santa Catalina del Monte de Santo Ángel (Murcia). Al concluir la lectura del evangelio, dio inicio el rito de la profesión solemne, que consta de cuatro momentos clave: la fórmula de profesión, donde la profesa pronuncia sus votos de forma pública y consciente; la entrega del anillo como esposa de Cristo; la postración en el suelo, símbolo de humildad; y el abrazo fraterno de la comunidad, que puso fin al rito.
Una profesión solemne que, para una concepcionista, es una llamada a vivir en santidad a ejemplo de la Virgen María, en pobreza, humildad, obediencia y clausura. “Es una manera de gratitud, de alegría y de gracia del paso de Dios en mi vida. Esta vocación es un regalo que el Señor me ha dado. Que la Virgen y santa Beatriz me acompañen en esta nueva etapa y que la obra que comenzó un día en mi historia siga siendo fecunda para bien de toda la Iglesia”.