Fariba Roughead nació en Irán en una familia musulmana, llegó a Estados Unidos con 16 años, crió a 4 hijos como madre sola, se doctoró en Ciencias de la Nutrición, trabajó 10 años como una directiva en Nestlé y luego en otros sitios y es coach titulada. Hoy tiene 63 años y 6 nietos y da charlas de organización o liderazgo en parroquias y otras asociaciones. De estos temas cita sobre todo a Aristóteles y a San Ignacio de Loyola. Y si le preguntan, cuenta cómo llegó a la fe católica. ¡Hasta tiene un título de Teología por el Augustine Institute!
Una familia musulmana
"Nací en Irán y me educaron en la tradición chiíta del Islam. Llegué a Estados Unidos como estudiante de intercambio en el instituto. Debido a la revolución en Irán, no pude volver a Irán durante muchos años", explica en su testimonio en The Catholic Spirit.
En el Madison Catholic Herald cuenta algunos detalles más. Su padre era más conservador y su madre, más abierta. En el Irán pre-revolucionario, su escuela era toda de niñas. La educación era muy importante para sus padres. Así se esforzó en lograr la beca que le llevó a EEUU con 16 años. Vivió con una familia baptista cariñosa y muy acogedora.
La revolución iraní de 1979, cuando los ayatolás se hicieron con el poder e implantaron un régimen islamista, hizo que no pudiera volver a su país durante 22 años (su familia había apoyado al shah de Persia).
Apenas dos años después, conoció a quien sería el padre de 3 de sus hijos. Era católico y participaron en un Encuentro Engaged, sobre noviazgo y matrimonio. La enseñanza católica sobre el matrimonio exclusivo e indisoluble fue una de las cosas que le atraía del catolicismo.
Explorando la fe: de acuerdo en muchas cosas
Se casó, aceptó que sus hijos se educaran como católicos y empezó a explorar el catolicismo, pero había algunos temas teológicos que no aceptaba.
Le parecía bien ver a Dios como un Creador amoroso, clemente, omnipotente y omnisciente. Le parecía bien que Dios "soplara su aliento" sobre María y así ella quedara encinta de Jesús. Ya en Irán le habían enseñado a reverenciar a Jesús (sólo como sabio profeta) y a María. La disciplina para rezar, el ayuno y las limosnas, que se enseñan también en el Islam, le parecían correctas. La eternidad tras la muerte, la existencia de Cielo e Infierno, la resurrección de los muertos, la intercesión de santos y ángeles, orar por los difuntos, el uso de agua, incienso y velas en la oración... todo eso le parecía correcto y encajaba bien con su origen chiíta, recuerda.
Pero no podía ver a Jesús como Dios. La idea se bloqueaba en su mente. "Lo sentía como un insulto al Creador Todopoderoso, convertirse en mera criatura parecía imposible, innecesario y absurdo", recuerda. Tampoco podía aceptar la Trinidad.
El momento que dejó actuar a Jesús
Su vida personal atravesó años malos. Su marido era violento en casa. Se animó a revelarlo y a pedir el divorcio y la nulidad eclesiástica, que tardó unos años en llegar. Quería acercarse más a Dios y a Jesús, pero sus objeciones teológicas le bloqueaban.
En cierto momento, desesperada, cambió su enfoque. "Pasé de 'sé que Jesús no puede ser Dios' a 'vale, me rindo, no sé quien es Jesús, pero quiero saberlo'", recuerda.
Poco después de tomar esa postura, tuvo un sueño que la transformó para siempre. "En el sueño vi a Jesús y yo le pedía que me dijera qué tenía que hacer. Él puso su mano sobre mi cabeza y sentí calor en mi cuerpo, mientras me decía: 'Es muy sencillo, simplemente cree en Mí'".
Al día siguiente, telefoneó al cura con el que siempre trataba, le dijo que ya creía en Jesús, y en la Vigilia Pascual del 25 de marzo de 1989 se bautizó.
Fariba forma parte de una ola de personas de origen musulmán que, en muchos lugares del mundo, sueñan con Jesús y sienten que Él les guía a la conversión.
La Trinidad y la Encarnación, vistas como católica
Hoy es una apasionada del diálogo entre religiones. Da gracias a Dios de que ya en su juventud musulmana fue educada para adorar a Dios y honrar a la Virgen María. Hoy, al hablar de la Trinidad, explica que "Dios es Uno, pero no está solo, su esencia es ser relación". Sobre la Encarnación de Dios, explica que "Él es trascendente, pero por pura bondad, elige humillarse y hacerse accesible".
"Jesús es mi salvador. Camina cerca de mí, me salva cada día, en detalles de mi vida. Me muestra cómo vivir la voluntad del Padre. Me enseña a no tener miedo de la Cruz, sino más bien a ser su amiga. No hay corona sin cruz: eso da sentido a mi sufrimiento. Jesús es mi amigo confiable, está de mi lado, quiere lo mejor para mí y me llaman a ser santa".
Sin miedo, trabajar el diálogo entre religiones
Cuando habla sobre el diálogo entre cristianos y musulmanes, suele recomendar la declaración Nostra Aetate de 1965 del Concilio Vaticano II, en la que Pablo VI habla de la tarea de la Iglesia de "promover la unidad y el amor entre los hombres, y de hecho entre las naciones, y considera lo que los hombres tienen en común y lo que les atrae al compañerismo". Serían cosas como la vida moral, la oración, la limosna, la oración por los difuntos, etc... cosas que el islamismo chií comparte con el catolicismo.
De Juan Pablo II recuerda su petición de basar el diálogo entre religiones "en la esperanza y el amor, no el miedo", dice, "como un reto positivo".
Del Papa Francisco, cita su petición de "ser claros y honestos en nuestro diálogo, evitando el movimiento cómodo de decir 'sí' a todo para evitar confrontaciones".
Y considera que son los católicos los que tienen que iniciar ese diálogo. "Como católicos, tenemos la verdad completa, así que somos los que con respeto debemos iniciar el diálogo. Tenemos la responsabilidad de proclamarla", considera Fariba.
El mejor modo de comenzar, considera ella, es hablar cada uno de nuestra relación personal con Dios, para empezar a transmitir sus Buenas Nuevas.