El pasado 20 de febrero el Papa Francisco aceptaba la renuncia del cardenal Robert Sarah como prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos y la Disciplina de los Sacramentos. Meses antes, el purpurado guineano había cumplido 75 años y había presentado, tal y como establece el Derecho Canónico, su renuncia.
Este cardenal, de profunda espiritualidad y gran calado intelectual, es un referente para muchos católicos gracias a sus reflexiones y escritos recogidos en libros que han sido éxitos de ventas como Se hace tarde y anochece, La fuerza del silencio o Dios o nada.
Casi un mes después de su renuncia, el cardenal Sarah ha hablado en Il Foglio con su claridad habitual sobre él mismo o el futuro de la Iglesia
En primer lugar ataja cualquier tipo de rumor o ataque sobre su relación con Francisco recalcando una vez más que “la obediencia al Papa no es sólo una necesidad humana, es el medio de obedecer a Cristo que puso al apóstol Pedro y sus sucesores a la cabeza de la Iglesia”.
De este modo, el cardenal africano confiesa estar “feliz y orgulloso” de haber “servido” a tres Papas en la Curia: San Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. “He tratado de ser un servidor leal, obediente y humilde de la verdad del Evangelio”, asegura.
Entre 2014 y febrero de 2021, Sarah ha sido prefecto de la Congregación para el Culto Divino, es decir, responsable de salvaguardar la liturgia. Sobre su importancia afirma que “la Iglesia existe para dar a los hombres a Dios y para dar a Dios a los hombres. Este es precisamente el papel de la liturgia: adorar a Dios y comunicar la gracia divina a las almas. Cuando la liturgia está enferma, toda la Iglesia está en peligro porque su relación con Dios no sólo está debilitada sino profundamente dañada”.
Es en este momento –agrega el cardenal- cuando “la Iglesia corre el riesgo de separarse de su fuente divina para convertirse en una institución egocéntrica que sólo se proclama a sí misma”.
Por ello, una vez más hace un llamamiento a hablar más de Dios en la Iglesia. “En lugar de hablar de nosotros mismos, ¡vayamos a Dios! Este es el mensaje que vengo repitiendo desde hace años. Si Dios no está en el centro de la vida de la Iglesia, entonces está en peligro de muerte”.
Robert Sarah se lamenta también de las cuestiones “ideológicas” que se cuelan en la Iglesia. Así, considera que “hoy en la Iglesia, con demasiada frecuencia actuamos como si todo fuera una cuestión de política, poder, influencia y la imposición injustificada de una hermenéutica del Vaticano II que rompe totalmente y es irreversiblemente reñida con la Tradición”.
“Ha supuesto un gran sufrimiento para mí presenciar esas luchas entre facciones. Cuando hablé de la orientación litúrgica y del sentido de lo sagrado, me dijeron: ‘¡te opones al Concilio Vaticano II’. ¡Esto es falso! No creo que la lucha entre progresistas y conservadores tenga sentido en la Iglesia. Estas categorías son políticas e ideológicas. La Iglesia no es un campo de lucha política. Lo único que cuenta es buscar a Dios cada vez más profundamente, encontrarlo allí y arrodillarse humildemente para adorarlo”.
Acerca del futuro de la Iglesia, el cardenal Sarah se muestra esperanzado. Como miembro también de la Congregación para las Causas de los Santos asegura poder ver “con inmensa alegría cómo la Iglesia rebosa de santidad”.
En sus sesiones asegurar alegrarse al ver con sus propios ojos “el impresionante número de tantas hijas e hijos de la Iglesia católica que se toman en serio el Evangelio y la llamada universal a la santidad”.
“A pesar de los muchos pecados de sus miembros, la Iglesia es hermosa y santa. Ella es una extensión de Jesucristo. La Iglesia no es una institución mundana; su salud no se mide por su poder e influencia”, incide.
Pero prosigue asegurando que “la Iglesia vive hoy un Viernes Santo. El barco parece estar haciendo aguas por todos lados. Algunos la traicionan desde dentro. Pienso en el drama y los horribles crímenes de los sacerdotes pedófilos. ¿Cómo puede ser fructífera la misión cuando tantas mentiras cubren la belleza del rostro de Jesús? Otros se sienten tentados a traicionar cuando abandonan el barco para seguir a los poderes de moda. Pienso en las tentaciones que existen en Alemania durante el viaje sinodal. Uno se pregunta qué quedará del Evangelio si todo esto llega a su fin: una verdadera apostasía silenciosa”.
Sin embargo, lo importante –afirma el cardenal Sarah- es que “la victoria de Cristo siempre llega a través de la Cruz. La Iglesia debe ir hacia la Cruz y hacia el gran silencio del Sábado Santo. Debemos rezar con María junto al cuerpo de Jesús. ¡Velad, orad, penitencia y reparación para que podamos proclamar mejor la Victoria de Cristo Resucitado!”.
Por último, el purpurado habla también de su inminente futuro e igualmente se muestra animado para seguir trabajando. “Más que nunca, la Iglesia necesita obispos que hablen con claridad, libertad y fidelidad a Jesucristo y a las enseñanzas doctrinales y morales de su Evangelio. Tengo la intención de continuar esta misión e incluso ampliarla. Debo seguir trabajando al servicio de la unidad de la Iglesia, en la verdad y en la caridad. Quiero humildemente seguir apoyando la reflexión, la oración, el coraje y la fe de tantos cristianos desorientados, confundidos y perplejos por las muchas crisis que atravesamos en este momento: crisis antropológica, crisis cultural, crisis de fe, crisis sacerdotal, crisis moral, pero sobre todo una crisis de nuestra relación con Dios”, concluye.