Recientemente, el editor Ricardo Franco dejó su trabajo en otro sello y sus clases de Religión en una escuela pública para hacerse cargo de Nuevo Inicio, el proyecto editorial impulsado por la archidiócesis de Granada.
-¿Por qué el nombre de Nuevo Inicio?
-Porque es justamente eso lo que más deseamos cuando todo decae, incluso lo más querido; incluso aquello que pensábamos irrompible. Este nombre y las publicaciones de la editorial son un canto a quien sí hace nuevas todas las cosas. Cristo: el nuevo Inicio de todo, según la brillante expresión de San Juan Pablo II.
-¿Cuál es el origen del proyecto?
-Esta iniciativa editorial nació, hace casi veinte años, de la conciencia de que todas las cosas (la estética, la política, las ciencias, el amor, la educación o el mismo cuidado de este mundo…), necesitan ese “nuevo inicio”. Sobre todo ahora, que el miedo y la incertidumbre devoran el corazón de los hombres ante este ataque inesperado de un virus: algo impensable para nuestra soberbia racionalista, que vive inmersa en un falso control de la realidad, de la economía, de la voluntad… y mira: viene un virus, y se vacían las calles. Ciertamente, después de este “tropiezo”, vamos a necesitar un nuevo inicio que no se apoye solamente en los fallos e injusticias precedentes.
-¿En qué tendrá que apoyarse?
-Necesitamos un nuevo inicio de alguien no tocado por nuestra vulnerabilidad y fragilidad, que nos enseñe de nuevo a mirarnos a nosotros mismos y a los demás, tal y como él nos mira. Por eso, necesitaremos más que nunca la ternura de Cristo, el único capaz de recomenzar todo. Me encantaría que la lectura de nuestros libros fuera un nuevo inicio para cualquier lector. Por eso publicamos ciertos libros: para empezar de nuevo.
-Cogiste a tu familia, tus bártulos y te trasladaste de Madrid a Granada…
-No teníamos más que dos guitarras, cuatro pinturas y óleos, dos niñas adorables, los libros que se salvan de las mudanzas, y un deseo inmenso de responder a Jesús. Se me ofreció una aventura y no pude negarme porque es, probablemente, la editorial más en la vanguardia teológica y filosófica del panorama cultural, una editorial absolutamente ecuménica por sus autores; absolutamente eclesial pues pertenece a la Iglesia de Granada, y una editorial que toca todos los palos: economía, historia, política, narrativa… ¿Cómo voy a negarme a esta aventura y en estos tiempos tan apasionantes? No puedes negarte, simplemente por la libertad, la belleza y la verdad que ofrece nuestra línea editorial a quien quiera comprender en qué consiste una mirada verdaderamente cristiana sobre toda la realidad.
Ricardo Franco, a las puertas de su despacho en Nuevo Inicio.
-¿Por qué es tan importante leer?
-Antes, era más fácil ser analfabeto pero ser humanamente sabio. Había una inteligencia más “afilada” para reconocer la bondad o maldad de los actos y el carácter misterioso de todas las cosas. No había tantas distracciones, ni tanta basura mediática. La noche era noche verdaderamente y no podías encender una lamparita (por ejemplo); así que experimentabas verdaderamente la oscuridad y el asombro ante la luz naciente de un nuevo día. Hoy es más difícil haber sido ayudado en esta mirada. Por eso es fundamental encontrar personas que miran la realidad humana sin censuras, sin mirar para otro lado. Personas vivas que se han preguntado y han ofrecido una hipótesis, un camino. Y junto a esos maestros vivos de lo humano, están los maestros vivos de los libros. Por eso, la lectura es fundamental.
-¿Alguna recomendación en particular?
-A mí me encanta Dostojevski, y siempre me ha conmovido, hasta la oración, la relación entre la prostituta Sonia y el asesino Raskolnikov de Crimen y castigo porque describe maravillosamente el bien inmenso de la mirada de la mujer sobre el hombre; el cambio que sucede en el corazón de Raskolnikov por la excepcionalidad de aquella prostituta que le lee el evangelio y le acompaña para cumplir su condena. De hecho, es un libro que deberían leer los novios en los cursillos prematrimoniales, en vez de aprender tanto “lo que no se debe hacer…”
-¿Qué importancia atribuyes a la lectura de la Biblia?
-Hay un reproche duro e inmisericorde para todo el pueblo cristiano que ha olvidado leer la Escritura, o la lee mal, como si fuera un prospecto medicinal, o un programa para llevar una vida ordenadita y piadosa. En el Viejo y el Nuevo Testamento está todo. Pero hay que leerlo prestando atención, mucha atención, sobre todo en los pasajes que más damos por descontados; esos que ya nos sabemos. Porque puede suceder que descubras a un Jesús distinto y desconocido debajo de todas las interpretaciones inconscientes y moralistas con las que le reducimos, hasta convertirle en un pesado aguafiestas. Por ejemplo: puedes leer el Evangelio siempre desde una concepción voluntarista como si fuera un libro de autoayuda para ser más bueno. Pero esa lectura no se sorprende jamás del hecho de que Jesús exista; olvida a Jesús y la maravilla siempre olvidada de su encarnación. Del asombro absoluto y conmovido de que Dios haya venido y haya querido participar de mi indigencia física y moral. Esa lectura voluntarista siempre pone el acento en la tierra que soy yo, pero nunca se sorprende del hecho de que haya un sembrador. De que haya venido ese sembrador. Así que acabamos desnaturalizando el evangelio, la fe, a Jesús y a la iglesia, para reducirlo todo a un esquema mental, que ciertamente, no puede dar alegría.
A principios de 2019, Ricardo Franco contó a Mater Mundi TV su experiencia de conversión.
-¿Hay autores "eternos"? De esos que antes se leían y que ahora son los "olvidados" por las nuevas generaciones…
-Son maestros vivos -eternamente vivos- de la experiencia humana. Seguramente, la lectura sea el instrumento más poderoso para comprender la naturaleza del hombre y del mundo; siempre y cuando sean libros panorámicos, de mirada amplia y grande. Esos autores- sus poemas, sus historias- ilustran mucho mejor, describen mucho mejor tu experiencia y, al hacerlo, te descubren la grandeza de tu vida, de la vida del mundo, del valor infinito de las personas…
-Te gusta especialmente Charles Péguy…
-Yo no sé por qué hay gente que todavía no ha leído a Péguy. ¿Cómo puede ser esto? ¿Cómo puede haber gente que no ha llorado aún con la ternura de este socialista converso? Leer a Péguy te convierte, te cambia, te da la vuelta; tira abajo los muros y alambradas en los que encerramos el corazón para no sufrir el desamor, el resentimiento y la amargura, y te pone delante del rostro amoroso de Dios. En fin, quien lee autores buenos -claro- a la larga es alguien que tiene más razones para estar agradecido a Dios por la vida y está más armado para enfrentarse a la lucha que implica vivir.
Fabrice Hadjadj es uno de los autores de referencia de Nuevo Inicio. La fe de los demonios, su obra más célebre, está ya en cuarta edición.
-¿Qué has leído últimamente?
Ultimamente me he centrado mucho en la lectura de ensayos de Cavanaugh, Sureau y MacIntyre para comprender qué está pasando en el mundo. Porque es evidente que el hombre de hoy es más esclavo de la tiranía invisible de la “corrección”, bajo la que se esconde un gregarismo cultural muy preocupante, sea civil o religioso, que le vuelve cobarde, correcto, aburguesado y amargado, intolerante, aunque públicamente parezca el ser más feliz de Instagram. Ciertamente, toda esa corrección viene de una educación desde el sistema, cada vez más presente en todos los ámbitos, como es la intimidad afectiva, la vida económica y laboral, la vida pública…; es decir, políticos reconvertidos en funcionarios de la moral y las costumbres y ciudadanos que repiten como papagayos las consignas adquiridas.
-¿Crees que esta batalla se puede vencer con otros proyectos?
-Elena, amiga, nosotros no vencemos en nada. Ni en este ni en ningún otro proyecto. Vence Cristo por resucitar, permitiendo un nuevo inicio de todo. Dicho esto, su resurrección se puede ver reflejada en la mirada nueva de alguien que le encuentra y le ama, como yo lo vi en los gestos, la voz y la mirada de alguien conmovido ante la grandeza de Cristo. Lo único que podemos hacer es no “estorbar” mucho a Jesús al intentar humildemente mostrarle en todos los ámbitos de la realidad. El arquitecto haciendo casas, nosotros publicando libros, el que acoge inmigrantes, el médico saturado por el coronavirus, la maravillosa serenidad ante la muerte de alguien que sabe que será abrazado por Jesús cuando cierre los ojos…