Granadas, RPG, tiroteos, emboscadas… Lo que podrían ser los ingredientes perfectos de una película de acción era parte de un día más para el tercer equipo de los SEALS (fuerzas especiales estadounidenses) desplegadas en Ramadi (Irak) en abril de 2006. Su misión era sofocar una ciudad convertida en bastión de los insurgentes. Y debían hacerlo puerta por puerta.
Uno de los integrantes de las fuerzas especiales era Michael Monsoor. Querido por sus compañeros, desde joven luchó por labrarse un puesto en los SEALS con la dificultad añadida de padecer asma, lo que no le impidió lograr su objetivo.
Tenía 25 años cuando fue desplegado en Ramadi y pese a su temprana edad, sus biógrafos constatan que "siempre estaba preparado para morir": su fe católica no era un secreto y la gracia sacramental le acompañaba cada día, del mismo modo que su armamento pesado, su uniforme o su equipamiento defensivo.
Acostumbrado a la guerra, el 29 de septiembre de 2006, festividad de su patrón San Miguel Arcángel, no fue distinto a cualquier otro. Se encontraba en la azotea de un edificio, en un puesto de vigilancia junto a otros tres SEALS, salvaguardando las vidas de sus compañeros con francotiradores, desde la distancia.
Pero Monsoor no tenía por qué estar en aquel infierno. De hecho, solo unos días antes buena parte del pelotón se encontraba preparando su regreso a casa, haciendo las maletas y esperando el relevo de nuevos soldados. Uno de sus compañeros iba a tener pronto un hijo, pero tenían que quedarse algunos voluntarios cubriendo el puesto y Monsoor se ofreció en su lugar. A él no le esperaba una mujer y un hijo aún por nacer.
El suboficial de segunda clase Michael A. Monsoor posa para una fotografía durante una operación de combate en apoyo de la Operación Libertad.
El golpe de una granada... y segundos para decidir
El portal de los Navy Seals relata cómo alrededor del mediodía, un RPG (granada propulsada) impactó contra la fachada del edificio. No hubo heridos. Pero el fuego cruzado continuaba su curso. Parecía que lo peor había terminado cuando una mezquita cercana comenzó a proferir un nuevo llamamiento de los insurgentes al combate, que bloquearon las calles y continuaron la ofensiva, relata Military Hall of Honor.
Según describen las fuentes oficiales, por la distribución del lugar y de los soldados, la única vía de escape disponible era fácilmente accesible para Monsoor. Aún estando en el fragor del combate, tenía una posibilidad de salvarse, de la que sus compañeros carecían, en caso de que fuesen atacados con un artefacto explosivo.
En cuestión de segundos, sintió un fuerte y repentino impacto en el pecho: granada.
Se calcula que el tiempo que transcurre desde que se lanza una granada hasta que estalla oscila entre los 3 y los 5 segundos. Monsoor no tenía tiempo para elegir, dudar o razonar un desenlace: solo podía correr y salvar la vida o morir con sus compañeros.
"Salvó nuestra vida. Se lo debemos"
Sin embargo, el joven soldado católico tuvo tiempo para contemplar una tercera opción: parte de esos valiosos segundos los dedicó a avisar a sus compañeros -"¡Granada!"- y el resto del tiempo es historia, que recoge la Armada estadounidense: "Se dejó caer encima de la granada antes de que explotara. El cuerpo de Monsoor protegió a los demás del impacto de la explosión de fragmentación y los otros dos SEAL solo resultaron heridos".
“Todo lo que sentí fue dolor. Rápidamente miré hacia la dirección de Mikey. Su cabeza miraba en mi dirección. Sus ojos estaban abiertos. Grité: `¡Mikey! ¡Mikey! ¡Mikey!´ Y no habia nada. Estaba sin vida, y mi corazón se hundió", describió uno de los soldados a Military News.
Uno de ellos, un teniente de 28 años herido por la metralla, relataría más tarde el sacrificio del joven soldado: "Nunca apartó la vista de la granada, su único movimiento fue tirarse abajo. Sin duda, salvó mi vida y la de los demás SEAL. Se lo debemos".
Gravemente herido, Monsoor y los dos heridos fueron evacuados de inmediato y aunque estos últimos salvaron la vida, el joven héroe falleció pasados treinta minutos a causa de las heridas de la metralla.
Monsoor, en combate en Ramadi, visible en los minutos 3:06, 5:54 y 7:02.
"Haced esto en memoria mía"
Los estudiosos y biógrafos de Monsoor no dudan en afirmar que estaba "preparado para morir". Uno de los libros que recoge la vida del soldado es "Defend Us in Battle" -Defiéndenos en la batalla, como reza la oración al Arcángel San Miguel-, escrito por Rea Rose y el padre del fallecido, George Monsoor.
En conversación con Jim Fausone, de Veterans Radio, la biógrafa del soldado plasma la buena relación que tenía con el capellán, Paul Halladay, y cómo "los sacramentos lo fortalecieron para hacer su trabajo, la comunión, la Eucaristía, la confesión. Michael estaba listo para morir en cualquier momento".
La archidiócesis de Baltimore recoge del mismo modo que Monsoor acudía "devotamente" a misa antes de cada misión y durante sus años en el servicio militar buscó integrar su fe con su día a día.
"¿Cuántas veces escuchó las palabras de la consagración, `Haced esto en memoria mía´? ¿Cómo de profundo quedó grabado en su mente y memoria mientras realizaba sus peligrosos deberes? ¿Qué significó para él? Jesús pronunció estas palabras en la Última Cena, justo antes de su asombrosa acción de sacrificio en la cruz. ¿Monsoor hizo esta conexión profunda?", escribió el portal oficial de la diócesis.
Medal of Honor: "Murió en gracia", "Dio su vida por sus hermanos..."
Quizá por eso la escritora y biógrafa Rea Rose enfatiza que el capellán de Ramadi no dudó al afirmar que Monsoor "murió en estado de gracia". Otros testimonios e historias de soldados que trataron con el soldado o con el capellán pudieron averiguar que "comulgaba a diario", como expresó el también SEAL Samuel Blair al canal Pints with Aquinas.
Tras profundizar en la historia de Monsoor y hablar con el capellán, "creo que [lo que hizo] responde a una vida sacramental. No te levantas un día diciendo `¿sabes qué? Hoy voy a tirarme encima de una granada. Eso son años de formar hábitos de virtud. Dio su vida por sus hermanos… ¿Cuántos otros chicos que conozco tienen esta profunda vida espiritual? ", expone Blair.
La hazaña de Monsoor pasó a la historia y hoy es recordado como un héroe nacional. No solo salvó la vida de sus compañeros en aquella azotea con su propio sacrificio.
Días antes, en un combate del 9 de mayo de 2006 no dudó en arriesgar su vida por salvar a otro soldado herido bajo un incesante fuego enemigo.
Todo ello le valió la recepción póstuma de las más altas condecoraciones militares de los Estados Unidos, como la estrella de bronce al Valor, estrella de plata, el corazón púrpura y en última instancia, la Medal of honor "por su valentía inquebrantable, espíritu de lucha y devoción inquebrantable al deber frente a una muerte segura". Una actitud que le valió igualmente el reconocimiento póstumo al bautizar con su nombre a uno de los destructores de guerra más innovadores de la armada, el USS Michael Monsoor (DDG-1001).