La vida no empezó fácil para Clotilde. Cuando era un bebé de solo cuatro meses de edad, sus padres la llevaron al hospital porque tenía fiebre y como resultado de las pruebas le diagnosticaron un cáncer. A los 10 años volvió a vivir otra importante crisis de salud. Y los médicos le han dicho que es difícil que pueda tener hijos.
"Así que toda mi vida he tenido muchísimo temor a la muerte y al sufrimiento", confiesa a Découvrir Dieu, un sufrimiento no solo suyo, sino de "muchas personas en mi entorno", entre ellas su hermano, que cuando ella tenía 16 años cayó "gravemente enfermo".
A Clotilde le torturaba "la angustia de pensar: ¿para qué vivir si vamos a morir? Tenía miedo a la muerte, pero al a vez también miedo a la vida".
A pesar de todo, su infancia fue "bastante feliz, pero muy a menudo estaba triste por nada, creo que era una especie de fragilidad psicológica".
Cuando llegó a la Universidad, se sintió en "un mundo de adultos donde todo se cuestionaba": "Entré en una depresión, caí muy abajo, porque me decía '¿Para qué vivir?'". Había conocido en la facultad "muchos jóvenes creyentes", pero "no comprendía a todas esas personas que decían que la vida es feliz, que Jesús te ama, que Jesús te va a salvar... Para mí eso no tenía ningún sentido, me parecían completamente locos".
Con los jóvenes locos
Sin embargo, cuando un amigo suyo "muy cercano" la invitó a ir un fin de semana a un encuentro con ese tipo de jóvenes, accedió. Y, como si barruntase algo, empezó a rezar para prepararse: "La semana anterior, todos los días iba a una capilla y decía: 'Señor, dame algo. Si no, te abandonaré para siempre'".
Al llegar al encuentro, su dilema persistía. Ante todos aquellos jóvenes "muy felices de estar aquí", para quienes "la vida es bella y Jesús nos ama", ella se sentía "completamente triste": "No comprendía demasiado lo que estaba pasando en mí y al mismo tiempo me sentía atraída".
Y entonces "comenzó la oración, lo que llamaban alabanza, donde la gente cantaba. En cuanto sonaron las primeras notas, de forma inmediata, empecé a deshacerme en lágrimas. Lloré, lloré, lloré... ¿Cuándo dura la alabanza? ¿Una hora? Pues una hora estuve llorando sin parar, me desmoroné por completo".
Paradójicamente, ese llanto que provenía de su sufrimiento resultó liberador: "Me sentí muy confortada. Mi dolor no había disminuido, porque el mundo es como es y mi vida era como era, con mis dolores, mis sufrimientos, mis heridas y mis problemas de salud. Pero me sentí verdaderamente arrebatada. Jesús estaba conmigo, me decía: 'Yo te amo y tu sufrimiento lo llevo yo contigo y tu vida ahora será alegre'".
"Ahora soy muy feliz"
Así ha sido desde aquel fin de semana, "un camino de alegría". Como el que hizo de retorno a su casa tras el encuentro: "En el autobús de vuelta estuve todo el tiempo cantando. ¡Incluso me decían 'Cállate ya', porque yo no dejaba de cantar y de saltar, de proclamar aquello de Jesús te ama. Lo había comprendido".
"Eso fue hace un año y medio", concluye, "y realmente Jesús no me ha abandonado. Ahora soy muy feliz. Sobre todo, ya no tengo miedo a la muerte y realmente estoy muy feliz de vivir, algo que antes me atemorizaba. Ahora no tengo miedo de morir porque sé muy bien Quién estará detrás esperándome y Quién está arriba con toda mi familia, con todos los que ya se han ido. Nunca había sido tan feliz".