John Scott ha sido MVP del All-Star de la NHL, la liga de hockey sobre hielo que mueve cientos de millones en EEUU. Y lo fue no tanto por ser buen jugador sino sobre todo por su violencia y sus peleas en la pista. Pero en 2017 se convirtió al catolicismo, y ahora con su familia numerosa va a misa y reza el Rosario cada día.
Con sus más de 2 metros de altura y 120 kilos este defensor con fama de rudo, duro y violento jugó durante más de diez años en importantes equipos de la NHL como los New York Rangers, Minnesota Wild, Chicago Blackhawks, Buffalo Sabres, San Jose Sharks, Arizona Coyotes y Montreal Canadiens.
John Scott, All Star debido a su dureza
Sin embargo, su carrera vivió su momento de más éxito en el All-Star de 2016 después de que a través de las redes sociales se realizara una campaña para que participara y fuera el capitán, pese a que su perfil no era el mejor para una cita como esta. Todo era por sus conocidas peleas. Finalmente participó y fue elegido jugador más valioso (MVP) por los fans.
Ahora, ya retirado a sus 37 años las peleas ya no le interesan. Casado, padre de cinco hijos y un sexto en camino, John se bautizó católico en 2017 y ahora es otra persona. Asiste en Michigan a una parroquia todos los días y escucha la misa tradicional.
En una entrevista con el National Catholic Register, John Scott explica que “pelear era una parte rutinaria de mi carrera, y era literalmente parte de mi trabajo. Me pagaban para proteger a mis compañeros de equipo. Ahora que estoy retirado del deporte, tengo cinco hijas y soy católico practicante aprecio aún más el actuar pacíficamente sin golpes”.
Este exdeportista de élite asegura que no tenía antecedentes religiosas y que “el hockey habría sido lo más parecido a la religión para mí, ya que cambió mi perspectiva de la vida”.
La fe que vio en su novia, hoy su mujer
Sin embargo, en la universidad conoció a Danielle, que se acabó convirtiendo en su esposa. Ella era católica practicante. “Su fe le daba algo que yo no tenía, que era una base estable en la vida”, cuenta este enorme deportista.
Cuando visitaba a su novia en casa de sus padres, él dormía en el sótano y los acompañaba a misa. Así fue surgiendo en él este interés por el catolicismo. Finalmente, aunque él no era católico se casaron por la Iglesia. “Danielle dejó claro que si quería casarme sería en la Iglesia Católica y tenía que aceptar educar a nuestros hijos como católicos”, relata.
Debido a su fama de deportista duro, John participó en un capítulo de la serie SWAT
Bautizado en la Pascua
Su idea de convertirse en católico siempre estaba ahí, pero al final el hockey siempre se interponía por medio. De hecho, intentó varias veces empezar el catecumenado de adultos pero siempre surgía un cambio de equipo y ciudad que se lo impedía. “Finalmente, tras retirarme hace cuatro años, pudimos establecernos y pude sumergirme en la fe sin reservas. Fui bautizado en la vigilia de Pascua en 2017”, afirma John orgulloso.
Sobre el papel de su mujer, este exdeportista asegura que ella quería que se convirtiera, pero nunca se lo exigió. Estaba contenta con que acompañara a la familia a misa cada domingo. Él señala que es importante que “todos los católicos compartan la fe, pero al mismo tiempo, permitan que cada persona tome su propia decisión. Hay que ofrecer la grandeza de la fe y permitir que las personas usen su libre albedrío para aceptarlo o rechazarlo. Eso es lo que Dios hace con nosotros”.
Una familia abierta a la vida
Sobre el hecho de ser una familia numerosa y estar esperando su sexto hijo, Scott tiene claro que lo importante no es el número de hijos “sino vivir como la Iglesia nos enseña, estar abiertos a la vida. Probablemente haya desafíos a los que se enfrentan las familias más grandes que otras más pequeñas no tienen, pero también hay beneficios”.
Sus hijos no van a la escuela sino que se educan en casa, por lo que el exjugador de la NHL afirma que “nos faltaba el sentido de una comunidad más amplía” así que han buscado una parroquia que supieran que tenía muchas familias numerosas.
Es la parroquia del Santo Rosario, y donde se celebra también la misa por el rito extraordinario. “Nos encanta lo fuerte que es la familia parroquial, el cuidado que recibimos de nuestro pastor y la devoción a las verdaderas enseñanzas de nuestra fe”, reconoce.
Misa, Rosario y Adoración
John Scott también asegura sentirse afortunado “de asistir a una misa solemne todos los domingos. Es genial ver lo organizado que está, la precisión de los servidores, el incienso, la música celestial y el lenguaje utilizado. Incluso estoy aprendiendo más latín para servir en el altar yo mismo”.
Además es adorador. “Espero con ansias mi hora de adoración eucarística semanal, que es un momento muy valioso para estar en la presencia directa de Dios. Hay una sensación de paz que prevalece en esa hora, y creo que me ayuda a vivir el resto del día y la semana mejor. Pones tiempo y obtienes más tiempo de calidad”, agrega.
Por otro lado, Scott agrega que “juntos como familia rezamos un Rosario diario, que es lo más importante que todos podemos hacer juntos en este momento. Nuestra casa está entronizada con el Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María, por lo que renovamos esa consagración mensualmente con las devociones del primer viernes y el primer sábado. Rezamos la Ofrenda de la mañana y el Ángelus y asistimos a la misa de lunes a viernes cuando podemos”.