¿Se puede pasar de ser marxista revolucionario, ladrón de bancos a punta de pistola, prófugo de la justicia, adicto a las drogas y a la pornografía, interesado por la masonería y el esoterismo, a ser sacerdote franciscano? Sí, se puede. O al menos el Padre Daniel-Marie Thevenet pudo.
Este es el impactante testimonio que dio el lunes 13 agosto delante de los 400 jóvenes participantes en el 8º encuentro internacional Giovani verso Assisi (Jóvenes hacia Asís), en el camping Fontemaggio situado unos 2 kilómetros al norte de la ciudad de San Francisco y Santa Clara, en la ladera del monte Subasio.
Ya de niño, vocación sacerdotal
El Padre Daniel empezó recordando los momentos en la infancia en que se evidenció su vocación sacerdotal: a los 6 años sorprendió a su madre, después de escuchar a un sacerdote que predicaba “con ardor, con fuego en los ojos”. A los 12 años fue su tío protestante el sorprendido ante su respuesta a qué quería ser de mayor. Y hubo una tercera ocasión similar.
Sin embargo, a los 15 años, mientras estudiaba en el instituto en Lyon, se le abrieron dos vías para canalizar sus inquietudes: la Iglesia o el marxismo revolucionario. Escogió el segundo, en boga en aquella época y en aquellos ambientes, y se lanzó a militar en la Liga Comunista Revolucionaria. Hoy considera que fue entonces cuando escogió “el camino equivocado”.
Fray Daniel-Marie comparte su testimonio para que muchos jóvenes aprendan en carne ajena y se mantengan lejos de los ámbitos que le dañaron... y que se animen a ayudar a otros
Bajada a los infiernos: del hachís a la delincuencia
A los 21 años experimentó lo que él llama su “bajada a los infiernos”. Empezó a fumar “mucho hachís” y se dejó arrastrar a un “mundo de sensaciones”. Pronto empezó a robar y se metió en lo que él llama un “embudo” vital. Dejó la universidad, dejó la familia, lo dejó “todo”.
Entró en el mundo de la delincuencia. Se organizó junto con 3 amigos para atracar un banco en el campo, con una pistola. Robaron “pocos miles de euros”. Recuerda que participó en 4 atracos: tres bancos y una oficina postal. Después de los atracos, se escondía en casa de un primo, “que no sabía nada”, y después volvía a Lyon.
Un día fue a buscarlo su padre y le encontró: “Daniel, ¿qué has hecho, que te está buscando la policía?” Le impactó ver a su padre tan destrozado por su causa. “¿Si yo te hubiera dado más dinero, hubieras hecho lo mismo?”, le preguntaba compungido. “¿Qué piensas hacer en este momento?”.
El encuentro con su progenitor le hizo tomar conciencia de su “fracaso”. “Había perdido el sentido de mi vida”, reconoce fray Daniel. En medio de esa situación tan desesperada, decidió “exiliarse” en Italia, que fue su “refugio de 10 años”. Fue, además, una etapa de “reconstrucción interior”.
Este verano en Asís Daniel-Marie ha podido contar su testimonio a unos 400 jóvenes
La voz del Espíritu Santo al acostarse en un parque público
Recuerda que fue trasladado por un amigo, pero que luego nadie le cogía cuando hacía autostop. Finalmente llegó a Génova en un camión, y pasó la noche en un parque público. En el momento de dormir, escuchó “la voz del Espíritu Santo, una voz fuerte interior”, que le dijo: “Ahora, Daniel, estás solo”.
Fray Daniel señala que el Espíritu Santo habla “a cada uno en la forma que le viene bien”. En su caso, este mensaje le “suscitó el deseo de dejar de hacer tonterías”.
Aún seguía durmiendo en la calle, pero ahora buscaba trabajo. Llegó a Florencia, donde encontró empleo en un negocio de discos de música. Pasó dos meses viviendo en un camping, compartiendo cervezas y porros en su tiempo libre con los jóvenes que allí se alojaban.
Sentía que “no tenía horizontes”, y pensó incluso en suicidarse, “porque no tenía futuro”. Daniel aclara que esta es “la voz del Diablo”, la misma que le fue llevando por los “caminos de la pornografía”. “Poco a poco el Diablo te va llevando a su terreno”, recuerda.
“No hables jamás del suicidio a tu madre”
Entonces escribió una desgarradora carta a su madre, en la que le hablaba de sus ideas de suicidio. Su padre le contesta: “No hables jamás del suicidio a tu madre”. Ahí Daniel se da cuenta de que “tiene un padre”, y este descubrimiento interior de su figura le “salva la vida”.
Después se dedicó durante 9 meses a vender distintos productos por las calles de Milán. Esta era “la ciudad de la droga”, y él se adentró más y más en ese camino, consumiendo heroína. “El mundo de la droga es el mundo de la mentira”, señala. “Éramos cuatro amigos que parecía que nos protegíamos, pero es mentira, porque estás solo”.
“De milagro” no murió en aquella época, indica, que le llevó a pasar dos meses ingresado en un hospital y un año de recuperación.
La salvación: una familia que acoge con amor
Después de esta etapa pasó a Roma, donde una familia (“hermanos, primos…”) le acogió “como a uno más” en la casa pequeña donde vivían. El amor de esta familia le salvó de la droga. “La clave siempre es el amor”, señala. Esta acogida fue para él “como un auténtico noviciado, porque éramos pobres y felices”.
A partir de ahí se fue acercando a Dios. Trabajaba durante 12 horas al día, y pensaba: “Hay un Dios que no conozco que me ha dado una casa y un trabajo”.
Le regalan una Biblia... y la abre
Un día un sacerdote le regaló una Biblia. Daniel la abrió y leyó: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. El fraile compara ese momento con un “big bang” y con una “explosión nuclear”. “Lo sentí claro”. Al domingo siguiente vivió la misa más sencilla y mas bonita de su vida: Dios le había mandado a su Hijo para que le conociera.
Con libros esotéricos, al convento franciscano
Una amiga, astróloga y anticlerical, le dio la dirección del Sacro Convento de Asís, donde se encuentra la tumba de san Francisco. Allí acudió en la Navidad de 1982 y se presentó a uno de los frailes franciscanos encargados. “¿Qué haces con estos libros?”, le preguntó el fraile al ver sus volúmenes de esoterismo, astrología y magia. Daniel señala el peligro de estos libros: “Si los tienes en casa, tíralos. Parecen un juego, pero en el fondo te llevan al mal”.
Daniel se quedó a vivir una semana de experiencia en el Sacro Convento. Cuando vio al franciscano celebrar la Misa, revivió esos tres momentos de su infancia en que había sentido su vocación sacerdotal. “¿No podría quedarme más tiempo?”, le preguntó al terminar la semana. “Cuéntame tu vida”, le contestó el fraile. Y él se la narró. Entonces el religioso le pidió que se fuera y que volviera en dos meses.
Daniel volvió a Roma, donde recuerda que su jefe en un parking le dio mucho dinero: “Eres el primero que no me ha robado”, le dijo. Y también: “¿No volverás con los frailes, verdad?” “Siempre encontrarás gente para quitarte del camino de la voluntad de Dios”, señala Daniel, incluso familiares y amigos.
Pero Daniel siguió prestando atención a la llamada de de Dios. Ingresó en la Orden de los Frailes Menores Conventuales y después de 5 años de estudio y formación quiso volver a Francia para pagar su deuda con la Justicia, incluso ingresando en la cárcel si hiciera falta. Finalmente no fue necesario.
Profesados sus votos perpetuos, hoy el Padre Daniel es un sacerdote franciscano conventual residente en Bruselas, donde junto a otros hermanos lleva adelante una incansable tarea evangelizadora entre los jóvenes, siempre dispuesto a compartir su testimonio para comunicar lo que Dios puede hacer. Terminó su alocución lanzando dos preguntas a la audiencia: “¿Cuál es el camino de tu felicidad? ¿A qué te llama el Señor?”.
Convento de Bruselas:
www.saintantoine.info
Couvent Saint Antoine
Rue d’Artois, 19,
Bruxelles, 1000, Belgique.