La Jornada Mundial de la Juventud reunió la pasada semana a cientos de miles de jóvenes provenientes de todo el mundo. La inmensa mayoría ya está de vuelta en sus hogares haciendo balance de lo que ha supuesto este encuentro para su vida cristiana con la esperanza de que dé frutos abundantes. Otros aún están de regreso y siguen anunciando a Cristo por las calles sabiendo de la sed que hay en el mundo por conocer la verdadera libertad.
Y para otros peregrinos la JMJ ha sido un auténtico shock al encontrarse a una Iglesia joven y con ganas de llevar al mundo el mensaje de Cristo. Y es que entre estos peregrinos había también recién llegados al catolicismo.
Bautizado en la última Vigilia Pascual
Este es el caso de Naoki Kawada, un joven de 29 años que peregrinó a Panamá con la Archidiócesis de París. Fue bautizado el pasado 31 de marzo, por lo que aún no lleva ni un año como católico. Sin embargo, vivió durante estos días uno de los momentos más especiales de su vida pues pudo saludar personalmente al Papa Francisco, algo que hace tan sólo unos meses no lo habría podido ni imaginar
Naoki proviene de una familia no cristiana, es más, su padre es de origen budista y su madre judía, por lo que acabar siendo católico es algo que no entraba en sus planes. Sin embargo, desde su etapa escolar empezó a tener contacto con la Iglesia y luego a sentir una gran atracción hacia el catolicismo que finalmente le llevó a ser bautizado en la última Vigilia Pascual.
“Estuve a punto de no ir a la JMJ. Me parecía demasiado cara, demasiado lejana, y lo más importante, tenía mucho trabajo. Pero sucedió que desde la Diócesis de París nos invitaron especialmente a los neófitos a ir allí”, afirma este joven a Famille Chretienne, orgulloso finalmente de haber hecho caso a las recomendaciones de la Iglesia.
Este nuevo católico explica que “no provengo de una familia católica: mi padre es japonés y recuerdo haber visto a mi abuelo rezar frente a su altar budista. La familia de mi madre es judía. Dicho esto, para mis padres no tenía sentido que yo no conociera el catolicismo. Así que me inscribieron a catequesis en 6º grado. También estuve en los scouts de Francia durante algunos años”. Tuvo en la práctica una conversión, pero seguía sin estar bautizado.
Su deseo de ser bautizado
Una vez llegó a la universidad se mudó a Lille para continuar con sus estudios. En esta ciudad francesa se sintió llamado en su interior a ir a misa tanto el día de Navidad como el Domingo de Ramos. Simplemente, se presentó en la iglesia e ingresó en ella.
Durante ese momento de su vida se dio cuenta de que realmente quería ser bautizado. “Me dije a mí mismo: “no puedo seguir este itinerario como católico como el mío sin una culminación”.
Naoki tuvo entonces el deseo de empezar el catecumenado y así por fin recibir aquel ansiado bautismo. Sin embargo, en la escuela de ingeniería en la que estudiaba les obligaban a cambiar de ciudad dos o tres veces en esos años, por lo que aplazó este deseo y quedó un poco apagado en su interior.
Atraído por un templo y un sacerdote
Un tiempo más tarde ya en París descubrió un lugar que le marcaría para siempre, la capilla de Notre-Dame des Anges, en el distrito seis. Fue todo gracias a la música, puesto que Naoki pertenecía a un coro de amigos cuya una parte de su repertorio era de música sacra. Los ensayos los realizaban en esta capilla, por lo que empezó a conocer a los feligreses de esta comunidad, quedando prendados por ellos.
Capilla de Notre Dame des Anges en París, el templo en el que este joven ha encontrado su lugar en la Iglesia
“Me gustó el espíritu y el carisma del sacerdote. Pero también encontré algunos gestos, aunque fuera sólo saludar al prójimo antes de la misa. Este simple gesto significa que no soy anónimo en medio de una multitud: soy alguien. Ir a misa es vivir algo juntos. Si esto es así se debe ser consciente de ello antes de la misa. Esto también te permite vivir cosas juntos después, como ir a comer por ejemplo. En general, me quedó diez o quince minutos para hablar con otros feligreses. Mientras que la iglesia que tengo más cerca de casa, llego, no saludo a nadie y me voy cuando acabo”, explica este converso.
Al encontrar su lugar, su comunidad y su parroquia se lanzó rápidamente a hacer el catecumenado de adultos, que le ha llevado a ser un miembro más de la Iglesia Católica, hacer su primera gran peregrinación y poder hablar incluso con el mismo Papa.