Anne Galea estuvo durante tres años viendo impotente como su hijo se iba introduciendo en el fango sin que éste quisiera escuchar. Drogas, alcohol y la violencia era el día a día de este joven, que acabó viendo el suicidio como la mejor salida a sus problemas.
Encerrado dentro de su habitación, desde fuera Anne oía el llanto de su hijo. Ella rezaba. Era lo único que podía hacer pues Rob no dejaba que nadie le ayudara.
Sin embargo, tal y como relata Catholic Digest, el dolor que sentía su madre por su hijo la puso de rodillas. Gritó a Dios y le dijo que no se levantaría hasta que salvara a su hijo. Suplicó a la Virgen que fuera la madre de Rob y le llevara a Jesús.
Mientras lloraba haciendo esta petición a Dios, en su mente apareció la imagen de su hijo rodeado por un grupo de jóvenes. En esta visión, Rob aparecía cantando con una guitarra y vestido de sacerdote.
En aquel momento este joven inmerso en una espiral autodestructiva no tenía guitarra, ni cantaba ni evidentemente se la pasaba por la cabeza pisar una iglesia.
Rob Galea y sus dos hermanos habían tenido una infancia idílica en Malta. Iban mucho a la playa y tenían una intensa vida familiar. Pero la felicidad de este joven se empezó a venir abajo con la muerte de dos de sus abuelos en un corto periodo de tiempo cuando se encontraba en Primaria.
Además, casi de manera simultánea, Rob empezó a sufrir acoso en la escuela, y no tenía amigos, lo que le hizo encerrarse en sí mismo. “Mi autoestima había naufragado, estaba convencido de que no valía nada”, aseguraba años más tarde.
Los problemas sólo iban en aumento. No quería ver a sus padres, sobre todo a él. A los 14 años comenzó a faltar a la escuela, a beber, fumar y a robar en las tiendas con el único objetivo de sentir un alto nivel de adrenalina. De ahí pasó a las drogas y con 17 años vivió un episodio que fue lo que le terminó de hundir en el fango. Una mentira sobre un narcotraficante puso en peligro su vida y desde entonces vivía atemorizado. No quería salir de su dormitorio.
Desesperado, cuenta que “mientras estaba inquieto en mi cama, sólo vi dos maneras de salir de mi miseria. Una era que alguien, en algún lugar, me tendiera la mano y de alguna manera me salvara, o dos, acabar con mi propia vida”.
Estaba en aquellos momentos tan fuera de sí que se golpeaba la cabeza y el vientre todo el rato. Él creía que su vida no importaba a nadie, aunque en realidad su madre no había dejado de rezar ni un momento.
Pero un día todo empezó a cambiar cuando llamó por teléfono su única abuela viva. La llamada ni siquiera era para él sino para su hermana, a la que invitaba a ir a una convivencia de un grupo de jóvenes católicos. Rob por primera vez creyó que esa podía ser la mano tendida que necesitaba y pidió permiso a su madre para ir con su hermana.
En aquella reunión quedó sorprendido al ver la felicidad de las personas que amaban a Cristo. El sacerdote les había dicho que podían hablar con Jesús. Y Rob estaba tan desesperado que hizo algo que cualquiera le hubiera tildado de loco.
Cuando llegó a su casa se encerró en su habitación y colocó dos sillas, una enfrente de la otra. Él se sentó en una silla e invitó a Jesús a sentarse en la otra. Todos los días hablaba con Él como si estuviera allí y le contaba sus problemas.
Sin embargo, un día Rob experimentó un hecho sobrenatural. Aquella otra silla ya no estaba vacía. “Algo me mantuvo esperando en oración silenciosa por más tiempo de lo habitual, y fue entonces cuando Dios respondió”, asegura el ahora sacerdote.
Cuando Rob abrió los ojos asegura que vio a Jesús. “Fue como si el Espíritu Santo hubiera elegido ese momento para ayudarme a deshacerme de la rabia interior, la soledad y todo el pesar que todavía quedaba en mi corazón”, recuerda Rob.
La vida de este joven empezó a mejorar día a día. Se enganchó a la Iglesia y la felicidad era ya parte de su vida, hasta que, pese a algunas resistencias, decidió ingresar en el Seminario en 2010 para ser sacerdote.
Actualmente, es párroco en Australia y ha cofundando un movimiento juvenil, donde centra gran parte de sus esfuerzos de apostolado. Y además, la música es ahora uno de los elementos más importantes con los que evangeliza. Incluso ha participado en el popular programa de Factor X, donde dio testimonio como un sacerdote joven.
Su testimonio aparece contado al detalle eBreakthrough: A Journey from Desperation to Hope (Ave Maria Press, 2018) (
Ver a Rob con su guitarra, entre los jóvenes a los que evangeliza es precisamente lo que su madre soñó y por lo que tanto rezó y tantas lágrimas derramó pidiendo a Dios y a la Virgen que le ayudaran. Definitivamente, la oración es eficaz si se hace con fe.