El de este joven japonés es uno de los testimonios que Obras Misionales Pontificias y la Conferencia Episcopal dan a conocer de cara a la Jornada por las Vocaciones Nativas. Él que fue criado en una familia no creyente, que se bautizó ya mayor de edad y que sintió la llamada al sacerdocio en un país donde los católicos son apenas el 0,3% de la población, explica por qué es importante que surjan vocaciones nativas en Japón, un país que está siendo devastado por la soledad y el individualismo pese a ser una de las grandes potencias mundiales.
Masahiro relata en una entrevista con Religión en Libertad que nació en una familia que no sólo no era católica sino que no era creyente. “En mi familia no teníamos fe, había influencias del sintoísmo y del budismo pero no teníamos nada de fe”, cuenta este joven seminarista japonés, que asegura que fue él mismo el que empezó a sentir curiosidad por el catolicismo debido a su afición a la lectura y su inquietud intelectual, que se manifestaba desde niño.
Este seminarista de 26 años recuerda que fue en el colegio cuando tuvo su primer encuentro con el cristianismo, pero no por el trato con algún profesor o compañeros, sino por los libros de historia. Le encantaban las lecturas de esta temática, especialmente la historia del mundo y ahí descubrió la de la Iglesia Católica y especialmente la figura del Papa.
Sin embargo, lo que más le llamó poderosamente la atención es que el Papa, pese a que algunos de los pontífices hubieran sido poco ejemplares, participaran en guerras o hicieran política, la Iglesia ha sobrevivido más de 2.000 años cuando el resto de imperios y dinastías han ido cayendo unas tras otras pese a que parecían invencibles.
“Quería saber más cosas”, cuenta Masahiro, que decidió acercarse a la catedral de Oita. Entró dentro y vio que estaban celebrando misa. Una mujer se le acercó y le preguntó si quería hablar con el sacerdote. Allí conoció al padre Damián Kazuki, el sacerdote que ha marcado su vida cristiana y vocación, y que le acompañó desde aquel momento.
Aquel adolescente contó al sacerdote sus inquietudes y el religioso le invitó a conocer más poco a poco a través de unas catequesis. Así se fue despertando la fe en este joven, que durante la Vigilia Pascual de 2010 recibió con 18 años el Bautismo, la Comunión y la Confirmación.
“Yo había leído algunos libros pero fue este sacerdote el que me enseñó, pues no sabía nada sobre la divinidad ni lo sobrenatural”, cuenta Masahiro, que proviene de una familia no religiosa. El padre Kazuki le mostró la “sobrenaturalidad” que se da en la Iglesia Católica, porque “yo pensaba que la Iglesia era una institución humana”. Así se respondía a su pregunta de por qué la Iglesia sobrevivía a las distintas civilizaciones o imperios.
Esta era una respuesta intelectual, pero la respuesta espiritual que marcó su conversión y posterior llamada fue el descubrimiento de uno de los aspectos centrales del cristianismo. “Me enseñó una cosa incluso más importante, la caridad cristiana. Me marcó una frase del Evangelio de San Juan: ‘que os améis unos a otros como yo os he amado’. Me impresionó mucho esta caridad cristiana, nunca había encontrado esto ni en el colegio ni en ningún sitio”, cuenta a este diario.
Su familia se quedó completamente sorprendida por su conversión. El joven nipón reconoce que su padre lo aceptó con más facilidad, no así su madre que “no tenía ni idea del cristianismo” y supuso para él un momento difícil y complicado. Con el tiempo, y tras hablar con ella tanto él como el sacerdote, acabó aceptándolo.
Se convirtió de la noche a la mañana en el único cristiano de su colegio y de su grupo de amigos, aunque algunos de ellos empezaron a tener “intereses sobre el cristianismo y querían saber esta buena nueva. Les hablaba de esto pero fue poco a poco, entonces sólo tenía 18 años.
Llegó a la Universidad donde empezó a estudiar Literatura y durante cuatro años el sacerdote que le presentó el cristianismo le acompañó espiritualmente. “Gracias a su ayuda descubrí mi vocación sacerdotal, supe que quería ser sacerdote, quería ser santo, y Dios me llamó”, afirma.
La Diócesis de Oita llevaba varios años sin tener ninguna vocación japonesa y “providencialmente”, asegura Masahiro, el padre Kazuki había sido antiguo alumno del Colegio Bidasoa en España, y le presentó la posibilidad de formarse allí como sacerdote, y el obispo aceptó.
Si sus padres se quedaron sorprendidos con su conversión, la noticia de querer ser sacerdote fue una bomba. De nuevo, su padre lo entendió y aceptó pero su madre no. “Al principio se enfadó, no lo entendía, no entendía la Iglesia, ni a los sacerdotes. Durante un año hablé con ella, mi padre también ayudó mucho y al final lo entendió bastante bien. Ahora ellos están muy contentos”.
Y así fue como en 2015 llegó a España, que en realidad supuso un gran choque cultural para él. Cuenta Masahiro que “son culturas totalmente distintas. Cuando llegué, el primer año lo dediqué sólo a estudiar lengua castellana. Quería aprender bien el castellano, pero no sólo el idioma, sino también la cultura, la forma de vivir, porque es radicalmente distinto”.
Sin embargo, Masahiro reconoce que ahora es un enamorado de la comida española. “Me gusta mucho la paella y también muchísimo el gazpacho, sobre todo en verano”, cuenta mientras sonríe.
En Bidasoa, donde conviven 100 seminaristas de 22 naciones, se siente como parte de una familia. Y además su director espiritual ha sido misionero en Japón durante casi 50 años, lo que ha sido de gran ayuda para él en este tiempo.
Este joven sabe que tiene una misión muy importante cuando se ordene. “Lo que quiero es dar a conocer a Cristo. Somos 120 millones de habitantes pero los cristianos son el 0,3% o 0,4%, unos tres millones. La mayoría de los cristianos no conoce a Cristo, hay que evangelizar en Japón, anunciar la alegría del Evangelio y aunque ya hay muchos misioneros que pueden anunciar este Evangelio, es necesario que haya japoneses, para que en el país vean que la fe del cristiano no proviene de Occidente sino que es universal”.
Obras Misionales Pontificias organiza estas jornadas de las Vocaciones Nativas y a través de la Obra Pontificia de San Pedro Apóstol sostiene anualmente a 76.917 seminaristas (uno de cada tres en el mundo) y a 5.469 novicios.
El número de vocaciones que nacen en las misiones se ha multiplicado. El número de sacerdotes nativos ha pasado de 46.932 a 88.138 en los últimos treinta años, por lo que prácticamente se han duplicado, siendo África y Asia los lugares donde se da la mayor tasa de intensidad de vocaciones sacerdotales.