Thomas y Kate, los padres de Alfie Evans

, son novios desde los 16 años, cuando se conocieron en el instituto. Tenían 18 cuando ella se quedó embarazada. Con 19 nació Alfie. Con 21 han convertido la lucha por la vida de su hijo en una causa mundial que suscita admiración.

El gesto de Thomas, frustrado por la policía, de intentar rescatar a su hijo y llevárselo en ejercicio de su patria potestad, ha dotado de tintes épicos esa lucha.

 
A las puertas del hospital Alder Hey, cientos de personas, el “ejército de Alfie”, apoyan día y noche a esta joven pareja de una barriada de extrarradio de Liverpool.



Hasta allí se ha desplazado Benedetta Frigerio, de La Nuova Bussola Quotidiana, quien en una entrevista publicada este domingo nos da a conocer un poco más su personalidad.


Kate es la segunda de cuatro hijos en una familia protestante. Él es el octavo de nuevo hijos en una familia católica.
 
“Éramos jóvenes cuando nació, estábamos ante la mayor responsabilidad que te puede pedir la vida”, explica Thomas: “Así que nos hemos sentido bendecidos, animados y curiosos de ver como cambiaríamos. Ese cambio nos hizo madurar. Además, como jamás habría querido que nuestra familia se dividiese, a partir de ese momento quise que fuésemos solos Alfie, Kate y yo, juntos para siempre. Viviríamos las mismas experiencias, aprenderíamos  juntos, dormiríamos juntos, sonreiríamos juntos, lucharíamos juntos”.


Nunca se plantearon abortar. “Jamás. Nunca fue una opción”, afirma Kate, tajante, a pesar de la corta edad de un embarazo que les cambiaba la vida, en el seno de un entorno familiar de pocos recursos.
 
“¡Kate estaba mucho más contenta que yo, te lo puedo garantizar!”, ríe Tom: “Yo decía, oh, tengo solo 18 años, aún soy joven, ni siquiera he podido entrar en un club. Pero ella me decía: Tendremos el niño, yo no aborto, éste es mi hijo”.
 
“Y esto”, continúa el padre de Alfie, “no porque seamos creyentes, no porque lo hayamos programado, sino porque, una vez que tienes un niño, está ahí, es tuyo”: “¡Más suyo que mío, lamentablemente”, bromea, “aunque en cuanto lo cogí en brazos se convirtió en mío!”


Cuando Benedetta les pregunta por su fe, Thomas explica sus orígenes: “Kate nació en una familia protestante. Solo Alfie y yo estamos bautizados como católicos. Cuando yo era pequeño iba a misa, creo en Dios y sé que es Dios quien le ha dado a Alfie sus derechos… Hemos renunciado a todo en nuestra vida por él, pero hemos querido hacerlo y somos felices por haberlo hecho”.
 

Como todo padre, el de Alfie se deshace en sentimientos al hablar de su hijo: “Su rostro, su cuerpo, la suavidad de su piel… Alfie es parte de mí. Alfie ha conquistado nuestro corazón. Y una vez que ha conquistado tu corazón ya no piensas en ti mismo. Piensas solo en él. Ya no piensas en ti de forma individualista. Sí, Alfie nos ha ensanchado el corazón”.
 
“Alfie une a las personas”, ratifica Kate, “las cambia, ha unido a nuestras familias. ¡Ha hecho tanto!”
 
Lo cierto es que ahora Thomas y Kate luchan contra un sistema que es como una apisonadora: un gran hospital, el sistema judicial, las instituciones europeas… Todos coincidentes en un caso que no es solo médico –pues hay centros dispuestos a acoger al pequeño, y de hechoTom acudió a su intento de rescate con una ambulancia apta para el traslado–, sino que concierne de lleno a la patria potestad. Cuando el padre de Alfie reclamó al niño, lo hizo asesorado jurídicamente sobre sus derechos a decidir en qué hospital se trata a su hijo. Lo que parece estar en juego es el sistema de eutanasia encubierta que ampara el sistema de salud británico, y ya fue desvelado por el caso Charlie Guard.
 

Los padres de Alfie no pierden la esperanza y no se despegan de la cama de su hijo, día y noche sin descanso, sometidos a una presión que rompería a otros.
 
“Simplemente, vale la pena”, explica Kate: “Le quiero, es mi hijo. Dicen que somos egoístas por querer que siga viviendo, pero si fuésemos verdaderamente egoístas apagaríamos el respirador, le dejaríamos morir y volveríamos a nuestra vida. Tal vez no sonría, tal vez no haga monadas, pero ¿quién sabe qué pasará en el futuro? Nadie es Dios… Y en todo caso, si quiero cuidar a mi pequeño, independientemente de que se despierte o no, debo poderlo hacer sin que nadie me juzgue mal… ¿Por qué, si no sufre, no podemos seguir cuidándole? Aunque no haga lo que otros niños, Alfie llena nuestra vida. El solo hecho de tenerlo aquí con nosotros nos da la fuerza para seguir adelante, llena nuestra vida. Alfie es un sueño”.
 
“Cuando le veo, solo siento amor y tranquilidad, positividad y bendición”, completa Tom: “Me siento bendecido. Todo mi cuerpo se siente bendecido, me siento como un ángel… Me siento como en un sueño, con este niño tan bonito nacido de Kate y de mí. Quizá sí sufro a veces cuando Kate lo mira y mi corazón late más fuerte, pero en todo caso me siento bendecido, como si volase. No sé si también te ha sucedido a ti. Es la cosa más bella del universo. No hay nadie como Alfie Evans”.