Peters había sido criada en el catolicismo. Cuando tenía 20 años, tuvo un aborto, según ha contado al CatholicSentinel. Su novio le decía que eran demasiado jóvenes para ser padres. “Es lo único que podemos hacer”, le decía. Pidieron cita y él pagó la factura. Ella no quería abortar.
Cuando intentó cancelar la cita, la clínica abortista le dijo que era difícil conseguir una y que, si no aprovechaba la oportunidad ahora, tendría que seguir adelante con el embarazo. Además, el reembolso del dinero no sería completo. “Era un miedo tras otro”, recordaba Peters.
Tras ver una ecografía de su bebé, Peters no quería tomar la pastilla abortiva que le ofrecían. “Pero eran tres personas presionándome. Solo quería acabar con aquello, así que me tragué la pastilla”, ha contado.
Entonces comenzó el estrés post-traumático. Las pesadillas no la dejaron dormir durante años. Padeció una enfermedad mental que ni siquiera aparece en los códigos de medicina, el Síndrome post-abortivo.
“Las mujeres que han sufrido un aborto pueden llegar a tener depresión, problemas de autoestima, dificultades para sentir afecto hacia otros hijos que tengan en el futuro, ansiedad e incluso cambios bruscos de humor”, ha dicho Emily Noack, psiquiatra del Catholic Charities of Oregon (catholiccharitiesoregon.org), que dirige el Proyecto Rachel (projectrachel.ca). Este proyecto también tiene presencia en España (www.proyecto-raquel.com).
Noack y el equipo de Proyecto Rachel han abierto una cuenta de correo electrónico y una línea de teléfono para que tanto hombres como mujeres que hayan pasado una experiencia traumática relacionada con el aborto puedan pedir ayuda. El equipo colabora con otras parroquias, y ofrece una ayuda spiritual personalizada. El paciente puede elegir hablar con un compañero de oración, un sacerdote, una monja… etc.
“Esa colaboración entre las parroquias es clave”, ha explicado Hether Zarrilli, directora de Familia y Apoyo dentro de Catholic Charities of Oregon. “Los sacerdotes no tienen ninguna clase de formación médica, y nosotros no tenemos ninguna formación espiritual. Cuando juntamos ambas disciplinas, el apoyo al paciente es total”.
Cuando Peters volvió a quedarse embarazada, dio a luz a su hija, pese a que el padre las abandonó. “Yo iba a querer a mi hija, pasara lo que pasara. Quería que ella supiera lo importante que era”, ha dicho Peters. También se quedó con su segundo hijo, que, al igual que la primera, llegó de forma inesperada.
Peters también tuvo que enfrentarse al rechazo social de su comunidad. Aunque ahora se siente bienvenida, su familia y amigos la juzgaron muy duramente tras tomar esta decisión. “Es muy fácil juzgar un pecado hasta que compruebas que tiene una historia y una cara”, ha dicho Peters.
Ahora Peters está casada. Su marido ha acogido a los dos hijos de Peters como suyos, y esperan un tercero.