Con la ayuda de los santos, especialmente de Santa Teresita, y gracias al Misterio del Santísimo Sacramento que se exponía en el parque más conocido de Londres, la abogada Kate Paulson tuvo la certeza en su corazón de que debía ser católica. Y así lo hizo poco tiempo después.
Esta conversión que transformó su vida para siempre se produjo durante la visita que el entonces Papa Benedicto XVI realizó en 2010 a Reino Unido cuando en Hyde Park se produjo una Adoración Eucarística en la que en un profundo silencio participaron 80.000 personas, entre ellas Kate junto a su marido, católico, y sus tres hijos pequeños.
Dos hechos concretos marcaron su conversión definitiva
Kate era anglicana practicante y durante años, sobre todo debido a su marido, había sentido cierta atracción hacia el catolicismo, pero nunca lo suficiente como para dar el paso real de convertirse. Dos momentos fueron cruciales en este cambio: la ya mencionada adoración en Londres y el encuentro con unas reliquias de Santa Teresita de Lisieux.
Un año antes del providencial encuentro con Benedicto XVI, las reliquias de la joven santa francesa recorrían Inglaterra llegando en octubre al santuario mariano de Aylesford. Entre la multitud que hacía cola para venerar las reliquias se encontraba la familia Paulson, debido de nuevo al interés de su marido.
Y así fue como este matrimonio de abogados y sus tres hijos, con edades entre los 2 y los 10 años, condujeron durante horas para llegar al santuario. Relata Kate al National Catholic Register: “Fue idea de Graham y realmente no era la forma en la que yo quería pasar un sábado con tres niños pequeños”. Para colmo, cuando llegaron los temores de la mujer se confirmaron pues “las colas eran horribles y era un día muy caluroso”. Hasta tres horas esperó la familia para poder llegar hasta las reliquias de la santa. “Sentí ganas de rendirme –confiesa Kate-, pero de alguna manera sabía que teníamos que llegar al final”.
Cuando finalmente llegaron ante las reliquias tuvieron muy poco tiempo y además no era lo que los niños esperaban ver. Pero aún así ella les mostró lo que representaba. Entonces, un desconocido que se encontraba allí y que había visto toda la escena se acercó y dijo a Kate: “Señora, usted y sus hijos recibirán muchas bendiciones por hacer cola tanto tiempo como han hecho hoy”. Ella se quedó conmovida por estas palabras y tuvo un sentimiento extraño en su interior de que aquella persona “seguro que tenía razón”.
"Excluida y alineada"
Aunque anglicana, Kate se casó por la Iglesia católica con Graham y se comprometió a que los hijos que tuvieran fueran bautizados católicos. Y así se hizo, yendo incluso ella a las misas dominicales con toda la familia. Sin embargo, ella se sentía “excluida y alienada” en la Eucaristía.
Echando la vista atrás y ya como católica, esta abogada británica afirma que en aquel momento “si soy sincera, me sentí un poco marginada. Me sentía mal la mayor parte del tiempo con el catolicismo porque para mí era un club un poco exclusivo”.
Su marido soñaba con su conversión y la animaba a hacerlo. Por complacerle y también por una cierta atracción hacia la Iglesia lo intentó dos veces, pero en ninguna de ellas se sintió preparada ni realmente dispuesta a abrazar la fe católica. Así que lo dejó pasar.
En Hyde Park, junto a Benedicto XVI
Y así llegó la histórica visita del Papa Benedicto XVI a Reino Unido. Uno de los eventos centrles sería el 18 de septiembre en Londres, concretamente en Hyde Park. Ella no tenía la más mínima intención de ir, pero la “presión de grupo” pudo con ella. La parroquia iría y su marido insistía. “Era reacia a ir, ¡no era la idea más divertida pasar el sábado con 80.000 personas y tres niños pequeños en Hyde Park!”.
Finalmente, junto a toda la familia y el resto de los feligreses de la parroquia tomaron un tren que les llevó a Londres donde esperaron la llegada del Papa y la Adoración posterior. Y fue en esta celebración con el Santísimo cuando se produjo la verdadera conversión de Kate.
Benedicto XVI sostenía en alto la Custodia bendiciendo a los presentes y a toda la ciudad de Londres. El silencio era total. “Me resultaba difícil ver al Papa desde la distancia, pero le recuerdo sosteniendo la custodia. Fue entonces cuando me pregunté: ‘¿por qué no soy católica?”. En ese instante se cantó el himno Tell Out My Soul, una versión del Magnificat y entonces lo supo: “tenía que ser católica”.
Desde aquel instante quería ser católica. Y quería serlo ya. De hecho, a la mañana siguiente ya pidió al sacerdote que le admitiera en la Iglesia. Pero el proceso tenía sus tiempos y tuvo que resignarse y esperar unos meses.
La estampita de Santa Teresita
Entonces sucedió otro episodio que la convenció de lo que estaba haciendo y que la unía con aquella visita a las reliquias de Santa Teresita. Mientras se preparaba para su primera confesión llegó la noticia del fallecimiento de un familiar por lo que acabó yéndose a la cama sin preparar bien su alma para aquel momento tan importante.
Recuerda que aquella noche hubo una tormenta terrible y sonó un estruendoso trueno encima de la casa. Según ella, “Dios me estaba diciendo que tenía que tomarme en serio lo que estaba a punto de hacer”. A las 5 de la mañana bajó las escaleras para prepararse bien aquella confesión y buscó su copia del Catecismo que “sabía que enumeraba las diferencias entre los pecados mortales y veniales”. Justo cuando abrió la página que diferenciaba estos pecados cayó un pequeño papel del libro y entonces un gran relámpago iluminó la estancia por lo que pudo ver que en realidad era una estampa de Santa Teresita de Lisieux.
Unida ya al resto de mi familia
Entonces recordó a aquel hombre que tras venerar las reliquias le dijo: “Recibirás grandes gracias”. A Kate además se le ocurrió mirar en ese instante el calendario y se percató que el día en que iba a ser recibida en la Iglesia Católica era justo un año después de la peregrinación para ver a Santa Teresita. “Me puse a llorar, esto era una señal para mí (…) Era consciente de la presencia de Dios, que me decía que esto no era una coincidencia, sino que estaba haciendo lo correcto”.
Rememorando esta conversión, Kate afirma que “cuando finalmente tomé la comunión me llené de alegría. ¡Mi emoción abrumadora en realidad era alivio! Fue el final de un largo viaje y el comienzo de uno nuevo. Finalmente, estaba en unión con el resto de mi familia. Era miembro de la Iglesia, ya no era una extraña”.