Hélène nació en una familia católica, pero "nada practicante". Durante su infancia solo fue alguna vez a misa acompañando a su abuela, cuando algún fin de semana iban a visitarla: "Nunca he ido a catequesis", explica.
Creció en un ambiente vinculado a la música, y se preparó para ser técnico de espectáculos, una profesión que desveló su dureza cuando empezó a practicarla: "Era una vida sobre todo nocturna y no muy ordenada", recuerda.
Hace cinco años cambió de trabajo y empezó a trabajar en una nueva sala donde encontró a una persona que, con el tiempo, resultaría crucial en su vida: "Enseguida simpaticé con una compañera que al poco de conocerme empezó a hablarme de Jesús. Jesús la hacía feliz. Yo me alegraba por ella, pero aquello no era para mí", confiesa a Découvrir Dieu.
Hélène se encontraba entonces en "un momento muy difícil" en su relación de pareja, pues el padre de sus hijos y ella iban a separarse: "Pero cuanto peor estaba yo, más me hablaba de Jesús mi compañera. Realmente empezaba a atraerme, a ser algo importante para mí".
Tanto, que tras hacer una terapia ella misma, y otra con su pareja, decidieron darse una segunda oportunidad, pero mucho más comprometida: el matrimonio. "Y quise casarme por la Iglesia. Yo no sabía muy bien por qué, pero no me sentía llamada a ir al juzgado, sino a la iglesia", dice Hélène.
Entonces entendió la seriedad del paso que daba: "El día de la boda, o al día siguiente, me di cuenta de que aquello no era una simple firma, que no era cosa de dos sino de tres, con Dios".
Tenía un problema con el alcohol, relacionado con la naturaleza nocturna de su trabajo. Por eso, a pesar de su conversión, no se decidía a cortar con ello: "Pero para no 'ir de católica' en el trabajo, decidí seguir bebiendo. Mi entorno no es nada creyente, y no tenía ganas de dar la imagen de 'beata católica'. Quería seguir de fiesta, conservar esa parte de mí".
El giro total sucedió hace un año, durante una marcha al Mont Saint Michel, que la enfrentó de nuevo a esos respetos humanos: "Éramos unos cuarenta. Durante todo el día, mientras caminaba, hablaba de Jesús, realmente era lo que me ayudaba a avanzar. Por la noche, al llegar al final de la etapa, quedábamos en la barra y bebíamos una copa tras otra, y al día siguiente volvíamos a empezar".
Al llegar a su casa de regreso se dio cuenta de que tenía "un problema": "Mi vida eran dos vidas. Me sentía realmente llamada a escoger".
"Y no fue muy complicado escoger", concluye: "Desde entonces no he vuelto a beber alcohol, lo he dejado por completo. Me siento tan libre, me doy cuenta de que es posible irse de fiesta sin emborracharse hasta no poder más. Hoy mi vida tiene mucho más sentido, me siento mucho más radiante que antes... ¡y es más agradable que antes estar en mi presencia!", sostiene entre risas.
Las últimas palabras de su testimonio nos devuelven al momento en el que conoció a aquella compañera de trabajo, y con ella a Aquel de quien ella no hacía más que hablarle: "Jesús es mi apoyo, es la persona que está siempre ahí conmigo. Es mi amigo, ya nunca estoy sola".
Publicado en ReL el 12 de octubre de 2020