La vida del sacerdote belga Josse van der Rest es de auténtica película. A sus casi 94 años, este religioso lleva más de media vida en Chile como misionero pero antes de eso fue jefe scout, joven espía de los británicos, francotirador y fue perseguido por los nazis.
Era una persona que no iba a misa pero su vida llevada al límite le llevó a una abadía benedictina donde se encontró con Dios. Sin embargo, la vocación que se despertó en él le llevó no a esta orden sino a la Compañía de Jesús, donde ha seguido dando la batalla hasta ahora. Alfa y Omega cuenta su historia:
La madre de Josse van der Rest fue doblemente viuda. Su primer marido murió durante la Primera Guerra Mundial y, tras el conflicto, se casó con su cuñado. De esta relación nació en Bruselas (Bélgica) en 1924 Josse y sus tres hermanos. "Mi mamá siempre estuvo dispuesta a que uno de sus hijos fuera religioso, pero no el mayor. Ella quería que yo quedara a cargo de las grandes empresas multinacionales que tenía mi familia", explica Van der Rest en un testimonio publicado por los jesuitas de chile.
El pequeño Josse van der Rest era buen alumno pero muy indisciplinado. Le fueron echando de todos los colegios –todos religiosos– por los que fue pasando. Incluso le expulsaron de un centro de la Compañía de Jesús, congregación a la que entraría años después.
"Nunca pensé en ser cura, de ninguna manera. Fui jefe scout y eso me ayudó mucho". Aunque, de vez en cuando, "me daba vergüenza ser jefe" de niños "que eran mucho más cristianos que yo". Uno de aquellos pequeños a las órdenes de Van der Rest en los Scouts fue precisamente el rey Balduino de Bélgica.
La llegada de la Segunda Guerra Mundial cambió radicalmente la vida de Josse. "Todo nuestro grupo Scout se transformó en un grupo de espionaje para los ingleses". El objetivo era "robar un plano de un submarino chiquitito que hacían los alemanas y organizar también la llegada de las tropas aliadas a Bruselas". Muchos de los compañeros de Josse fueron asesinados por los alemanes. A él solo lo apresaron, pero tiempo después consiguió escapar.
Ya libre consiguió terminar el colegio, comenzó los estudios universitarios y todo sin dejar de ser espía. Además, compatibilizaba la carrera y el espionaje con ser "francotirador". El futuro jesuita debía cambiar de universidad y de ciudad todos los años para que "los alemanes no me ubicaran", asegura en el testimonio publicado. Así, estudió un año de medicina, otro de ingeniería y otro de derecho.
A pesar de cambiar constantemente de emplazamiento, su hogar de referencia seguía siendo la casa de su madre. Ella nunca supo que su hijo era buscado por la policía alemana y tampoco que en el subsuelo de la vivienda familia Josse van der Rest tenía escondido a uno de los jefes de su tropa Scout. "Era un vizconde de Bélgica bien famoso. Yo le daba comida y mi mamá no sabía nada. Tiempo después los alemanes lo apresaron y lo terminaron matando".
En aquella época, "era muy incrédulo y no iba a Misa". Sin embargo, pasaba todas las Semanas Santas en un monasterio benedictino. "Ahí lloraba como Magdalena, hacía adoración nocturna del Santísimo el jueves Santo escuchando los ruiseñores en la noche…". Aquella experiencia le hizo plantearse profesar como benedictino, pero "me dijeron tantas estupideces sobre los jesuitas, que al final terminé entrando a la Compañía".
"Las vueltas de la vida hicieron que años después yo estuviese estudiando Teología en Roma al lado de un alemán". Después de varias conversaciones, "descubrimos que estuvimos frente a frente en la batalla, disparándonos mutuamente". Ante este descubrimiento y la aburrida clase de latín en la que se encontraban, Van der Rest le dijo a su antiguo enemigo: "¿por qué no me mataste, Biesen? mejor hubiese muerto que escuchar a este huevón hablando". '¿Por qué no me mataste tú mejor?', me contestó él".
El padre Josse lleva ya más de medio siglo en Chile como sacerdote
Antes de terminar sus estudios, Josse pidió ser misionero en la India pero el Provincial «me destinó a la capellanía de una universidad de Bruselas donde se propagaba mucho el ateísmo. Es un poco raro ser capellán de eso, pero a mí siempre me ha gustado la gente que no cree en nada".
Poco tiempo después el padre general de la Compañía de Jesús le envió a Chile, donde Josse van der Rest lleva 50 años. "Para mí fue un sacrificio bien grande esta nueva misión. Yo quería quedarme en Bruselas porque me encantaba el desafío de ser capellán de esa universidad. Este nuevo destino era un cambio total de orientación en mi vida".
En Chile, el jesuita ha trabajado principalmente en el Hogar de Cristo. Allí "he presenciado milagros impactante ¿Cómo es posible reunir allí lo más conflictivo de nuestras ciudades, desde borrachines hasta delincuentes, sin tener que recurrir jamás a la policía para resolver algún problema? Muchas veces teníamos 250 hombres con solo un cuidador en la noche, pero al ver el cuadro del “padrecito” en la portería, los amigos sabían que tenían que portarse bien".
La ambulancia del centro "recoge a muchos ancianos en la calle que no sabemos quiénes son ni cómo se llaman. No hay familiares que los vengan a ver. La mayoría están muy enfermos. Hoy mismo fui a dar la extremaunción a uno de ellos. Nos referimos a ellos con nombres de santos jesuitas, y les doy el sacramento en compañía de los médicos y auxiliares que están alrededor", cuenta el jesuita.
"Me emociona ver cómo en la sala para enfermos terminales del Hogar los pobres mueren como ricos: con televisión en color, con oxígeno y todos los cuidados que necesitan, una enfermera que los atiende día y noche. No es como antes, cuando llegué a Chile. Las personas no cabían en el hogar, no nos alcanzaban las camas ni la ropa de cama. A veces decíamos '¿y este por qué no se levanta?' No se levantaba porque estaba muerto".