Erika Bachiochi es doctora en Derecho, católica conversa, provida y madre de 7 hijos. Trabaja en el Abigail Adams Institute, una academia educativa universitaria en Harvard, de artes y filosofía, donde dirige el Proyecto Wollstonecraft, que forma y educa sobre "igualdad sexual y libertad, metafísica realista, ética basada en las virtudes" y "derechos edificados sobre responsabilidades".
Su perfil es peculiar: especialista en jurisprudencia sobre protección a la mujer, teoría feminista en el Derecho, ética sexual y doctrina social católica. Todo junto y revuelto. Escribe de todo eso en columnas periodísticas, ensayos y libros.
Sus amigas y colegas dicen que tiene un don "para acercar a la gente a Dios y a la Iglesia", porque en conversaciones difíciles "es ecuánime e imparcial y siempre trata de ver lo mejor en cada argumento".
Se considera feminista provida, asegura que el aborto "no es una propuesta feminista" y convence a muchas mujeres de ello.
Una infancia y adolescencia dura
Aunque fue bautizada de bebé, Erika creció en una familia sin fe y muy desestructurada. Su madre se divorció tres veces. Dos amigas de su adolescencia se suicidaron. En ese contexto, las adicciones le golpearon en la adolescencia. Pero a los 17 años empezó a ir a un programa de "doce pasos" (basados en Alcohólicos Anónimos: reconocer que se tiene un problema, contar con el apoyo de un Poder Superior, etc...) y empezó a rezar. Consiguió retomar las riendas de su vida.
Como adulta joven estudió Sociología y Estudios sobre la Mujer en Vermont. Es decir, el paquete estándar del progresismo universitario. "Me llamaba a mí misma feminista socialista", cuenta al National Catholic Register. Fue voluntaria un verano del congresista Bernie Sanders, el único de EEUU en declararse socialista (y alcalde durante 8 años en Burlington, Vermont). Hay que recordar que en EEUU la izquierda radical usa muchas etiquetas, pero "socialista" casi nunca.
Ella no sabía mucho sobre Dios, excepto que en la oración le ayudaba a mantener el equilibrio. Erika reflexionaba sobre sí misma y sus heridas, y oraba sobre ellas.
"Dejé de culpar a todos los que me rodeaban, especialmente a mi madre", recuerda. Eso cambió su enfoque de muchas cosas. Dejar de construir la propia vida sobre el resentimiento y el culpar a los demás, es una opción que marca en todo.
Una abortista que admiraba a católicas provida
Erika se consideraba "rotundamente proabortista". Pero le empezó a llamar la atención el trabajo de algunas mujeres católicas relevantes en el mundo del derecho en EEUU. Por ejemplo, Mary Ann Glendon, católica devota, profesora de Harvard que en 1995 representó a la Santa Sede en la Convención sobre la Mujer de la ONU en Pekín. De 2007 a 2009 sería embajadora de EEUU.
Pero a la joven Erika lo que le interesaba en los años 90 es que Glendon formaba parte de un movimiento de mujeres de ambos partidos (Republicano y Demócrata) que defendía el reforzar las comunidades y criticaba el individualismo exacerbado. También le interesaba el trabajo de la profesora de Derecho Helen Alvaré, que era la portavoz de temas provida de los obispos de EEUU.
Erika empezó a interesarse en otros enfoques: la "búsqueda de la verdad" y la filosofía antigua y clásica.
Erika Bachiochi, con su admirada Mary Ann Glendon, en 2021; Glendon fue la primera mujer embajadora de la Santa Sede en congresos internacionales y luego fue embajadora de EEUU ante la Santa Sede.
Jóvenes católicos: profundos, humildes, con amor por Dios
Luego conoció estudiantes en el Club Newman de Middlebury, gente culta e inteligente, pero que, sobre todo, se mostraban humildes, profundos y llenos de amor por Dios. "Buscaban lo que yo quería, pero se entremezclaba todo con charla católica que me hacía sentir muy incómoda", recuerda.
"Así que fui a mi dormitorio, me puse de rodillas -que era mi costumbre- y ante Dios me pregunté si yo tendría un hijo. Este fue el comienzo de mi conversión religiosa".
Poco después, acudiendo a una misa, Erika vivió una experiencia espiritual. No sé si fue porque me habían bautizado de niña, que había una especie de arraigo, o si fue el crucifijo lo que me llegó al corazón", recuerda, “pero supe que [en la Iglesia] estaba en casa”.
Conoció a su marido, católico, después de su conversión. Su primer hijo llegó mientras ella estaba en su tercer año de estudios.
Libros de feminismo provida entre siestas de bebés
Aunque al principio deseaba ser madre en casa "a tiempo completo", la familia necesitaba dinero, ella tenía mucho que decir y escribir y empezó a escribir mientras dormían sus primeros bebés. Eran ensayos sobre mujer, familia, sexo y defensa de la vida: The Cost of Choice y después Women, Sex and the Church: A Case for Catholic Teaching.
En 2011 escribió un artículo para una revista de temas jurídicos con "las intuiciones de muchas feministas provida". Se dio cuenta que ese iba a ser su gran campo.
La clave era negar que el aborto fuera necesario para que las mujeres tuvieran igualdad respeto a los hombres.
Separar el grano de la paja
Dice que en sus libros aborda la teoría jurídica feminista "con mucho respeto", analizando cada argumento, para "separar el grano de la paja". Y así encontrar los puntos comunes.
Por otra parte, reflexionó sobre la vida familiar y el cuidado de niños: "Si te entregas como ellos necesitan, eso proporciona sabiduría y puede convertirse en la cruz necesaria", dice, para crecer en virtud e ir fortaleciéndose uno mismo.
Su último libro es The Rights of Women: Reclaiming a Lost Vision/ Catholic Ideas for a Secular World (Los derechos de la mujer: recuperar una visión perdida/ Ideas católicas para un mundo secular).
Propone que los provida, en vez de centrarse en "el derecho a vivir", planteen "los deberes de cuidado que la madre y el padre deben a su hijo, y entre sí". Anima a proponer un discurso sobre "responsabilidades mutuas", porque "cumplir nuestras responsabilidades virtuosamente es lo que nos hace felices como seres humanos. Inicia un ciclo virtuoso de cuidado mutuo". Y siempre, añade, poniendo la caridad por delante de cualquier discusión.