Son muchos los católicos, desde el Papa a sacerdotes, monjas y laicos, que ayudaron a salvar la vida de numerosos judíos durante la persecución nazi en la II Guerra Mundial. Son las propias historias de los supervivientes las que desmontan la leyenda negra que todavía hoy circula de que la Iglesia no hizo nada contra el nazismo.
Una de estas historias tiene como protagonista a una humilde monja francesa, la hermana Denise Bergon, religiosa del convento de Nuestra Señora de Massip de Capdenac, y que salvó a 83 niños judíos ocultándolos en su interior jugándose la vida.
Las hermanas Hélène y Annie son dos de aquellas niñas judías que fueron salvadas por esta monja, reconocida hoy como “justa entre las naciones” por Israel, y que han contado su historia a la BBC.
Dos hermanas judías entre los nazis
Ambas provenían de la región de Alsacia, fronteriza con Alemania, y tras la invasión alemana su vida empezó a correr peligro. Un buen día mientras Hélène jugaba con su hermana pequeña Ida apareció un camión militar con soldados alemanes.
Annie y Hélène, en los extremos, junto a la hermana Bergon, en el memorial que se instaló en el convento para recordar esta hazaña.
Rápidamente, la familia huyó a la Francia todavía no ocupada, y para ello decidieron separarse. Su padre y su Annie fueron arrestados y llevados un campo cerca de Tours. Su madre, ella y la pequeña Ida lograron llegar a su destino.
Las huida constante
Pero un año más tarde un nuevo camión militar volvió a aparecer en su nuevo domicilio. Esta vez Hélène escapó por un lado, y su madre y su hermana pequeña por otro. Nunca más volvió a verlas.
La niña judía espero escondida en el bosque y luego fue a casa de unos amigos de la zona. Por su parte, su hermana mayor Annie logró escapar del campo de Tours al que había sido llevada junto a su padre.
Annie tenía 16 años y logró llegar hasta la casa de su tía en Toulouse, La familia de su tía no estaba registrada como judía y podía hacerse pasar por católica, pero Annie no podía. En 1942, la policía ordenó que se les mostrara el libro de familia de todos. "La suerte de mi vida fue que Ida, mi prima, había ido a comprar el pan. Así que mi tía me presentó como si fuera ella. Por eso a veces creo en los milagros", cuenta Annie.
Poco después de la llegada de Annie a Toulouse, su tía recibió una carta de Hélène desde su escondite. Entonces coordinó su rescate. Así, una mujer de la Resistencia Francesa se presentó una noche en la casa donde estaba Hélène. "Dijo que venía a buscarme", recuerda.
La Iglesia entra en escena
Es en este punto en el que entra en escena en esta historia el importante papel de la Iglesia Católica. En agosto de 1942 el arzobispo Saliège, de Toulouse, escribió una carta a sus sacerdotes: "En nuestra diócesis han ocurrido escenas perturbadoras. Están separando familias y mandando a sus miembros a destinos desconocidos. Los judíos son hombres y mujeres, parte de la raza humana. Son nuestros hermanos. Un cristiano no puede olvidarse de eso", decía la carta.
La hermana Denise Bergon se sintió interpelada con la carta. "Esta llamada nos conmovió profundamente y tal emoción se apoderó de nuestros corazones. La respuesta favorable a esta carta fue testimonio de la fuerza de nuestra religión sobre cualquier raza o partido", escribió Bergon en 1946, tras terminar la guerra.
Annie, junto a la hermana Bergon
El convento de esta religiosa gestionaba también allí un internado y por ello pensó que podrían esconder a los niños judíos entre sus alumnos católicos. Y tras el miedo inicial recibió el apoyo del arzobispo.
En el invierno de 1942, la hermana Bergon recogió a varios niños judíos que se escondían en los bosques y valles en las inmediaciones de su región. Hasta 83 judíos llegó a esconder en el internado. Entre ellos estaban tanto Annie como Hélène.
"Se portó como si fuera mi madre"
"Al llegar, la hermana Bergon me llevó a una habitación e intentó hacerme sentir que mis padres seguían aquí. Se portó como si fuera mi madre", describe Hélène a la BBC.
La hermana Bergon escribió también cómo fueron aquellos momentos: "Desde comienzos de 1944, la búsqueda de judíos se volvió más estrecha y numerosa. Nos llegaban solicitudes de refugio de todas partes. Recibimos cerca de 15 niñas pequeñas. Algunas de ellas consiguieron escapar milagrosamente de la persecución de la Gestapo".
"Se convirtieron en nuestros niños. Nos comprometimos a devolverlos a salvo a sus familias", añadía. Y la realidad que las únicas personas que sabían la verdad sobre el origen de los niños eran la directora de la escuela, el capellán y otras dos hermanas. Las otras 11 monjas sabían que los niños eran refugiados de la región de Alsacia y Lorena, pero desconocían que eran judíos.
Como los niños no estaban familiarizados con los ritos católicos, la forma que encontraron de no levantar sospechas fue haciéndose pasar por comunistas. "En el este de Francia había muchas ciudades industriales cuyos trabajadores eran comunistas. Hacíamos como que no sabíamos nada sobre religión", dijo Annie.
Annie, junto a la trampilla que daba al hueco en el que tuvo que permanecer escondida durante días con otros niños
Escondidos en pequeños agujeros
Pero cada día que pasaba el riesgo era mayor para los niños. Y finalmente decidió esconder a los niños en un lugar oculto dentro del internado. Uno de los grupos, donde estaba Annie, fue llevado a la capilla. "El capellán era un hombre fuerte y podía levantar los bancos. Abrió una trampilla en el suelo y nos metieron allí", recuerda Annie. El agujero medía 2,5 metros de largo y tenía 1,5 metros de altura. Allí se escondieron siete niños durante cinco días.
No podían ni tumbarse para dormir Solo se les permitía salir momentos cortos a primera hora de la mañana para estirar las piernas, comer, beber e ir al baño. Aquella experiencia en ese minúsculo lugar marcó para siempre a Annie, que desde entonces ha tenido que dormir siempre con una pequeña luz en la habitación. Hélène, por su parte, tuvo más suerte y esos días fue llevada a una casa con una familia del pueblo.
Finalmente, tras la liberación del sur de Francia en agosto de 1944, los niños judíos comenzaron a abandonar el convento. Annie y Hélène sobrevivieron pero sus padres y su hermana pequeña fueron asesinados en Auschwitz.
Mientras tanto, la hermana Bergon permaneció en el convento y continuó trabajando hasta su muerte en 2006 a la edad de 94 años. En 1980 recibió honores por parte del Centro Conmemorativo del Holocausto y fue nombrada como "Justa de la Naciones".