Peter Gombita, de 61 años, es uno de los sacerdotes católicos más conocidos de Eslovaquia por su trabajo con gente sin hogar en la asociación Oasis Esperanza de Nueva Vida (new.oaza-nadej.org) y por las maratones que corre para recaudar fondos para ayudarles. 

Ha corrido, por ejemplo, 1.550 kilómetros desde su ciudad eslovaca de Kosice hasta el Vaticano, en 50 días. Dormía en una autocaravana de apoyo, celebraba la misa en ella, y seguía corriendo, acompañado de su perro (la asociación, con una gran granja, acoge también perros maltratados y abandonados, que hacen compañía a sus otros habitantes en proceso de mejoría).



También participa en las fiestas llamadas "de morsas" o "de focas": gente que se baña en el río helado en invierno para recaudar fondos y llamar la atención de los medios. Kosice le dio un premio como Personalidad Destacada en 2017. 



Pero el padre Gombita no siempre fue una persona de fe. De hecho, durante unos años, pese a entender que Dios tenía que existir, decidió alejarse de Él, vivir ignorándolo, dedicándose a otras cosas. Ha contado su testimonio en el portal eslovaco MojPribeh.sk



Cuando está corriendo maratones en el extranjero, celebra la misa en la autocaravana de la asociación


"Mis padres me dieron la fe. La creencia en Dios era parte de su vida, de sus pensamientos, palabras y obras. Mi familia no sólo iba a la Santa Misa, sino que vivía en la práctica la Palabra", afirma Gombita. 

Pero cuando llegó la adolescencia el joven Peter se alejó de Dios. Todo empezó con un cuestionario que tenía que rellenar en la escuela, en el que se le preguntaba si iba a alguna iglesia, si le enseñaban a rezar, si rezaba en casa con alguien. Eran los años 60 en la Checoslovaquia comunista, quizá el régimen comunista más eficaz y sistemático a la hora de desmantelar la Iglesia en su territorio, aunque en las zonas rurales de Eslovaquia había menos control.


Maratón de Kosice al Vaticano: 1.550 kilómetros

Él sabía que se metería en problemas si explicaba toda la verdad, que su familia era devota y practicante. Así que escribió que no iba a la iglesia y que solo sabía algunas oraciones que le enseñó su abuela y que nunca había pensado en el tema de Dios. 

Cuando entregó el cuestionario se sintió mal. "La tristeza, la ira y el remordimiento me vinieron a la mente. No había escrito la verdad, era un cobarde. Y yo no quería serlo. Así que racionalicé mi acto preguntándome: ¿pero de verdad Dios existe? Y me dije que quizá no existía". 


Además, en la misa, en latín en esa época, no entendía nada. Y el cura siempre predicaba lo mismo y hablaba de Dios como un policía que te vigila, esperando a castigarte. De la parroquia, en realidad, entendió, le interesaba solo ver a los amigos y hablar con ellos de fútbol o películas... No veía a Dios en su vida ni en la parroquia y no entendía por qué su padre rezaba de rodillas con fervor. 

Pero, por otra parte, al joven Peter le gustaba ir a la naturaleza, pasear, pescar peces y cangrejos, recoger setas y mirar el hermoso cielo nocturno. En toda esa belleza, en ese esplendor y orden, tenía que haber Alguien detrás de las leyes de la Naturaleza para que todo funcionase. Podía aceptar ese Dios, pero no quería saber nada del Dios enojado que amenaza con infiernos y castigos del que hablaba su párroco. 

Aunque su mente aceptaba a Dios, lo rechazó en su vida, en su corazón. No quería estar bajo la sombra de un castigador que le llenaba de tristeza.




Pero en cierto momento, se planteó una pregunta: Si Dios existe, ¿qué pasaría si me lo encuentro, cómo sería eso?

"Cuando dejé entrar esta pregunta en mi interior, unos sentimientos de alegría, felicidad, paz y amor vinieron con ella. Y esos sentimientos se hacían más y más fuertes. Y en un momento, en un punto, estaba tan lleno de felicidad y amor que comprendí, sentí y percibí, e incluso viví, que este era Dios. Fue algo tan poderoso y grandioso que me quedó claro que Él no podía vivir en el cuerpo humano sin dejar rastro de Él". 




Durante unos 4 años sintió que Dios estaba con Él, que vivía en su interior, con ese gozo y paz. Y, sin embargo, él, por fuera intentaba parecer normal: estudiaba, trabajaba, jugaba a fútbol y salía con una chica. Pero, por dentro, sentía que vivía en otro mundo.

Pensó en compartir esa alegría interior, comentarla con otros pero... ¿cómo hacerlo? Y eso le llevó a la idea de ser sacerdote. Se asustó. ¿Acaso no quería casarse y ser padre? Durante un año reflexionó, inquieto. 

Rezó entonces a Dios, con intensidad, de forma personal, auténtica. Pidió a Dios que le guiase. Y su deseo de ser sacerdote y estar más y más cerca de Dios se hizo más fuerte e intenso. 




Además, con esa alegría en su corazón, sus hábitos y comportamientos habían cambiado. Por ejemplo, dejó de fumar. Más aún, si alguien tiraba colillas al suelo, las recogía y limpiaba el lugar. También él era más aseado. Había amigos que se molestaban con eso.

Además, en un país comunista lleno de triquiñuelas laborales (salir los viernes antes de hora firmando que trabajabas hasta tarde, o usar una tarjeta de tranvía que no correspondía) él se empeñaba en ser cumplidor y exacto con esas cosas. Le daba la sensación de que lo otro era robar. Y cada vez que arreglaba alguno de estos espacios de su vida, se sentía más feliz

Finalmente, llegó el momento en que acudió a confesarse. "Y literalmente le dije a Dios que sí", explica. 

Rompió con la novia y se entregó a Dios. Y pronto lo hizo a través de los más desfavorecidos.




Empezó con chicos que pasaban mucho tiempo en la calle, que se veía que no acabarían los estudios ni trabajarían. Jugaba con ellos a fútbol, se hacía amigo y los empezaba a acompañar.

Más adelante, puso en marcha el Oasis Esperanza de Nueva Vida, dirigido a las personas que han tocado fondo, las que no tienen ni hogar ni trabajo ni esperanza, ni hábitos ni higiene ni autoestima.

Con ellos come, cena, reza, trabaja, duerme. Los acompaña y la granja del Oasis les da hábitos, contacto con los animales, las plantas, sobriedad, dominio de sí.



"Cuando trabajo con las personas más desafortunadas, veo cómo el mal ha roto sus vidas, su familia y su salud. Y veo que cuando un hombre tan "roto" invita a Dios a su vida, su vida cambia y sana gradualmente. Cada vez que ayudamos a otra persona, también afecta nuestras propias vidas. Me encuentro con Jesús a través de la belleza y la bondad del ayudar a otros. Invito a la gente a realizar ese viaje: es la única forma de garantizar una vida feliz y bendecida".

Más fotos de la comunidad Oasis y del padre Peter Gombita y sus retos en su Facebook:
https://www.facebook.com/peter.gombita.31


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