Desde la pasada Semana Santa, Grant Hartley es un joven converso a la fe católica. Además de escritor, participa en podcasts y programas donde aborda la sexualidad bajo la moral cristiana. Sin embargo, este es el último capítulo de un largo viaje que ha contado en America Magazine: Fue educado como baptista, y tanto entonces como tras su conversión quiere vivir sus sentimientos homosexuales conforme a su fe.
El ateísmo, imposible para Grant
Grant nació en la ciudad de St. Louis, en el estado sureño de Misuri (Estados Unidos). Recuerda que sus padres se preocuparon por educarle en la iglesia baptista incluso “desde antes de nacer: "Cuando tenía 8 años me sometí a la autoridad de Jesús en mi vida y semanas después me bauticé. Supe, como sé ahora, que la sangre de Cristo me limpia”.
“Pero años después, cuando descubrí que era homosexual, me sentí sucio de nuevo. Crecer como gay y baptista me hizo sentirme completamente solo: rezaba para que fuese una fase, lo mantenía en secreto con miedo e incluso me preguntaba si Dios podría estar enfadado conmigo”, relata. Pero “pronto supe que la falta de fe era una opción imposible para mí”.
Se entregó al apostolado con homosexuales
“Dios hizo todo lo posible para reafirmar su amor por mí”, explica. Grant comenzó a colaborar en un apostolado universitario evangélico durante la universidad. Allí supo que Dios no le amaba de un modo abstracto o utópico: “Me atreví a pensar que Cristo me tenía en mente al ofrecer su vida”.
Su colaboración con el apostolado dio un nuevo sentido a su lucha personal. “Después de manifestar mi homosexualidad, sentí la llamada de compartir el amor de Dios con personas como yo. Esto me llevó a formar parte del personal del apostolado que cambió mi vida”.
Grant se ha comprometido al celibato y comparte el amor de Dios en el apostolado.
Una sexualidad coherente con su fe
“Sentía una responsabilidad especial por compartir el amor de Dios con otras personas homosexuales, y al mismo tiempo, anhelaba vivir la coherencia con la ética sexual”. Debido a su estudio de las Escrituras, Grant compartía la enseñanza de la Iglesia católica sobre las prácticas homosexuales, y se decidió a vivir el celibato de por vida.
“Me desanimó la hipocresía de tanta gente al demonizar las minorías mientras mira hacia otro lado cuando se trata de los pecados sexuales de personas heterosexuales. Sentí que la ética sexual debería ser vivida por todos –heterosexuales y homosexuales, solteros y casados– y busqué alguna forma de unificar y dar sentido a las enseñanzas bíblicas sobre moral sexual”.
Grant se inscribió a clases de religión durante la universidad, y aprovechó para profundizar en su formación cultural. Esto le permitió ser consciente de cómo los entornos de su infancia y adolescencia le hicieron ser una persona individualista, incapaz de comprender toda la verdad de las Escrituras.
Su vida no encajaba en la iglesia evangélica
“Comencé a sentir que la única solución a esta perspectiva limitada pasaba por asimilar la gran historia de Dios y su participación activa en la Iglesia”, explica: “Debía confiar en la tradición y la autoridad de esa iglesia como si fuese un ancla”.
Grant pasó años meditado sobre esta decisión. Conceptos como su misión apostólica, la coherencia, la historia de la Iglesia o su propia autoridad le acompañaron hasta su conversión: “Como homosexual, me había acostumbrado a sentirme fuera de lugar en los espacios evangélicos, pero comencé a sentir que lo que no encajaba era la misma religión evangélica. Comencé a ver como esos valores parecían mejor representados e incorporados por la Iglesia católica”
Chesterton, Waugh o Shusaku Endo le acompañaron
Durante su proceso de conversión, Grant no estuvo solo. “El testimonio de otros católicos iluminó mi camino. Gay y católico de Eve Tushnet fue un soplo de aire fresco. También leí Retorno a Brideshead de Evelyn Waugh; Ortodoxia de Chesterton o Silencio de Shusaku Endo”. Su “punto de inflexión”, llegó con Paul Elie y La vida que salvas puede ser la tuya. “Dorothy Day me enseñó cómo podía tener una fe firme y coherente y realizar una búsqueda radical de la justicia”, añade.
“Me tomé mi tiempo”, añade Grant. “Después de las primeras semanas yendo a misa, volvía llorando a casa, abrumado por un cambio tan drástico", pero acabó siendo para él "como la entrada a una vida nueva”.
La Eucaristía, remedio para los débiles
"Llegar a la Iglesia católica no fue tanto una separación radical de todo lo que había conocido antes, sino que fue un nuevo capítulo que me permitió abrazarlo y construir sobre todo mi pasado", explica.
Desde la Vigilia Pascual de 2021, Grant es miembro pleno de la Iglesia, y desde entonces, cree que “la Eucaristía no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio para los débiles”.