Ann es, además, una católica conversa. Fue agnóstica en su juventud, a los 30 años empezó a ir a la Iglesia Anglicana y más tarde, en 1993, se hizo católica. "A la Iglesia Católica no le importa si algo es impopular", ha declarado en ocasiones como una razón a su favor.
Ann es muy conocida en Inglaterra por defender sus ideales católicos y no callarse ante lo que considera injusto, especialmente cuando estaba en la primera línea de la política. Sus opiniones contra el matrimonio homosexual y el aborto entre otros temas han hecho que muchos medios de izquierda ingleses la hayan convertido en su diana particular. Ann se retiró en 2010 de la vida política, pero este año ha decidido dar un paso que ha sorprendido a muchos y ha participado en el programa de Gran Hermano.
En este reality de televisión se encierra a un grupo de entre 10 y 15 personas en una casa durante semanas o incluso meses. La casa está repleta de cámaras y micrófonos que permiten al espectador ver y oír lo que ocurre en su interior.
Las personas que conviven en la casa se nominan entre ellas para echar a alguien, y más tarde el público vota a qué nominado echar. El objetivo es ser el último en salir. Ann lo describe como un programa secular, vulgar y cargado de escenas o situaciones explícitas.
De los 16 concursantes, tan solo otros tres eran cristianos: un rapero, un miembro de una banda de pop y una estrella de los realities. Ann cuenta que cada domingo que pasó en la casa de Gran Hermano, ella y los otros tres cristianos (uno de ellos evangélico), que había allí se juntaban para rezar.
“Muchos creyentes modernos piensan que no es seguro expresar ideas cristianas porque la gente se ofende”, explica Ann. “Pero, como dijo San Pablo, creemos, y por lo tanto hablamos”.
Cuando rezaban los cristianos, uno o dos habitantes de la casa no creyentes se unían a la oración. “Querían paz y alejarse del ruido”.
Cada vez que los concursantes del programa debatían, Ann no tenía miedo de oponerse abiertamente al aborto y al matrimonio homosexual. “Todo el mundo pensaba que esto haría que el público me echase de la casa enseguida, pero llegué hasta el final de la competición”.
Ann pudo reflexionar sobre ciertas cosas durante el concurso. La primera fue la libertad que tuvo para expresar sus ideas, y la paradoja que eso suponía por las dificultades que tiene una persona no famosa.
“Prácticamente todos los concursantes se oponían a mis ideas, pero en esta época de corrección política, ponían como excusa para evitar debatir el defender mi libertad de expresión”, explica Ann.
“Lo realmente lamentable es que (nosotros) las celebridades podamos decir cualquier cosa por la televisión sin temor a represalias, y que algunas personas normales puedan ver su puesto de trabajo comprometido por decir cosas como “que Dios te bendiga” u ofrecerse a rezar por alguien”, comenta Ann indignada.
A propósito de esto, Ann cita algunos casos famosos en Inglaterra como el de Ashers Bakers, una pequeña pastelería que se negó a poner un mensaje a favor del matrimonio homosexual en una de sus tartas por motivos religiosos. La pastelería fue perseguida y vapuleada por los medios y también judicialmente.
Ann descubrió durante el concurso que el cristianismo despertaba curiosidad. “Ahora a los niños, incluso a aquellos de familias creyentes, no se les enseña correctamente las escrituras”, reflexiona Ann. “Piensan que en Pascua un conejo llega y te da huevos de chocolate. Hay una generación que no tiene una opinión formada del cristianismo porque ni siquiera lo conoce. Por eso ahora, para muchos, oír cosas sobre el cristianismo es curioso e incluso intrigante”.
Esto no significa que Ann impusiera su fe de forma agresiva al resto de concursantes. “A veces, bendecíamos la comida en alto; conseguíamos un par de “amenes” de vez en cuando, pero nunca les obligamos a hacer nada”, cuenta Ann.
“Yo por ejemplo, cuando rezaba por las noches, lo hacía una vez me había metido en la cama, no me arrodillaba (los concursantes comparten cuarto). A veces, la diferencia entre ser un testigo humilde de Cristo y un pelmazo es muy leve”.
Al final, muchos se animaron a probar. “Como he dicho, algunos se unían a nuestras oraciones. Es razonable pensar que alguno pueda haber tenido más curiosidad y haya visitado una parroquia o ido a un grupo”.
Ann es consciente de que el presente es desalentador, pero se muestra optimista respecto al futuro. “Por lo que he vivido en el concurso, creo que no debemos ser pesimistas ante el secularismo rampante y el militarismo ateo actuales”, explica Ann. “Hay mucha gente que quiere saber más sobre el cristianismo. Tenemos que hablarles”
El caso de Ann recuerda al de Juan Molina, sacerdote español que participó en una de las ediciones de Gran Hermano en España en circunstancias que no gustaron a muchos. Él mismo dijo después que no había sido una magnífica idea, aunque explica también que fue allí donde adquirió una gran devoción por el rosario y que también pudo acercar algo de la fe a más personas.