con su rap lleno de insultos y descalificaciones y con una vida que le llevó incluso a "desaparecer" de casa durane días. Pero entonces, experimentó una fuerte conversión que le dio un vuelvo a su vida y ahora es un devoto católico que evangeliza con canciones que ahora hablan de amor y perdón. El colaborador de ReL, el periodista Álex Navajas, ha entrevistado a este joven para Pórtico, publicación que se reparte en las parroquias y este es el resultado:
El tráfico en Madrid está imposible y llego tarde a mi cita. “Si ves que vas a tardar un poco más, dímelo y me voy corriendo a visitar al Señor a la parroquia”, me contesta por mensaje directo de Instagram. El que tiene prisa por pasarse por la capilla es Grilex, el rapero de 23 años con el que he quedado en un céntrico local de comida rápida de Madrid.
Cuando uno piensa en un cantante de rap, se imagina a un joven con la gorra ladeada, sudadera amplia, collares dorados, pendientes y zapatillas de deporte. Al menos, ésa era la imagen que a mí me venía a la cabeza. Pero el joven que aparece viste normal, incluso clásico. “Es que no me considero rapero. El rapero tiene una forma de vestir y de comportarse que no es la mía. Digamos que yo hago rap”, me dice.
Comencé a escuchar rap desde pequeño. Luego, a los 18 años, mi hermano tuvo que estar dos meses ingresado en el hospital. Se iba a morir, y a mí eso me creaba mucha tensión psicológica. Así que me senté a escribir todo lo que sentía, me vacié y compuse una canción para mi hermano. La subí a YouTube y empecé a tener muchos “Me gusta” y comentarios diciendo que yo era bueno rapeando.
- Es que tengo mucho dentro, y cantando expreso todo lo que siento.
Grilex, actuando en una peregrinación juvenil en Guadalupe, Archidiócesis de Toledo
Bueno, también tengo mis heridas y mis cicatrices.
Después de lo de mi hermano, que se recuperó, fui subiendo más canciones a YouTube. Atacaba y criticaba todo lo que no me gustaba, y me daba cuenta de que, cuando ridiculizaba a alguien, tenía muchos “Likes”.
- Exacto. Ése es el problema de buscar los “Me gusta”: que te da igual dejar mal a cualquier persona o usar tu cuerpo para conseguir más. Mi música tenía tirón, gustaba; llegué a los 21.000 seguidores en Instagram, pero me cerré la cuenta.
- Sí, mucho. Pero empecé de nuevo. ¿Sabes? Yo creo que el ser humano no está diseñado para ser famoso. El único que debe tener seguidores es Cristo, pero no el hombre, porque cuanto más creces, más asfixiado te sientes.
- Era un católico de pega: de esos que los domingos son de una forma y de lunes a viernes, de otra. Mi familia es católica; he nacido en tierra del Profeta.
- Pero dejé de practicar. Me empecé a sentir asqueado de todo lo que hacía; me sentía solo. Dejé los estudios y hacía lo que me daba la gana. Desaparecía de mi casa durante días. Comencé a pensar que la Iglesia era una secta, que todos los curas eran unos pederastas y esas cosas, y me fui envenenando.
- Un día, mi madre me pidió que le diera 45 minutos de mi tiempo para acompañarla a misa. Le dije que ni hablar, pero me insistió y fui. Al acabar la misa, se me acercó una chica para saludarme porque me conocía de oídas, y me dio un abrazo. Me invitó a una cena del curso Alpha que iba a haber en unos días. La chica era muy guapa, y le dije que sí.
- Efectivamente. En la cena me pusieron en la mesa de jóvenes. Recuerdo que las charlas y los debates no me impactaron, pero lo que me llamó de verdad la atención fueron las caras de felicidad de los que servían la cena.
- A ver, yo estaba acostumbrado a un ambiente frío, hostil, de prepotencia y orgullo, donde nadie hacía nada por nadie. Y esas caras de felicidad me impactaron. Así que decidí volver a la semana siguiente, para ver si esos rostros eran reales. Seguían felices, y a la semana siguiente, lo mismo. Pensé: “Les voy a pedir qué se toman para tener esas caras de felicidad, porque yo quiero lo mismo”.
- Sí; les pregunté y me respondieron: “El hecho de servirte me hace feliz”.
- Más o menos. Seguí quedando con la chica ésta guapa y trataba de envenenarla con mis pensamientos. No aceptaba ver a la gente feliz; sentía asco por ellos y quería apagar a esa persona. Cuando uno está en la oscuridad, rehúye de la luz…
- ¿Ah sí?
- Pues no lo sabía. A veces me pasan estas cosas: que me preguntan si sé teología o algo, pero no, yo es de lo que he ido aprendiendo. He tenido encontronazos con Dios. Con esta chica, por ejemplo, expulsaba mi veneno, pero ella me daba argumentos que me dejaban loco.
- Sí. Llegué a tener 102.000 reproducciones de una de mis canciones en YouTube. Pero muchas de esas canciones las he borrado después, porque estaban cargadas de odio y ataques. Después de escuchar una de ellas, una antigua amiga me escribió por Instagram y me dijo: “¿Te das cuenta de que haces basura con el don que tienes?”. Eso me afectó muchísimo y estuve siete meses sin poder escribir ninguna canción. Poco después, esta misma amiga me dijo que me había apuntado a unas convivencias de su parroquia y que ya había pagado, así que tenía que ir.
- Aquí fue mi verdadera conversión. La convivencia me tocó; el Espíritu Santo entró en mí completamente. Sentí tal oleada de amor y comprensión que me rompió todos mis esquemas. Me pasé tres días llorando, por sentirme tan aceptado y querido. Habían rezado para que el Espíritu entrara en mí.
- Sí, así lo llamaron.
- Creo que sí. Sentí que estaba unido al Espíritu Santo por un hilo de fuego y que, con la oración, ese hilo se transformaba en una llamarada potentísima.
- Sí. Por eso decidí que todo mi rap desde ese momento tenía que ser para el Señor. Dejar atrás todos los ataques y ridiculizaciones. Así que le escribí una carta a Dios, expresando cómo me sentía, porque quería liberarme, y salió la canción “Te pido”. No me había dado cuenta, pero esa carta tenía métrica de rap…
- Por lo general, mal. Cuando le presenté esta canción a mi productor, me dijo que no me la iba a publicar, que estaba destruyendo todo lo que había estado levantando durante años.
- He tratado de evangelizar desde el rap, y es lo que quiero seguir haciendo. En unos meses saco mi nuevo disco, “Kenosis”. Ahora la gente se piensa que soy un santo, porque voy a misa y oro, pero eso no es verdad. Tengo muchas debilidades, y a veces me cuesta tener inspiración. Así que tengo un pique con el Espíritu Santo y le digo: “Venga, que el disco se acerca y tengo que sacar esta canción”. Y me inspira. A veces siento que el demonio me dice: “No te muestres débil; muéstrate santo y elevado”, y yo no quiero que sea así. Mi novia me ayuda mucho en esto, porque en como una pequeña representación de Cristo, una cristiana de las buenas, que me baja cuando me elevo…