En este punto, el varón tiene una importancia capital. El feminismo, sobre todo, y otras ideologías radicales están consiguiendo calar en la sociedad y en las leyes intentando desvirtuar el papel asociado al hombre e intentando eliminar las diferencias entre los sexos en una mal entendida igualdad. Que haya igualdad entre hombre y mujer no significa que hombres y mujeres sean iguales.
Por ello, en la Iglesia Católica se está intentando revitalizar la importancia de la masculinidad y el papel del hombre en la familia y la sociedad. Muchas iniciativas se están llevando a cabo en este sentido como la conferencia Into the Breach (En la brecha) patrocinada por el obispo de Phoenix y en la que se repartió una interesante reflexión de monseñor Chaput, franciscano e indio de la tribu potawatomi.
Su texto se titula “La memoria, el sexo y la realización del ‘hombre nuevo’ y el arzobispo estadounidense afirma que “estamos aquí para recuperar lo que significa ser hombres, y especialmente cómo vivir como hombres cristianos de sustancia y virtud”.
Charles Chaput fue nombrado por Benedicto XVI arzobispo de Filadelfia en 2011
Chaput empieza su análisis recalcando la importancia de la memoria, “piedra angular de nuestra identidad”. No hay que olvidar de dónde venimos, cuál es nuestra historia para así poder contrarrestar las mentiras que se han sembrado durante mucho tiempo.
“La memoria es el almacén de todo lo que hemos aprendido, de todo nuestro amor, de todas nuestras experiencias y de todo su significado. La memoria da historia a nuestras vidas. Moldea la forma en que entendemos el mundo y nos acercamos al futuro. Entonces, cuando perdemos la memoria no convertimos en una especie de ‘no persona’. Perdemos parte de nuestra sustancia. Y eso significa que otras personas tienen el poder de decirnos quiénes somos y qué significa nuestra vida, ya sea diciendo la verdad o no”, explica el arzobispo de Filadelfia.
De este modo, al igual que la memoria sirve de ancla de la historia individual de cada persona, “la historia juega el mismo papel para las culturas, las naciones y las comunidades de fe”. Por ello, advierte que “cuando los cristianos perdemos el conocimiento de nuestra propia historia, nuestra identidad, otros con mucho gusto nos ofrecerán una versión revisada, una versión que se adapte a sus propios objetivos y fanatismos, y no necesariamente a la verdad”.
Cuando esto ocurre las consecuencias pueden ser nefastas. “Una comunidad muere cuando su memoria falla. Entonces, nuestra memoria como pueblo cristiano importa”, recalca Chaput.
En su escrito quiso recordar una parte de la historia “como hombres cristianos” que puede ser muy útil para el presente. Hace exactamente 900 años (11181119) un grupo de hombres reunidos en Jerusalén se reunió para formar una comunidad religiosa. Eran peregrinos y caballeros. Así surgieron los caballeros templarios, protectores de los peregrinos y de los santos lugares.
“Un montón de tonterías, algunas de ellas vengativas, otras ridículas, muchas veces falsas, han sido escritas sobre los templarios”, asegura el obispo.
A diferencia de una caballería medieval marcada por la vanidad y la violencia, los templarios tenían en su corazón el ideal de construir un “nuevo orden de nuevos hombres cristianos, hábiles con las armas, viviendo como hermanos, comprometidos con la oración, la austeridad y la castidad, dedicándose a servir radicalmente a la Iglesia, y a las personas, especialmente las débiles”.
Este ideal de “nuevo caballero” a veces era traicionado debido al pecado pero en muchos casos este ideal fue fructífero y vivido por estos hermanos.
Y este es el punto al que quería llegar el arzobispo para aplicarlo al mundo de hoy, al asegurar que “el Evangelio implica una clase muy real de guerra espiritual, una lucha contra el mal en nosotros mismos y en el mundo que nos rodea”.
“Los hombres necesitan un desafío. Los hombres deben probar y demostrar su valía. Los hombres se sienten más vivos cuando se entregan a un propósito superior a su propia comodidad. Esta es la razón por la cual los hombres jóvenes se unen a los Marines o Rangers o SEAL. Lo hacen no a pesar de ser difícil, sino exactamente porque es difícil; porque duele; porque quieren ser los mejores y ganarse un lugar entre hermanos que también son los mejores. Los hombres se unieron a los primeros Capuchinos y Jesuitas no para escapar del mundo sino para transformarlo; para convertir el mundo dando todo lo que un hombre tenía -cada gota de su energía, amor, talento e inteligencia- al servicio de una misión más grande y más importante que cualquier ego o apetito individual”, sentencia el prelado norteamericano.
Esta es la razón –explica Chaput- por la cual el ideal de caballería, a pesar de las fantasías y conspiraciones con la que se le intenta rodear “todavía tiene una influencia tan fuerte en los corazones y la imaginación de los hombres”.
Recordó que tanto por la naturaleza como por la Palabra de Dios, el hombre ha sido llamado a hacer tres cosas principalmente: “proveer, proteger y liderar”. Y no para el beneficio propio sino en servicio de los demás.
“Los hombres, tanto clérigos como laicos, tenemos una responsabilidad especial porque el Evangelio nos encarga este liderazgo. Eso no nos hace menores que cualquier otra persona. No le quita nada al genio de las mujeres o a la igualdad de mujeres y hombres. Pero los seres humanos no son unidades idénticas. No somos piezas intercambiables de maquinaria social. La igualdad cristiana no se basa en la ideología política, sino en la realidad de las diferencias y las dependencias mutuas de hombres y mujeres reales”, explica.
El hombre está llamado a la santidad y con su ejemplo atraer a otros a Dios. “Esto significa que el mundo necesita hombres católicos fieles, hombres con hambre de ser santos. El papel de un esposo y padre católico, un hombre que sacrifica sus propios deseos, por amor, para servir las necesidades de su esposa y sus hijos es la piedra angular de la vida de un hogar cristiano”.
A continuación, el arzobispo continua con la parte sobre el “el sexo y el hombre nuevo”.
“No engañes a tu esposa. No te pongas en una situación en la que la idea se te pueda presentar. No engañes y abuses de las mujeres, y dañes tu propia dignidad como hombre, acostándote con ella antes de casarse. Y si ya lo estás haciendo, o lo has hecho, o está jugando con la idea de hacerlo en algún momento en el futuro, detente ahora, y confiésate. Finalmente, no denigres a tu esposa, hijas, a tu madre y a tus hermanas envenenando tu imaginación con pornografía. Así les robas el tiempo y su corazón a las personas que más lo necesitan: la esposa y la familia que tú quieres. La pornografía explota y humilla a las mujeres. Y deshumaniza a los hombres al mismo tiempo. Dios nos hizo para ser mejores que eso. Nuestras familias necesitan que seamos mejores que eso”, recalca en su escrito el arzobispo.
Recordando casos como de Harvey Weinstein y el de otros actores que han abusado de mujeres en Hollywood, Chaput considera que “son simplemente un síntoma de toda una cultura de actitudes desquiciadas hacia el sexo”.
Para cambiar esto en el hombre es necesario que cambie su corazón y éste “sólo cambia para mejor cuando descubre algo en lo que creer que transforma y da sentido a su vida; algo que dirige todos sus razonamientos y deseos. En otras palabras, cuando se convierte en un hombre nuevo”.
“Darnos totalmente a Dios”. Esta es la única manera para convertirse en un genuino hombre nuevo, “en el nuevo hombre que necesitan nuestras familias, nuestra cultura y nuestro mundo”.
Y para concluir, Chaput afirma que “el ‘nuevo caballero’ que San Bernardo elogió realmente nunca desaparece. Es nuevo y se va renovando en cada generación de hombres católicos fieles”. Esta vocación –insiste- “nos pertenece a nosotros y a nadie más”.
Erasmo publicó El Manual de un caballero cristiano en 1501
“La masculinidad, hermanos, es una cuestión de biología. La virilidad debe aprenderse, ganarse y enseñarse. Esa es nuestra tarea. Así que mi oración para todos nosotros hoy es que Dios sembrará la semilla de un nuevo título de caballero en nuestros corazones, y nos convertirá en el tipo de ‘hombres nuevos’ que necesitan nuestras familias, nuestra Iglesia, nuestra nación y nuestro mundo”.
Como regalo, el arzobispo de Filadelfia adapta las 22 reglas del caballero cristiano que escribió hace ya 500 años Erasmo de Rotterdam en su libro El manual de un caballero cristiano:
Regla 1: Profundiza y aumenta tu fe.
Regla 2: Actúa en con tu fe; conviértete en un testigo viviente para los demás.
Regla 3: Analiza y comprende tus miedos; no seas gobernado por ellos.
Regla 4: Haz de Jesucristo tu único guía y el único objetivo de tu vida.
Regla 5: Alejarse de las cosas materiales; no ser esclavo de ellos.
Regla 6: Distingue la verdadera naturaleza del bien y el mal.
Regla 7: Nunca permitas que cualquier fallo o retroceso te aleje de Dios.
Regla 8: Planta cara a la tentación siempre guiado por Dios.
Regla 9: Siempre preparado para los ataques de aquellos que temen al Evangelio.
Regla 10: Siempre preparado para la tentación. Y haz lo que puedas para evitarlo.
Regla 11: Alerta a dos peligros especiales: la cobardía moral y el orgullo personal.
Regla 12: Enfréntate a tus debilidades y conviértelas en fortalezas.
Regla 13: Trata cada batalla como si fuera la última.
Regla 14: En una vida de virtud no hay lugar para el vicio; los pequeños vicios que toleramos se vuelven los más mortales.
Regla 15: Toda decisión importante tiene alternativas; piense en ellos clara y honestamente a la luz de lo que es correcto.
Regla 16: Nunca, nunca renuncies o cedas en cualquier asunto de sustancia moral.
Regla 17: Siempre ten un plan de acción. Las batallas a menudo se ganan o pierden antes de que comiencen.
Regla 18: Siempre piensa detenidamente, por adelantado, las consecuencias de tus elecciones y acciones.
Regla 19: No hagas nada, en público o en privado, que pueda dañar a las personas que amas
Regla 20: La virtud es tu propia recompensa; no necesitas aplausos.
Regla 21: La vida es exigente y breve; hacer que cuente.
Regla 22: Admite y arrepiéntete de tus errores, nunca pierdas la esperanza, alienta a tus hermanos, y luego comienza de nuevo.