Ciega de nacimiento, coja y encorvada, con una pierna más larga y otra más corta, sus padres la escondían y la abandonaron de adolescente, luego fue expulsada de una comunidad religiosa, y moriría con apenas 33 años... pero ella, discapacitada y pobre, no dejó de visitar y acompañar a otros enfermos y moribundos.
Puede que la Iglesia algún día la declare "patrona de los discapacitados". Por el momento, este 24 de abril el Papa ha decretado su "canonización equipolente": la Iglesia declara que su culto local, establecido durante siglos, pasa a ser universal y es considerada santa.
Se trata de Santa Margarita de Metola (nombre del castillo donde nació en 1287), también llamada Santa Margarita de Città di Castello, donde fue acogida, vivió y murió en 1320. En su iglesia de Santo Domingo descansa su cuerpo, bastante incorrupto, que recibe peregrinos.
Durante 2020, la pandemia coincidió con el Séptimo Centenario de su muerte, momento para impulsar su figura, que el Papa ha apoyado con esta canonización.
El obispo de Urbino, Giovanni Tani, en un video-mensaje, celebró la decisión papal y recordó que la nueva santa ya tiene devotos y veneración en Estados Unidos, Canadá y Filipinas. Además, como 'mantelata' (mujeres consagradas que no vivían en conventos, ligadas a los dominicos, como fue el caso de Catalina de Siena) cuenta con toda la familia dominica para difundir su devoción. Città di Castello tiene celebraciones previstas para el 9 de mayo (final del séptimo centenario) y para el 19 de septiembre (celebración solemne de la canonización).
El obispo Tani señala que esta canonización coincide con los 15 años de directrices de la ONU para "la inclusión de personas con discapacidad". "En el mundo, 1.000 millones de personas viven en situación de discapacidad y esta santa puede ser un ejemplo, una luz para todos, para hacerles entender que en cualquier caso la vida siempre tiene sentido”.
Ella era ciega, coja, abandonada y pobre, pero no por eso dejaba de visitar enfermos, presos y moribundos y rezar con ellos y por ellos.
Sus padres la escondían: ahora el mundo la conocerá
Margarita vivió entre 1287 y 1320: es la época en que Dante escribe la Divina Comedia. Sus padres, Parisio y Emilia, debían ser nobles, pero no necesariamente los señores, en el pequeño castillo de Metola, en la frontera entra Umbría y las Marcas. Una de las fuentes, el código de Cividale, dice que nació "ciega, pequeña, deformada". Una pierna era excesivamente larga, otra corta, y así siempre fue coja y encorvada.
Según dice la tradición, los padres la escondieron en el castillo, y a partir de los seis años la llevaron a una capilla del bosque donde la escondieron otros 13 años (según el biógrafo Bonniwel) o nueve años (según otro autor, Giovagnoli). Otro historiador, Ubaldo Valentini, cree que la etapa en la capilla del bosque es mera leyenda.
Durante una invasión del conde de Urbino, la familia huye al castillo de Mercatello y, según las fuentes antiguas, esconden un año a la muchacha en el sótano. La obsesión constante de los padres era esconderla.
Eran tiempos de guerra medieval: quizá sus padres se avergonzaban de ella, pero probablemente al mismo tiempo la verían muy vulnerable y probablemente querrían protegerla.
Según recogen los textos piadosos sobre ella, a los 7 años la niña ya vivía, por su iniciativa, una vida de penitencia, ayuno y cilicio, quizá con intención de curarse milagrosamente, o quizá por una gran religiosidad innata.
Según la leyenda de las fuentes antiguas, cuando la chica tenía 16 o 19 años sus padres la llevaron en secreto a Città di Castello, a la tumba del franciscano lego fray Giacomo (fallecido en 1292), esperando que se curara milagrosamente. Pero no lo hizo. Entonces, incapaces de volver con ella a la luz del día, la abandonan con unos mendigos. Ubaldo Valentini cree que en realidad la entregaron a una comunidad de religiosos mendicantes que conocían. Ahí acaba el contacto con sus padres... y ella tomará a Dios como verdadero Padre que no abandona a nadie.
Pobre pero culta
Sus acompañantes pronto se asombraron cuando comprobaron que la chica, aunque ciega y coja, se sabía de memoria el Libro de los Salmos y también sabía algo de latín, que podía enseñar a niños videntes. La biografía más antigua sobre ella, de mediados del siglo XIV, se asombra así: “Oh, bendita ciega, que nunca vio las cosas del mundo y que tan pronto aprendió las cosas celestiales. Oh, discípula feliz, que merecía tener tal maestro que, ciega de nacimiento y sin libros, te enseñó a aprender las Escrituras hasta el punto de enseñar a los videntes”.
En cierto momento fue aceptada en un monasterio femenino dedicado a Santa Margarita, pero las religiosas anfitrionas, de vida relajada y cómoda, pronto la expulsaron por ser ella demasiado devota y observante.
Fue acogida por algunas familias amables y, finalmente, por las "mantelatas" de la Iglesia de la Caridad. Las mantelatas eran mujeres de gran religiosidad que seguían el estilo de vida dominico sin estar en conventos. Así fue el caso de Santa Catalina de Siena. Con el tiempo se convertirían en la Tercera Orden Dominica (dominicas terciarias o laicas dominicas).
Es esa comunidad, Margarita pasaba día y noche en oración en su iglesia o visitaba a presos, enfermos, moribundos y pobres. Todos en la ciudad la veían con su bastón, apoyándose en los muros, de una casa a otra. Era una discapacitada ayudando a otros discapacitados.
Milagros y levitación
Según las fuentes antiguas, un día se incendió la casa de la familia que la alojaba. Ella estaba en el ático. La llamaron para que huyera pero ella encargó a una compañera: “Toma mi manto y tíralo a las llamas”. Y el fuego de la casa se apagó.
Al menos tres mujeres en las fuentes antiguas mencionan además haberla visto levitar cuando rezaba, flotar medio metro por encima del suelo cuando acudían a misa u oración en la iglesia de los dominicos.
Reputación de intercesora con discapacitados
La documentación muestra que en 1395 ya era venerada oficialmente como beata en la ciudad y se mostraba su cuerpo. En 1609, el Papa Pablo V, tras una investigación realizada por el cardenal y doctor de la Iglesia San Roberto Bellarmino, verificó su reputación de santidad e intercesora celestial, especialmente a favor de los ciegos, mudos, sordos y cojos.
En 1988, a petición de los obispos de Urbino y Città di Castello, la Congregación para el Culto Divino del Vaticano la proclamó "Patrona de los ciegos y marginados". Muchos de sus devotos creen que puede llegar a ser declarada oficialmente "Patrona de los discapacitados".
Para muchos, es un ejemplo del poder de la hospitalidad, la acogida y la inclusión. Espiritualmente, es otro ejemplo de que lo que los hombres tienden a descartan y despreciar, Dios lo puede usar para aportar bondad y santidad al mundo.