Ryan había dado a sus alumnos una lista de confección propia: "Las 10 cosas del Padre Ryan que has de saber para ser anglicano". En realidad eran 10 cosas muy básicas que compartían practicamente todos los cristianos serios. Había animado a sus alumnos a tomar la lista y comentarla en casa con algún pariente o amigo que no fuera episcopaliano pero que fuera cristiano practicante y serio. Verían, les dijo, que su amigo estaría de acuerdo en casi todos los puntos. Eran temas de Biblia, sacramentos, liturgia; no incluía temas de moral sexual ni aborto.
Por alguna confusión, o por iniciativa propia, un alumno no lo consultó con un pariente, sino que lo envió por e-mail a los diez o doce pastores episcopalianos de la región. Y todos respondieron.
"Los resultados que trajo el estudiante me horrorizaron. Solo dos sacerdotes episcopalianos coincidían en 3 de esos 10 temas tradicionales básicos. La mayoría no se ponían de acuerdo ni siquiera en uno solo. Recuerdo que me senté en la mesa después de que los alumnos se fueran, mirando al vacío. Me mortificaba que en una diócesis episcopaliana rural -y yo pensaba que bastante ortodoxa- en el corazón de América no había ningún sacerdote episcopaliano a 4 horas de conducción que estuviese de acuerdo en temas básicos de la divinidad de Cristo, la liturgia, los sacramentos... Algo en el anglicanismo había salido tremendamente mal".
Ryan pintando huevos de Pascua un mes antes de hacerse católico, aún con una camiseta de una entidad episcopaliana
Ryan no había nacido en la Iglesia Episcopaliana. La había elegido cuando empezó la universidad. Había estado buscando una iglesia "en la que encajar". En unas le gustaba la gente, en otras la doctrina y en otras el tipo de culto. No había ninguna que lo tuviese todo. Ya casi se había rendido cuando estando en Knoxville, Tennessee, camino de un partido de fútbol americano, encontró su hermosa catedral episcopaliana. Acudió a ella al día siguiente, domingo. Un ujier le entregó el librito de oraciones para seguir el servicio religioso, que incluía una especie de breve catecismo anglicano. Le gustó el culto, le gustó la doctrina que leía. Ese servicio dominical le convenció.
Estudió Derecho en Nebraska, donde la diócesis episcopaliana local le aceptó para sus estudios de clérigo. Hizo sus estudios eclesiásticos en Nebraska, luego en Chicago y una parte en Inglaterra, en Cambridge.
En Inglaterra se enamoró de la historia y la tradición, de las oraciones matinales y las de vísperas, con sus cantos corales, su arquitectura, sus campanas de iglesia.
"En diversos sentidos, me convertí en un hijo teológico de John Henry Newman y la rama de tradición High Church del movimiento de Oxford", afirma. Claro que Newman, que fue un renovador del anglicanismo del siglo XIX, había acabado haciéndose católico.
Por esa época leía mucho, y una de las cosas que leyó fue The Stripping of the Altars, un libro de historia de 1992 de Eamon Duffy, un irlandés católico, profesor de Cambridge, experto en Historia de la Iglesia. Este libro explicaba los cambios religiosos en Inglaterra de 1400 a 1580.
El libro argumentaba que en el siglo XV y XVI la devoción católica era fuerte y muy enraizada en el pueblo inglés, en cada uno de sus aspectos: las devociones privadas, las populares, las cofradías, los gremios, el clero, la vida monástica... Enrique VIII confiscó los monasterios y después la Reforma acabó con el catolicismo del pueblo, aplicando un rodillo sistemático, insistente y poderoso de autoridad política absoluta en un país insular, combinando multas, premios y prohibiciones. Duffy demostraba que era falso, como algunos decían, que el catolicismo inglés hubiera sido hueco, vacío y débil y por eso la Reforma lo devoró con rapidez. Al contrario, era un catolicismo vivo y fuerte y se necesitó mucha presión continuada e inmisericorde del Estado para eliminarlo.
Estas cosas hacían pensar a Ryan, pero de vuelta a Nebraska no parecían tener mucha aplicación. Fue ordenado diácono episcopaliano en 2007, se casó en enero de 2008 y le ordenaron presbítero en mayo de 2008. Aprendió a la vez lo que significaba ser esposo y pastor al servicio de una feligresía. A principios de 2009 estaba a cargo, como rector, de una iglesita anglicana en Dakota del Sur.
Precisamente en los 5 años en que Ryan fue pastor episcopaliano, el anglicanismo de EEUU acabó de volverse rápida y radicalmente heterodoxo, minando cualquier base bíblica o tradicional. Él pensaba que no le alcanzaría, pero la encuesta de su alumno le hizo ver ya no había ninguna base doctrinal allí.
Durante un año se dedicó a leer intensamente y a buscar e investigar... ¿en qué iglesia servir a Dios? ¿Dónde había una doctrina firme y clara en temas básicos, al menos?
"Al principio busqué en la Ortodoxia, pero después de leer mucha teología oriental, tenía demasiadas preguntas que nadie en la Iglesia Ortodoxa parecía capaz de responder de manera satisfactoria. El protestantismo ya no era viable para mí, ni intelectual ni espiritualmente. Tras mucho dolor de corazón y discernimiento, sentí claramente que Dios me llamaba a unirme a la plenitud de la Fe Católica", escribe en su testimonio en CHNetwork.org.
Para entonces tenía un director espiritual que era "ecuménico pero sólidamente católico", un monje benedictino. El monje le dijo "Si te enamoras de la Iglesia Católica, asegúrate de amarla como es verdaderamente, no como quisieras que fuera". El mismo consejo que con un cónyuge: amar su realidad, no una versión fantasiosa o idealizada.
En la encrucijada de la vida y de la fe, el camino de leer
e investigar a fondo llevó a Ryan a la Iglesia de Roma
El 1 de mayo de 2013, día de San José Obrero, Ryan y su esposa entraban en plena comunión con la Iglesia Católica y recibían la Confirmación católica, después de un breve curso. Era el mismo día que cumplía 5 años de presbítero anglicano. En su parroquia episcopaliana lo echaron con no muy buenas maneras y la familia se mudó a Nebraska, región natal de su esposa.
Durante muchos meses, Ryan lo pasó mal como católico. Él, que había sido pastor, que se había volcado en numerosos ministerios de formación y evangelización, veía que durante mucho tiempo ahora ni se le ofrecía colaborar en servicios, ni siquiera le dejaban leer en misa o acolitar. "Yo no estaba preparado mental ni espiritualmente para algo así". Sentía que toda su carrera, toda su vida de preparación para servir a Dios, no valía nada.
El consejo de su antiguo director le sirvió: tenía que perseverar en amar la Iglesia, tal como era. Y esperar. Ese consejo y perseverancia lo mantuvieron católico, con gran aridez.
Pasaron los años y poco a poco encontró espacios en los que le dejaron poner sus habilidades al servicio de la Iglesia y la evangelización. Por eso, en su testimonio, insiste, pensando en personas que estén chocando con la Iglesia. "Si ahora solo ves de la Iglesia sus facetas malas... dale tiempo, y dale oración. Enamórate de la Iglesia tal como es. Ven a casa: tu Madre te llama".
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