Este religioso cuenta que para poder ayudar a curar las almas heridas antes tuvo que ser curado él mismo. No tuvo una infancia fácil y su juventud estuvo marcada por la promiscuidad, la pornografía y las fiestas. Tras su conversión tampoco la fundación de esta comunidad fue un camino de rosas pues llegó a ser secuestrado y estuvo a punto de morir. Ahora, sin embargo, da gracias a Dios por cada momento que ha vivido, que es lo que le ha permitido llegar a donde está ahora mismo.
En una entrevista en Mater Mundi TV, el padre Scott hace un recorrido en su vida mostrando la obra que Dios ha hecho en ella. Desde muy niño, recuerda, arrastraba profundas heridas. “Mi padre era alcohólico y no sanó, y mi madre era una mujer muy fría. Cuando mi padre se enfadaba era muy violento e incluso sufrimos abusos físicos”, cuenta. Por ello, confiesa que en aquel momento “emocionalmente me sentía huérfano”.
Tampoco ayudó cuando en 1965 toda la familia se trasladó a vivir a Nueva York. “Padecía una herida paterna en mi corazón. Entonces, desde los 14 años me rebelé contra mis padres”. Chicas, fiestas y pornografía eran parte de su vida cotidiana.
Pero a los 20 años tuvo un encuentro con Cristo totalmente radical que le hizo cambiar de vida casi al instante. “Era el verano de 1980 y una noche sentí que ya estaba harto de saborear el pecado y allí en ese instante Dios empezó literalmente a remecer mi conciencia. Entonces, me arrodillé y le dije al Señor: “no sé quién eres, pero te entrego mi vida”.
Ahí quedó la cosa. A la noche siguiente encontró la lista que promocionaba las películas pornográficas y estaba eligiendo una para ver cuando de repente, explica, “escuché la voz de Jesús, que me dijo que ‘si de verdad quieres seguirme no puedes seguir con esto’”. Temblando, dejó aquel folleto y no vio la película. Dios había escuchado la oración de la noche anterior.
Durante las cuatro siguientes noches se despertó siempre a la misma hora de la madrugada. “Me despertaba y la presencia del Señor llenaba mi cuarto de una manera tal que, honestamente, sabía que era Jesús y yo maravillado sentía su presencia, la fuerza del amor de Dios”, agregaba.
El padre Scott confiesa que en aquel momento “me sentí amado por primera vez”. Al acabar aquella semana pidió a su madre una Biblia y la devoró. “Cambiaron muchas cosas en mi vida. Perdí amigos porque dejé esa vida, fue un cambio radical y muy rápido”.
Poco a poco fueron saliendo a la luz las heridas que estaban ocultas en su corazón, pero fue “delante del Santísimo donde empecé a experimentar su interés de una forma muy palpable”.
Necesitaba que estas heridas se abrieran para poder curarlas. Hablando con la perspectiva del tiempo, este religioso comenta que “evitar el dolor aumenta el dolor y por eso hoy abundan aberrantes ideologías como la de género”.
Al principio su familia pensó que se había vuelto loco e incluso su hermano gemelo, que hoy es también sacerdote, llegó a decir que había perdido un hermano. Pero Philip ya no era el mismo, esa experiencia del amor de Dios le había cambiado por completo.
De repente sintió la necesidad de ir pidiendo perdón a las personas a las que en el pasado había hecho daño. “Si me encontraba una chica con la que había pecado, dejaba los libros y la pedía perdón”, asegura. Lo mismo si era un chico con el que se hubiese peleado…
Pero además, en el tiempo de su conversión estaba a punto de casarse e incluso estaban ya con los preparativos de la boda. Incluso llegó a pedirla la mano. Actualmente, Scott cree que era necesario que experimentar en su corazón el haber vivido un noviazgo en castidad.
Una vez que lo había vivido, Dios le llamó al sacerdocio. “Escuché su voz para que lo dejara todo. Fue un shock para mí. Fue muy dolorosa la decisión. Gritaba por qué, y llorando se lo dije a ella, y nos abrazamos…”.
Ya en el seminario sintió la llamada para ir a Lourdes y de manera providencial surgió la posibilidad de ir y el rector se lo permitió. Delante de la Virgen fue “donde recibí la llamada para el ministerio de sanación y después el de fundar la comunidad, ¡y yo era seminarista!”.
Estaba totalmente asustado y su director espiritual le dijo después de saber esto que si fuera necesario tendría que ir hasta China para encontrar un obispo que le escuchara. Finalmente, encontró un obispo en Florida, le faltaba un año para ordenarse. Y aceptó ordenarle y que creara fundar la comunidad. Aunque no fue hasta años después de ser sacerdote cuando fundó su comunidad. Estaba él solo en una zona de Tampa (Florida) muy pobre llena pandillas y prostitutas.
En la calle fue conociendo a la gente y más tarde gracias a la televisión católica EWTN la gente conoció su carisma y empezaron a llegar hombres y mujeres para hacer experiencias en esta comunidad. Así fue como se creó la verdadera comunidad.
Pronto surgieron vocaciones al sacerdocio pero el seminario de Florida más cercano no era según Scott el más acorde con las enseñanzas de la Iglesia, por lo que finalmente toda la comunidad se instaló en Perú.
Pero tampoco el inicio en Perú sería sencillo. Scott fue atracado dos veces pero lo peor llegó cuando fue secuestrado y le iban a fusilar. “Fue un trauma porque nada puede prepararte para un secuestro. Es tan fuerte inicialmente que estás en un estado de pánico. Al principio luchas, y le dije al Señor que me había preparado para este momento y para que ahora diga Fiat. Grité Fiat y entonces sentí paz”.
“Cuando decimos Fiat, Dios suelta su gracia. Dios me enseñó muchas cosas. Me había preparado para morir, tuve una experiencia mística y pude experimentar el olfato del cielo”, explica.
Sin embargo, Dios tenía otros planes para él, sobrevivió al secuestro y ahora ofrece esta sanación espiritual a muchas familias rotas por el sufrimiento.