Criadas en una familia católica de 17 hermanos en Bahía (Brasil), las vocación de las trillizas María Gorete, María de Lourdes y María Aparecida surgió desde la infancia y sin saber cómo era, solo sabían que querían ser religiosas. "Era algo que solo Dios puede explicar", comentó Gorete a Aciprensa.
Las tres hermanas confirmaron aquel presentimiento cuando conocieron de pequeñas a una monja de Italia, sor Ricarda, cuyo testimonio les hizo querer seguir el mismo camino.
"Visitaba las comunidades de allí donde asistíamos a la Santa Misa y, mientras el párroco atendía a la gente, ella reunía a los niños, los sentaba frente al altar y nos enseñaba. Lourdinha (María de Lourdes) entonces decía: `Cuando sea grande, quiero ser como esta hermana´. Eso nos hizo sentir más fuerte la llamada. Crecimos con esta idea, que maduró y caminamos con este ideal", añadió la religiosa.
La hermana Gorete recuerda como su madre afirmaba que solo permitiría salir a sus hijas de casa si era para casarse o ser religiosas. Esta última posibilidad le agradaba especialmente, tanto que decía que si era para ir a un convento "las dejaba de corazón y entregaba a todos sus hijos".
Tres hermanas en el mismo convento
Pero cuando la hipótesis pasó a ser una realidad, la familia estaba desconcertada. Cómo dar salida a tres vocaciones simultáneas no era tarea sencilla. Fue un sacerdote de la región el que, al enterarse, contactó con un convento de Bahía, al que logró llevar a las tres jóvenes para una primera toma de contacto.
La primera en acceder fue María de Lourdes, en 1984, seguida de María Aparecida en el 85 y de María Gorete en el 86.
Aunque esta última afirma que "puede haber habido un poco de influencia de una hermana sobre la otra", se preocupa en subrayar que "cada una ya tenía su ideal de ser religiosa y consagrar su vida a Dios".
"Esto fue madurando y nuestra voluntad fue creciendo cada vez más", explica.
Al principio, las hermanas permanecieron juntas en el mismo convento de Salvador y recuerdan con alegría como "fue bueno" para ellas, apoyándose y transmitiéndose ánimos.
"Merece la pena: cumplir la misión, donde Dios quiera"
Sin embargo, tener tres "hermanas Dos Santos" generaba no pocas confusiones cotidianas en el convento, donde las rutinas, el orden y las labores específicas son fundamentales. Aunque cada una trabajaba en un lugar diferente, cuando alguna de las otras religiosas se dirigían a alguna de las trillizas y luego con otra, se generaban malos entendidos por los apellidos, sin saber quién había hablado con quien.
Por ello, cada hermana acabó trasladándose a un lugar distinto. Actualmente, Maria Gorete está en São José dos Campos, María de Lourdes en el convento de Santa Clara do Desterro, en Salvador; y María Aparecida pasa tiempo en casa cuidando a su madre de 85 años.
"Hoy, nuestra madre necesita cuidados y nos quiere cerca. Así que hablamos con mamá y podemos quedarnos con ella. Vamos a turnarnos en este cuidado", indicó la hermana Gorete.
Para sor María Gorete, seguir la vida religiosa "vale la pena". "Vale la pena dejarlo todo, dejar a la familia. No es como abandonar a la familia, sino seguir lo que dice Jesús: si quieres seguirme, renuncia a todo lo que tienes, toma tu cruz y sígueme. Le da sentido a la vida", afirmó.
"Al decidir seguir a Jesús, nos preparamos para lo que venga. No sabemos lo que nos espera, pero sabemos que no estamos solos. Entonces, tenemos el coraje de renunciar e ir sin miedo. Los apóstoles siguieron sin temor y cumplieron su misión. Estamos aquí en el mundo para cumplir nuestra misión de servir, ya sea en la familia, en el convento, donde Dios quiera que estemos", concluyó la hermana Gorete.