Helena Expósito Abad tiene 24 años y es natural de la localidad alicantina de Petrer. El pasado sábado hizo su primer profesión de votos temporales en la capilla de la casa madre de las Hermanas Salesianas de Jesús en Alcantarilla (Región de Murcia).
En este día especial, acompañada por la comunidad, sus familiares y amigos, Helena proclamó su deseo de vivir profundamente su consagración bautismal, ratificándolo con los votos de castidad, pobreza y obediencia que vivirá en esta congregación.
Tal y como recoge la Diócesis de Cartagena, Helena explica que su familia le ha transmitido “grandes valores y educación en la fe", pero que tras recibir la Primera Comunión se alejó de la Iglesia.
Amante del deporte y la música, en la adolescencia comenzó a sufrir una enfermedad y sintió que debía conocer y hablar con Dios: “El Señor me transformó con su llamada, dándome vida en el proceso de supervivencia de mi enfermedad”.
A los catorce años regresó a la Iglesia con una guitarra, regalo de su abuelo, y comenzó a participar en el coro parroquial. “Así, poco a poco, me fui acercando a la Eucaristía diaria y empecé a sentirme amada por Dios y a darme cuenta de que lo yo quería era ser religiosa misionera; el Señor me ha salvado la vida muchas veces con su misericordia”, relata.
Durante el proceso de discernimiento, llegó el momento en el que debía “dar el salto” y elegir su camino. En una convivencia vocacional conoció a las hermanas salesianas, llamando especialmente su atención la sencillez de vida de esta congregación.
En 2018 ingresó en la comunidad de Alcantarilla como aspirante. “Cuando entras, el Señor te pide permiso para romperte y poder dejarte en sus manos; es un proceso precioso”, cuenta sobre este proceso.
Con la experiencia del día a día en la capilla descubrió verdaderamente su vocación, viéndose “despojada de todo y a la vez amada”. Un periodo en el que reconoce que aprendió una nueva forma de vivir, experimentando la sencillez.
El postulantado lo realizó en la casa de ejercicios de San Lorenzo de El Escorial y afirma que el noviciado, de nuevo en la casa de Alcantarilla, ha sido “una etapa muy intensa y bonita”, en la que ha podido conocer “el carisma y al Señor desde la perspectiva salesiana del Corazón de Jesús”. Ahora como hermana salesiana, su deseo es “ser sonrisa de Dios en el mundo, para dar consuelo a los necesitados de Cristo”.
Su nueva etapa de juniorado comienza con un nuevo destino, Paraguay, donde podrá seguir ofreciendo y viviendo el carisma de su congregación: misericordia, sencillez, alegría y compasión.
En la homilía, el sacerdote José Antonio Ibáñez, que ha sido una de las personas que le ha acompañado durante su proceso formativo, hizo una relectura de los votos personalizada para ella. Así, quiso destacar que, tras escuchar la llamada, Helena ha tenido “la valentía de seguir a Dios y entregar su vida al servicio de la Iglesia para, como religiosa, ser servidora de la misión de Jesucristo”, invitándola a vivir “los votos religiosos desde el corazón, con alegría, guardándolos como el mayor regalo que Dios puede ofrecer, para tener una vida plena y sentirse sostenida por la roca de la misericordia del Señor”.
Con su entrada a la congregación, remarcó Ibáñez, se une “a una larga cadena de mujeres que, siguiendo las huellas y el ejemplo carismático de Madre Piedad -fundadora de la congregación-, han esparcido el suave olor a Cristo con una vida humilde y discreta” en comunidad y con la alegría de la fraternidad.