Fabrizio Gatta era uno de los rostros más conocidos de la televisión italiana tras una larga carrera como presentador en la RAI 1, la televisión pública italiana, o de certámenes como el de Miss Italia. Pero tras un encuentro profundo con Dios dejó todo a los 50 años y el pasado mes de diciembre, ya con 58, fue ordenado sacerdote por la diócesis de Ventiglimia-Sanremo.
“Desde que emprendí este camino nunca he mirado atrás. Y siempre he afrontado los inconvenientes o novedades que me presentaba esta nueva condición con la fuerza que proviene de la Gracia que el Señor me concede”, comentaba el ahora sacerdote a Avvenire.
Gatta había presentado algunos programas televisivos totalmente consolidados en Italia. Su rostro era conocido, tenía fama y reconocimiento… Lo recuerda así: “tuve éxito, bonitos coches, hermosas mujeres, no me faltó de nada. Viví un poco de ese sentido de omnipotencia que te da notoriedad. Pero faltaba algo”.
Un sueño con el Padre Pío
En una entrevista con el semanario Credere señalaba que una noche soñó con el Padre Pío, “cosa muy extraña porque nunca había tenido devoción por este santo, ni interés particular. Al día siguiente, en la portería, en el buzón, encontré una imagen desgastada del Padre Pío. Esta fue la primera señal que me empezó a hacer pensar”.
Fabrizio ha sido uno de los rostros más conocidos de la televisión italiana
Las visitas a una iglesia romana, así como un viaje a Fátima y otro a Jerusalén lo ayudaron en su discernimiento. “Entré en la Orden de los Caballeros del Santo Sepulcro y fui a Tierra Santa. Al encontrarme con monseñor Fouad Twal, (antiguo) patriarca de Jerusalén, le pregunté: ‘¿qué puedo hacer yo?’. Me llevó a conocer a unos niños palestinos que estaban estudiando y adopté a Salem de forma remota. Lo apoyo en sus estudios y es el mejor de la clase”.
Y durante un parón en las grabaciones de su programa viajó a Fátima. Fue una escapada muy breve. “Me encontré de rodillas llorando frente a la Virgen”, confiesa.
Otro hito en este camino que ha llevado a Fabrizio a ser lo que se denomina una vocación tardía fue su experiencia haciendo misión con las Misioneras de la Preciosa Sangre, dando testimonio de la fe allá donde sean solicitados.
En este discernimiento empezó a sentir como nunca antes la misericordia de Dios. La define como “ese manto que a todos cubre”.
“En mi trabajo siempre he contado con la belleza de la naturaleza, de Italia. Las altas cumbres, las profundidades del mar, los animales, los paisajes. Eso me permitió estar siempre en contacto con Dios, aunque no lo supiera”, reconoce el ahora sacerdote.
La gracia de la confesión
Gatta recalca que “el redescubrimiento de la fe me permitió releerla con otros ojos y así entendí cómo Dios siempre me ha hablado a través de los hermosos lugares que visité para las transmisiones de televisión, o través de personas que conocí en esas ocasiones. Una belleza de nuestro país, de la creación, que conté en televisión y que ahora llevo conmigo. Una belleza más amplia, la belleza de la vida, que me gustaría mostrar a los jóvenes”.
Y junto a esta belleza de la que quiere hablar también destaca esta posibilidad de “ofrecer misericordia a través de la Confesión, un regalo del que fui el primero en beneficiarme”.
Ahora que ya ha sido ordenado, Fabrizio Gatta afirma que pese a tener 58 años no quiere ser un “sacerdote mediocre” porque “la mediocridad es incompatible con el sacerdocio”. Por ello, espera estar a la altura de esta inesperada llamada y amar a ese “Dios de lo imposible que ha entrado en la oscuridad de mi vida, esperándome a la vuelta de la esquina”.
Evangelizar y ayudar a los jóvenes es uno de los principales objetivos que se ha puesto el antiguo presentador. “También en esta tierra estamos llamados a una misión: somos un lugar de frontera, un lugar de paso, con una comunidad que ha ido cambiando progresivamente”, explica.
En su opinión, “los jóvenes deben ser los destinatarios de una reevangelización. Han recibido una educación cristiana, pero no logran captar la relevancia que la fe puede tener en su vida. Digamos que más que ‘en contra’ viven ‘sin’ Dios como si pudieran bastarse por sí mismos. Pero no es así”.