Este caso se ha convertido en un testimonio en toda la India y está copando páginas y artículos en la prensa nacional.
Esta familia católica tenía claras sus convicciones provida, y las ha llevado hasta el final. Desde jóvenes, tanto Tracy como su esposo Joju pertenecían a la Renovación Carismática. Ella trabajaba como enfermera en el Instituto de Ciencias Médicas de la India y él como trabajador social de la Diócesis de Delhi.
Durante los últimos años, el matrimonio estaba completamente volcado en el movimiento provida dentro de la Iglesia, donde trabajaba contra el aborto y ayudando a las familias numerosas. Ahora han mostrado estas convicciones al mundo entero.
La familia al completo. Tracy sostiene en sus brazos a la pequeña Filomena, a la que se negó a abortar
“A Tracy le diagnosticaron cáncer de mama cuando estaba en el tercer mes de su octavo embarazo. Los médicos querían que abortara y que se sometiera a una cirugía inmediatamente para salvar su vida. Amigos y hasta parientes le recomendaron que siguiera los consejos médicos. Pero ella estaba decidida a no matar a su hijo. Los médicos le advirtieron de que dejaría huérfanos a sus otros siete hijos si no comenzaba el tratamiento”, cuenta su marido a Indian Express, tras haber quedado viudo.
Sin embargo, Tracy contestó al médico: “Sólo yo puedo dar a la luz a este niño que está creciendo en mi vientre. Hay muchas personas de buen corazón que pueden cuidar de mis otros siete hijos”.
Manteniéndose firme en su fe y en la sacralidad de la vida humana, Tracy siguió adelante y dio a luz a Filomena, que en la muerte de su madre, tiene un año y medio.
Al sexto mes de embarazo se sometió a una mastectomía, que consiste en una operación quirúrgica en la cual se extirpa la glándula mamaria. Los médicos insistieron en comenzar de manera inmediata la radioterapia y la quimioterapia. Tracy dijo que estaba de acuerdo, pero únicamente después de dar a luz.
“Unos meses después del parto recibió la radio y la quimio. Ella tenía una fuerte convicción de que no debíamos acabar con una vida, incluso aunque ello pusiera en riesgo la suya propia. Dando a luz a ocho hijos y criándolos a todos mientras trabajaba, Tracy fue una bendición en nuestro barrio de Delhi”, agrega Joju, su marido.
Hace aproximadamente un año que comunicaron a esta valiente mujer que tenía metástasis y que el cáncer se había extendido a los pulmones. Se moría. Toda la familia se trasladó a Kerala, lugar natal del matrimonio.
El viudo no juzga a Dios ni se arrepiente de haber apoyado la decisión de Tracy, aunque le haya costado la vida. “Consideramos que la vida es muy valiosa. No tenemos derecho a acabar con ella. No tuve reparos en respaldar su decisión de no abortar para comenzar el tratamiento del cáncer. No podríamos haber salvado dos vidas”, confiesa Joju, que cree que si su mujer se hubiera sobrepuesto a la enfermedad hubieran ido a por el noveno hijo.
Pese a que la enfermedad avanzaba ella siguió con su frenética actividad de madre y activista provida y católica hasta que el último mes quedó definitivamente postrada en cama. Durante este último tiempo, tanto ella como su marido fueron preparando a sus hijos sobre la inminente muerte. “Se dieron cuenta de que su madre se iría algún día pero Dios y la gente de buen corazón se encargarían de ellos. Les hemos educado como personas con esperanza por lo que no hay lugar a la desesperación”.
El 25 de diciembre, día de Nacimiento de Cristo, era también el “dies natalis” de esta madre católica. Además de a su marido dejó aquí a sus hijos Jaime (15 años), Teresa (14), José (11), Sebastián (9), Francisco (8), María (6), Antonio (4) y Filomena, con apenas año y medio.
El arzobispo de la eparquía de Faridabad. Mar Kuriakose Bharanikulangara, recuerda en AsiaNews la heroicidad de esta mujer que “dijo a los médicos que si su vida era digna de valor, entonces eso mismo también valía para su hija por nacer”.
“Sapna Tracy fue un poderoso testigo del movimiento provida. Para su testimonio, esta pareja católica recibió su inspiración del mensaje del Evangelio”, dijo el prelado. Junto a este arzobispo también asistió al entierro el arzobispo de Thrissur así como numerosos fieles y sacerdotes.