Ha muerto en la madrugada de este martes 7 de mayo Jean Vanier, el premiado filósofo católico canadiense, fundador de las comunidad del Arca y de Fe y Luz, en las que conviven y crecen juntos personas con y sin discapacidades. Jean Vanier (www.jean-vanier.org) tenía 90 años y ya había sufrido un ataque al corazón en 2017.
El Arca de Jean Vanier tiene hoy presencia en 38 países, con más de 150 comunidades, que atienden a personas con necesidades psíquicas especiales. Su movimiento espiritual hermano, las Comunidades Fe y Luz, con muchos parientes y familias y amigos de personas con discapacidades, cuenta con más de 1.800 comunidades en el mundo.
"La gente viene a la comunidad porque quiere ayudar a los pobres. Se quedan en la comunidad porque se dan cuenta de que ellos son los pobres", afirmaba Jean Vanier.
Una y otra vez presentaba las comunidades como escuelas de amor: recordaba que los apóstoles que estaban con Jesús a veces tenían sus peleas, pero perseveraban juntos con Él porque estaban llamados a eso, a crecer juntos.
De familia rica, doctor en filosofía... se hizo pequeño
Vanier era un filósofo, un pensador. Recibió su doctorado en Filosofía en 1962 por su tesis "La felicidad: principio y fin de la moral aristotélica". Y empezó ese año a dar clases de filosofía en la Universidad de Toronto ese año. Pero apenas un año después, en 1963, conoció en Francia una comunidad con 30 hombres con deficiencia mental, llamada El Valle Florido. Se la presentó su consejero espiritual, el padre Thomas Philippe.
Jean Vanier era hijo de una familia rica e importante. Él era el cuarto de cinco hermanos, varios de ellos con gran sensibilidad artística y espiritual. Uno sería monje trapense, otro pintor, otra trabajaría en cuidados paliativos... Su padre había sido héroe en la Primera Guerra Mundial, y después diplomático y embajador de Canadá en la Liga de las Naciones en Ginebra. En 1959, cuando Jean tenía 30 años, vio que su padre era nombrado Gobernador General de Canadá.
Jean mismo pasó 9 años en la flota militar británica; entró con 13 años en plena II Guerra Mundial, con el permiso de su padre que le dijo "confío en ti". Siempre recordó la fuerza de esa apuesta y confianza. "Si él tenía confianza en mí, yo también podría tener confianza en mí mismo", escribió después.
De ser duro y eficaz... a simplemente acompañar
En la Armada Jean Vanier aprendió a ser duro y eficaz. No era sitio para débiles. Pero sí vio muchos débiles: deportados de la guerra, prófugos, heridos, incluso supervivientes de los campos de exterminio. Dejó el mundo militar después de realizar unos ejercicios ignacianos de 30 días. Tenía 22 años y sentía "una invitación de amor de Jesús para que deje todo para seguirlo". Y se puso a estudiar filosofía, pensando que más adelante llegaría a ser sacerdote.
En el mundo académico, se reafirmó en su experiencia de firmeza, inteligencia, brillantez, exigencia, competencia... Pero todo eso era de poca importancia al tratar con los discapacitados psíquicos. Con ellos, la mente y las palabras importaban menos que el cuerpo, la presencia, la emoción, el abrazo. Lo importante de verdad era la relación, el trato entre personas.
Los discapacitados transformaron a Jean Vanier: el hombre eficaz y resolutivo tuvo que aprender a ser uno más, un amigo, alguien que convive, que comparte tiempo. Alguien más orientado al trato con personas que a hacer cosas.
Más cosas sencillas, menos "actividad"
En sus textos valora una y otra vez las cosas sencillas: el abrazo, la sonrisa, el juego, el acompañamiento, la oración con gestos, incluso las horas de sueño. Dormir más y mejor es importante, escribía, para las personas y para las comunidades: menos irritabilidad, más tranquilidad, menos ansia de "hacer" y de "eficacia". Todo junto ayuda a la fe y la amistad, cosas que van unidas.
El Arca comenzó en 1964, cuando dos discapacitados se instalaron con Jean Vanier en una casita medio en ruinas en un pueblecito.
Jean Vanier - en el centro- con el equipo inicial de El Arca en 1964
El mensaje del Arca busca lo común a todos los hombres: amar y ser amados y desarrollar en la medida de lo posible los propios dones. Vanier aprendió -y después enseñó- que en la vulnerabilidad y debilidad se forjan los lazos firmes que nos permiten ver a Cristo, y entender cómo Cristo se encarnó, vivió, y cómo nos ve y nos trata hoy, en el día a día. La fragilidad es común a todos: no se trata con un "ellos" de discapacitados. Todos juntos somos un "nosotros" con vulnerabilidades, de amigos que crecen juntos.
"Lo que era más importante para ellos", explicaría siempre, "no era la pedagogía ni la técnica educativa. Era mi actitud hacia ellos, mi manera de escucharlos, de mirarlos con respeto y amor, de tocar su cuerpo, de responder a sus deseos, mi forma de estar en alegría, celebrar y reír con ellos ... Así es como poco a poco pudieron descubrir su belleza, que eran preciosos, que su vida tenía un significado y un valor. Me di cuenta de que no escuchaba lo suficiente, que tenía que respetar más su libertad. Poco a poco, ya no eran para mí personas con discapacidad, sino amigos. Me hicieron bien y creo que les estaba haciendo bien".
En 1971, junto con la francesa Marie-Hélène Matthieu, responsable de la Oficina Cristiana para las Personas con Deficiencia, impulsó una peregrinación de Pascua para discapacitados psíquicos con sus familias y amigos: se convirtió en el origen de las comunidades Fe y Luz.
Inspirando a muchas otras comunidades
Jean Vanier escribió bastante sobre su vivencia y lo comunitario. Sus enseñanzas y ejemplos, inspiraron a otras muchas comunidades cristianas, de distintas denominaciones. Reconocen su deuda con él la comunidad internacional The Simple Way, de Shane Claiborne; la Rutba House, de Jonathan Wilson-Hartgrove, o Beloved Everybody de Bethany McKinney. El sacerdote Greg Boyle, fundador de Homeboy Industries, que saca a chavales jóvenes de bandas criminales, declara que también aprendió de él, de su visión de "la ternura como la más alta forma de madurez espiritual".
Peregrinación de familias de Fe y Luz a Fátima
Muchos de los libros de Jean Vanier pueden encontrarse en español: Al encuentro del otro, Amar hasta el extremo, La comunidad: lugar del perdón y de la fiesta, Acoger nuestra humanidad, Cada persona es una historia sagrada...
Premios... y una dura decepción
Jean Vanier recibió en 1997 el Premio Pablo VI, entregado por San Juan Pablo II. El papa polaco dijo de su labor que era “una semilla providencial para una verdadera civilización del amor, un signo de una familia realmente humana, una sociedad completamente civilizada y una iglesia auténticamente cristiana”. En 2015 se le otorgó el bien dotado Premio Templeton. En 2016 Francia le nombró "Comandante de la Legión de Honor".
En 2014 y 2015, ya con 85 años, vivió una última experiencia de tristeza y humillación. Varias mujeres revelaron que décadas antes sufrieron abusos sexuales bajo la dirección espiritual del padre Thomas Philippe, ya fallecido, amigo y antiguo maestro espiritual de Jean Vanier. Una investigación de la Iglesia confirmó los abusos. Jean Vanier quedó muy dolorido al confirmarse la conducta de abuso sexual y espiritual de quien había sido su maestro.
Objetivo: unirse con Jesús
Jean Vanier siempre explicó su objetivo último: unirse con Jesús donde está oculto, en los débiles y pobres. Insistía en la importancia de la humildad y el reconocimiento de la vulnerabilidad. En las comunidades del Arca lo expresaba en el ritual del lavado de los pies. "Al arrodillarse ante sus discípulos, Jesús muestra su deseo de derribar los muros que separan a los amos de los esclavos, de destruir los prejuicios que dividen a los seres humanos entre ellos. Él quiere reunir, en la unidad del mismo cuerpo, a todos los hijos de Dios dispersos".
Cuando le preguntaban, ya anciano, si sería declarado santo, respondía que sólo quería ser "amigo de Jesús" y vivir una vida hermosa de amor y humildad.
En ReligionEnLibertad hemos publicado aquí muchos pensamientos espirituales de Jean Vanier
Trailer del documental "Jean Vanier, el sacramento de la ternura"
Documental en RTVE sobre Fe y Luz