También son personas que han atravesado durante años un caos de sexo, drogas, ocultismo y mala vida hasta que se volvieron plena y completamente hacia Dios. Han contado su testimonio al portal católico Portaluz.
Alejandra nació en 1979 en una familia alejada de la fe de Bogotá. Su padre bebía en exceso y la desatendía.
Desde que tenía 4 años hasta los 10 años sufrió violencia sexual y violaciones de su tío y sus primos. Tampoco sentía confianza hacia su madre: siempre la percibió como "una mujer muy dura, sobre todo conmigo".
Alejandra y su hermano se evadían en grupos skinheads (cabezas rapadas) con música black metal. Ella iba a un colegio de monjas “pero era súper rebelde y les llevaba la contraria en todo. Fui súper necia, le hacía bullying a todo el mundo”, recuerda. En la adolescencia empezó con algunas drogas.
A los 16 años quedó embarazada de un amigo de su hermano, un chico al que su madre alababa mucho. “Yo no contaba con eso", recuerda Alejandra. "En ese momento pensé abortar el bebé. No sé, cómo que todo se confundió, todo se enredaba”. Sin embargo, no llegó a dar el paso.
La madre presionaba para que se casaran por la Iglesia, pero el padre frenó esas presiones. “Recuerdo que empecé a acercarme a Dios, pero muy superficialmente. Hice la novena al Divino Niño, devoción que en Bogotá es fuerte, para que el bebé naciera bien, porque yo había estado en drogas". El pequeño Nicolás nació bien a los 8 meses de embarazo.
Santuario del Divino Niño en Bogotá
Aunque el padre de Alejandra quería apoyar econónomicamente a la muchacha para que aprendiera un oficio, ella se mantenía en una vida caótica. “Me desboqué tres o cuatro años, llegué a un nivel de alcoholismo muy alto, drogas y sexualidad súper desordenada”, recuerda con pesar.
Después conoció a un chico protestante que la invitó a un retiro evangelizador. Se integró en su grupo de jóvenes cristianos y llegó a ser un referente juvenil. Cumplió 2 años alejada de vicios. Y entonces apareció por allí el padre de Nicolás, se integró en el grupo, llegó a ser líder de una célula... y "entre estos ires y venires yo empecé a caer en fornicación con él”. Cuando Alejandra lo confesó a los líderes de esa iglesia, fue expulsada.
“Decidí entonces alejarme totalmente de Dios y volver con el padre de mi hijo”. Primero, volvió a quedar embarazada. Después se casaron por la Iglesia. A continuación volvieron los conflictos con su ahora marido. Nació la niña y ella decidió marchar con los pequeños. En 2010 la decisión canónica confirmaría que el matrimonio había sido nulo.
En Medellín Alejandra puso en marcha un pequeño negocio. “Andrés era mensajero de otra empresa. Lo conocí y me parecía que trabajaba bien. Le ofrecí trabajo y encontramos muchas cosas afines de que hablar: temas de ocultismo, esoterismo y varias prácticas de Nueva Era que teníamos en común”.
Andrés Pérez tenía 25 años cuando conoció a Alejandra. En su adolescencia había sido seminarista menor durante dos años en los Legionarios de Cristo. Viendo que le gustaban mucho las mujeres, abandonó aqueñ camino. “Luego que me alejé del seminario acomodé a Dios a mi antojo y sí… enloquecí por completo; drogas, sexualidad desordenada, pornografía, masturbación, esoterismo; estuve a punto de venderle el alma al diablo, a punto de suicidarme, soporté dos sobredosis”, resume Andrés.
Cuando conoció a Alejandra, surgió una complicidad: ambos reconocían un pasado lleno de oscuridades y atracción por cosas esotéricas y por hacer chaladuras. “Éramos amigos y hacíamos locuras”, dice Andrés. Por ejemplo, robaban sin necesidad, sólo por la adrenalina de la acción. Se enamoraron y empezaron a vivir juntos.
Pero el negocio no funcionó bien. “Caímos en ruina económica y empezaron a suceder cosas extrañas en la casa, moscas, gusanos blancos”, explica Andrés.
Pensaban en pedir ayuda a un brujo. Pero la hermana de él les hizo otra propuesta: acudir a una Eucaristía que celebraría un cura amigo de ella, el padre Gerardo Piñeros “que puede ayudaros a combatir todo ese mal”.
“Al conocer al padre, nuestra vida se dividió en dos. Cuando lo escuché con la guitarra me impactó mucho. Sentí esa parte amable que ya había olvidado de los sacerdotes. Sus palabras me hicieron recuperar mucha paz”, recuerda Andrés.
El cura oró con ellos, pidiendo en nombre de Jesucristo la liberación de sus almas.
El Padre Gerardo les propuso acudir a la iglesia, a misa, y orar. Pero no podían comulgar estando en pecado. Y, sin embargo, al asistir a misa con asiduidad "empezamos a sentir la necesidad de comulgar”. Cuando lo explicaron al sacerdote, les propuso un desafío: vivir en total abstinencia sexual. "Separar cobijas, dijo”. Y confesarse. Recibir a Jesús.
Así lo hicieron. Se dejaron guiar en un proceso de conversión. Recurrieron a la oración del Rosario, que ayudó a sanar las heridas de su alma. Y se mantuvieron firmes en la castidad.
“Estuvimos cuatro años en castidad, la gracia nos la dio Dios, por gracia divina nunca caímos”, afirman ambos. “Nos volvimos unas personas que dependemos de Dios para todo”, reiteran. “Es como algo muy difícil de explicar: el amor con Jesús Eucaristía, rosario diario, eucaristía diaria, Viacrucis, lección, oraciones de Santa Brígida, oraciones del Consagrado”, enumera Andrés.
Alejandra obtuvo la declaración de nulidad matrimonial y pudieron ya casarse el 18 de mayo de 2013. Ella se había ligado las trompas años antes, pero pudo revertir la operación y lograron ser padres de una hija en común, María del Rosario. “La niña nació el día de la Virgen del Pilar, el 12 de octubre, fue el mismo día que nosotros nos consagramos a la Virgen y pienso que esto fue el sello de Ella”.
Hoy, el matrimonio Pérez Pulido sabe que junto a sus hijos son protegidos de la Santísima Virgen María. “Cuando uno es leal con Dios él lo respalda, y aquí sirviendo a Dios en la Iglesia, siendo obediente, encuentra uno la paz y la felicidad”, afirma Andrés.
En el vídeo, una predicación del padre Gerardo Piñeros sobre cómo dejar atras los miedos y el pecado; es el sacerdote que ayudó a Alejandra y Andrés a cambiar de vida