Este viernes 19 de marzo, festividad de San José, será un día que Francisco Javier Muñoz no olvidará pues tras varios años de estudio y formación finalmente será ordenado diácono de la Diócesis de Córdoba a manos de su obispo, monseñor Demetrio Fernández.
“El Señor ha sido siempre para mí el lugar donde tenía que crecer, madurar, a pesar de no haber acabado aun, obviamente, ese crecimiento. En el seminario he aprendido a tratar más profundamente al Señor. Intelectual, pastoral y humanamente también he crecido aunque sé que me queda mucho por delante. El seminario me ha enseñado a ser cristiano y sacerdote, los consejos de los sacerdotes, los compañeros y las actividades pastorales me han ayudado a saber qué es ser sacerdote en el siglo XXI”, explica este joven en una entrevista con la web de la Diócesis de Córdoba.
Acerca de su paso por el seminario, Francisco Javier destacaría el trato que ha podido tener con Dios pues “a pesar de mi debilidad y pobreza, Dios me quiere para Él. Me quedo con saberme querido por Dios y llamado por el Señor”.
A apenas unas horas para su ordenación diaconal este cordobés asegura vivirlo con “paz y tranquilidad” y dejándose llevar “en las manos del Señor”. “Estoy ilusionado, tengo muchas ganas de ayudar en una parroquia, de llegar al sacerdocio. Me dejo en las manos del Señor”, agrega.
Por otro lado, considera que aunque llega la ordenación quiere vivirlo con normalidad, “estudiando, rezando, compartiendo ratos de comunidad con los compañeros, esto no acaba. La ordenación es bonita y esencial pero la quiero vivir con naturalidad y seguir como hasta ahora. Hay que seguir trabajando y creciendo”.
Acerca de la situación actual que vive el mundo con la pandemia, y que marcará igualmente su ordenación diaconal, Francisco Javier cree que “son momentos muy difíciles que nos afectan a todos, pero es una llamada de confianza al Señor que me haya tocado ordenarme el día de San José, que tanto sufrió y pudo con las dificultades. El Señor puede con todo y también con la pandemia, y tenemos que confiar en Él. Doy gracias porque está cuidando mucho a mi familia y a mis amigos”.
Este joven pasó por el seminario menor primero y el mayor después, muchos años pasados hasta llegar a este momento. “Salir de casa con doce años es difícil, los primeros años fueron duros, corté mi relación con mi pueblo, pero a pesar de todo aprendes a no depender tanto de las circunstancias externas. A mí las circunstancias me han hecho madurar y darme cuenta que lo importante es que donde esté me entregue al Señor”, concluye este futuro diácono.