Pero le hizo una promesa a Dios. "Le dije: ‘Tú me trajiste aquí y cada noche me pondré de rodillas y voy a rezar para agradecerte y cada mañana me levantaré y estaré muy agradecida y voy a hacer esto por dos años”.
Con esta decisión de vivir desde el agradecimiento, re-encontró la Presencia de Dios y también una escuela para ciegos en la que aprendió a retomar el control de sus actividades cotidianas. Esta es su historia, que explica Therese Bussen en Denver Catholic y traduce Carmen Elena Villa.
Laura Revan, de 50 años, comienza a cortar un pimiento verde con los ojos vendados. Lo hace con facilidad, habilidad y una gran sonrisa en su rostro.
Está preparando su cena de graduación para 75 personas, como parte de los nueve meses de entrenamiento en la Colorado School for the Blind (Escuela de Colorado para ciegos) donde aprendió a manejar su discapacidad y re-aprender algunas tareas ordinarias, ahora como alguien que ha perdido la vista.
Ella pasó de no querer levantarse de la cama a ser una mujer que “ve” con los ojos de la fe y de manera mucho más clara.
El 15 de diciembre del 2015, Laura se encontraba comprando un árbol de Navidad y de repente se desmayó.
Descubrieron que tenía neumonía y después, le hallaron unos quistes en los ovarios los cuales se trataron con quimioterapia y radiaciones para que no se fuera a desarrollar ningún tipo de cáncer. Como consecuencia de los tratamientos, su retina se le desprendió y quedó ciega.
Esta nueva condición la hizo pasar por momentos de mucha desesperanza, pensaba que lo mejor para ella era morirse. Pero un día tuvo un sueño. Estaba de pie ante las puertas del cielo tratando de entrar, pero no le abrieron las puertas. Finalmente, Dios salió a su encuentro,
“Él me tomó de la mano y caminó conmigo y me llevó a un tribunal afuera. ‘¿Qué estás haciendo? Te estás rindiendo, no es tu tiempo, todavía no estoy listo para ti’”, cuenta Laura. “Yo le dije: ‘Pero esto duele y mucho’ y Él dijo: ‘¡Tengo mucho trabajo para ti! Tú vas a ayudar a la gente, vas a alentarla, vas a traer más gente cerca de mi’”.
Ella se despertó sintiéndose aliviada y relajada. Pero sobrevivir significaba muchos días oscuros por delante. Sus luchas continuaron, buscaba aceptar su nuevo sufrimiento de ceguera, que no era la única experiencia difícil que había vivido.
“Antes de pasar por esto mi casa se quemó y perdí todo. Luego mi madre murió, mi prometido también murió y le pregunté a Dios: ‘¿Qué tan fuerte crees que soy yo?’”, dijo Revan. “Él me dijo: ‘Yo le doy mis más duras batallas a mis mejores soldados’. Yo perdí mi fe, y justo le recé a Dios para que me llevara. (Pero) Yo siempre había sido muy fuerte, era una persona independiente, y luché hasta la muerte”.
“Estaba enojada, estaba lista para rendirme, pero supe que había luchado demasiado como para ya darme por vencida”, continuó.
“Seguí rezando y le hice una promesa a Dios. Le dije ‘tú me trajiste aquí y cada noche me pondré de rodillas y voy a rezar para agradecerte y cada mañana me levantaré y estaré muy agradecida y voy a hacer esto por dos años”.
Mientras que continuó avanzando todos los días, algunos más difíciles que otros, Laura comenzó a investigar sobre cómo vivir con la ceguera.
“Supe que era un nuevo camino en el que Él me puso. Necesitaba seguir viviendo, era como una prueba y un tiempo particular”, dijo Revan. “Entonces voy a hacer lo que tenga que hacer”, y así encontré el Colorado School for the Blind, y estoy lista para vivir la vida, porque ahí hay vida”.
“Sentí su presencia. Siempre había estado ahí”, explicó. “Pensaba en rendirme en todo momento, no quería comer ni levantarme de la cama, era una presencia que siempre estaría ahí conmigo para hacerme sentir en calma”.
Luego de asistir al Colorado School for the Blind, Revan aprendió a cocinar, a viajar por la ciudad y cruzar el tráfico, a usar varios indicadores que le ayudaban a navegar. Aprendió el sistema de lectura para ciegos, re-aprendió cómo usar los audífonos y la computadora e incluso un proyecto de carpintería.
Poco tiempo después de haber comenzado, ella buscó la manera de ir a Misa los domingos y llamó a la parroquia St. Mary en Littleton. Uno de los ministerios es “María de la Misericordia”, que conecta a los feligreses con las personas en necesidad para proveerles la ayuda que necesitan. Laura conoció a Rachel Guerrera, una madre de dos niñas quien comenzó a llevarla a Misa todos los domingos y así se hicieron amigas.
“Una de las cosas más grandes (de Laura) es su dignidad”, dice Guerrera. “Ella acepta la ayuda que necesita y eso no la hace menos digna. Ella no se menosprecia ni se queja por las desventajas que tiene. Esto para mí es muy inspirador”.
Además de las habilidades prácticas Revan aprendió en la escuela para ciegos mucho más sobre Dios y sobre ella misma. “Aprendí sobre mi fortaleza, aprendí a ser paciente, algo que todavía es difícil. He aprendido a no rendirme y a estar cerca de mi familia”, dijo.
Ella se graduó el 30 de noviembre y planea regresar al estado de Georgia, su lugar de origen, para estar con su familia y volver a la escuela para obtener un título en consejería.
“Hay mucha más vida afuera, incluso si has perdido algún sentido”, dice. “Le digo a Dios: ‘¡Vamos! ¡Levántate!” Tengo una medalla del ángel de la guardia que llevo conmigo y le dijo; “¡Ven! Te necesito ahora”, he hecho cosas que no pensé que podría hacer”, concluye Revan.