Durante su tercera jornada de su visita a Tailandia el Papa Francisco tuvo un encuentro con sacerdotes, religiosas y seminaristas donde pudo escuchar en primera persona el testimonio de una postulante tailandesa de las javerianas y que relató al Santo Padre su conversión del budismo al catolicismo a través de María, que también la guio hacia la vida religiosa.
Benedetta Donoran, como así se llama esta mujer, nació en 1975 y contó al Papa en la parroquia de San Pedro de Bangkok que se bautizó en 2012 y que en este momento es “postulante en la Congregación de las Misioneras de María” o javerianas, tal y como se las conoce popularmente.
Proveniente de una familia budista practicante
Esta conversa señaló en su testimonio que “todos los miembros de mi familia son budistas y practican las enseñanzas de Buda, como las practicaba yo cuando era joven. El hacer el bien es lo que nos hace libres y lo que nos conduce al cielo”.
De este modo, Benedetta reflexionó asegurando que “aquellos que hacen el bien recibirán una recompensa. ¿Por qué tiene Jesús que sufrir las consecuencias de nuestros pecados?”.
Y recordó que “cuando era niña tuve la oportunidad de ir al colegio de mi pueblo, de la Inmaculada Concepción de María. Entonces tenía 15 años. Las hermanas Hijas de la Caridad nos invitaron a las niñas a ir a la misa del domingo. Entré en la iglesia con algunas de mis amigas y vi la estatua de una mujer. No sabía quién era, pero era muy hermosa. Me impresionó el modo como me miraba. Luego vi la imagen de un hombre crucificado. Me asustó”, relató.
“Tenía una gran confianza en María”
Esta mujer dijo al Papa, tal y como recoge Aciprensa, que “desde aquel día empecé a ir a Misa todos los domingos sin sentirme obligada a ello. Tenía una gran confianza en María. Así empecé a conocer a María y a Jesús mejor. No creía que Jesús fuera Dios y me preguntaba cómo puede un hombre borrar los pecados de otros hombres. Recitaba el rosario que las hermanas me habían enseñado a rezar y asistía a la Misa con otra gente católica”.
Con esta inquietud en su corazón, esta tailandesa siguió “estudiando y trabajando en la misma escuela. Cuando tenía 33 años decidí proseguir mi ideal, que era el dedicarme a trabajar por el bien de la sociedad como una maestra voluntaria trabajando en pequeños pueblos. Un día iba camino de Chiangmai cuando me encontré con el Padre Raffaele Manenti, un misionero del PIME. Decidí ir con él a la Casa de Los Ángeles, una casa que acoge a niños discapacitados, y está bajo el cuidado de la iglesia de Nuestra Señora de la Merced en la provincia de Nonthaburi. Al cabo de algún tiempo, y por simple curiosidad, fui a visitar a un grupo de catecúmenos”.
Dios empezaba a actuar en ella
Interrogada por lo que vio –dijo al Papa- que “quería saber que hacían. Aprendí algo sobre Jesús y tuve la oportunidad de escuchar el Evangelio. Sentí que su palabra estaba actuando dentro de mi corazón como un bisturí. Me sentí confusa por las exigencias de su palabra”.
Sin embargo, Benedetta indicó que “no quería echarme para atrás. Pero sentía que el seguir escuchando sus palabras era como jugar con fuego. El sentimiento de inquietud e incomodidad siguieron creciendo. Una noche, mientras estaba medio dormida, oí una voz que me dijo: ‘¡Vete a buscar trabajo en otra parte! ¡Aléjate de esta gente!’ Pero también oí otra voz que me dijo: ‘¡Te quiero!’. Esta última voz llenó mi corazón de serenidad y de paz”, afirmó.
Un don de Dios
Al cabo de un año pidió recibir el Bautismo, pero el sacerdote se lo negó y le dijo que tenía que esperar más tiempo. “La verdad es que no estaba todavía preparada para recibir el sacramento del Bautismo. Sólo quería deshacerme del sentimiento de inquietud. No estaba pidiendo la misericordia de Dios. Poco a poco me fui dando cuenta de que el Bautismo no es fruto de nuestros méritos. Lo recibimos como un don de Dios”, contó a Francisco.
Aceptando que era lo mejor para ella siguió estudiando el catecismo un año más. “Sólo entonces, de rodillas, -explicó- pedí a Dios que tuviera misericordia de mí. Recibí la gracia de la conversión de corazón. Gracias al Bautismo morí a mí misma y renací de nuevo en Nuestro Señor Jesucristo. Me dejé vencer por el amor de Dios y por su paciencia que esperaban a que su hija retornara a Él”.
Dedicar su vida a esta Buena Nueva
“No hubiera creído nunca si no es por la experiencia que tuve de ser amada por Dios. Dios es amor y se ha manifestado a nosotros en Jesucristo. Yo le he encontrado. Esta es la Buena Nueva en mi vida. La misma Buena Nueva que Pablo, el apóstol de los gentiles, nos dice: “Por la gracia que de Dios me ha dado, para ser ministro de Jesucristo para los gentiles, en el ministerio del evangelio de Dios, para que la ofrenda de los gentiles sea acepta y santificada por el Espíritu Santo”.
Benedetta aseguró que “esta es la misma Buena Nueva a la que ahora quiero dedicar mi vida. Continuaré buscando la voluntad de Dios. Le doy gracias por el gran don de su Hijo y del Espíritu Santo que ha iluminado mi vida, y por los misioneros que ha enviado para ser testigos de su amor aquí en Tailandia. En verdad la Palabra de Dios no es una simple palabra escrita en un libro sino que es la Palabra llena de vida y portadora de vida”.
El Papa, impresionado con su testimonio
El Papa Francisco, conmovido por este testimonio, recogió sus palabras en su intervención posterior. “¿Cómo cultivar la fecundidad apostólica? Benedetta, tú nos hablaste de cómo el Señor te atrajo por medio de la belleza. Fue la belleza de una imagen de la Virgen que con su mirada particular entró en tu corazón y suscitó el deseo de conocerla más: ¿Quién es esta mujer? No fueron las palabras, ideas abstractas o fríos silogismos”, afirmó el Pontífice.
En este sentido, Francisco destacó que en esta conversa y ahora postulante “todo comenzó por una mirada bella que te cautivó. Cuánta sabiduría esconden tus palabras. Despertar a la belleza, al asombro, al estupor, capaz de abrir nuevos horizontes y sembrar cuestionamientos”.