«Padres con Verdades Incómodas sobre lo Trans» (PITT, por sus siglas en inglés) es un blog en el que padres con hijos con disforia de género comparten experiencias y comentarios sobre el acoso al que son sometidos por los ideólogos de género y por la floreciente industria de la "afirmación" de género y sus consecuencias irreversibles: los tratamientos hormonales y la cirugía.
Un post del 20 de septiembre recoge el testimonio de una madre cuyos conocimientos como psicóloga clínica consiguieron librar a su hija, que padece evidentes trastornos de personalidad subyacentes a su petición de convertirse en hombre, de los efectos irreversibles de una terapia de "transición" que el tiempo ha demostrado innecesaria para la felicidad de la joven.
"Es solo cuestión de tiempo", dice esta madre en el post de PITT, que empiecen a llegar las demandas contra estos terapeutas por lo que será "uno de los mayores escándalos médicos de la historia" (los ladillos son de ReL).
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Al terapeuta de género de mi hija: usted estaba equivocado
Al terapeuta de género de mi hija: usted estaba equivocado.
Han pasado ya algunos meses desde que usted y mi hija tuvieron la última de cuatro sesiones. En la tercera sesión me invitó a participar en una discusión sobre los efectos de la testosterona en el cuerpo humano femenino.
Sonrió tranquilamente mientras nos guiaba a través de una serie de diapositivas de Powerpoint y nos explicaba que los órganos reproductores de mi hija se atrofiarían, que le crecería la barba, que su voz se haría más grave y que "el falo" se agrandaría.
Keira Bell era menor, con la misma edad que la chica protagonista de esta historia, cuando los terapeutas de género que la atendieron la remitieron a tratamiento hormonal y una doble mastectomía (amputación de los pechos).
Me senté a escuchar, haciendo acopio de todas mis habilidades como psicóloga clínica para no soltarle una arenga delante de mi frágil y quebradiza hija de 17 años.
Poniendo las cosas claras
Entre la tercera y la cuarta (y última) sesión con mi hija, usted y yo mantuvimos una conversación a solas en la que creo que se dio cuenta de que esta madre y esta familia no iban a entregar fácilmente o de buen grado a esta hija a los servicios de transición de género a los que usted estaba dispuesto a remitirla después de solo tres reuniones de 45 minutos.
Le pregunté qué era específicamente lo que tenía mi hija que le convenció de que la transición médica sería la acción correcta para aliviar su angustia.
Su respuesta fue: "Él tiene disforia de género".
Yo le respondí: "Ella tiene un trastorno alimentario, dismorfia corporal y TDAH [Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad]; todos ellos parecen tener algunos rasgos coincidentes con la disforia de género. ¿Por qué no evalúa y trata esos aspectos antes de empujarla a cualquier tipo de intervención médica?".
Le pregunté qué sucedería si al tomar testosterona y pasar por los cambios que usted nos había descrito mi hija no mejoraba de su disforia. ¿Qué pasaría si sus sentimientos y síntomas de autodesprecio, disociación, ansiedad, depresión y autolesión se agravaban?
Usted visiblemente empequeñeció ante mis preguntas y respondió que la mayoría de las personas que hacen la transición están satisfechas con sus resultados y no se arrepienten de su decisión.
Le pregunté dónde podía encontrar estudios realizados a lo largo del tiempo y revisados por pares que sugirieran que la afirmación y la facilitación de la transición de género social y médica producen adolescentes y adultos jóvenes felices y bien adaptados.
Usted dijo que me enviaría con gusto los enlaces a esos estudios. Los enlaces nunca llegaron.
Le dejé claro, quizás de forma brutal, que la afirmación de la identidad de género masculina no sería el objetivo de sus sesiones posteriores y que, en cambio, la ayudaría a explorar la incomodidad que sentía con su cuerpo femenino curvilíneo, ya casi completamente desarrollado.
Que hablaría con ella sobre su ansiedad, su depresión, su superdotación, su sensación de alejamiento de sus compañeros en un instituto altamente competitivo y sobre el impacto que la pandemia había tenido sobre ella en un momento tan crucial de su vida. En otras palabras, que usted trabajaría para detener el tren de la transición.
El dogma oficial impuesto
Al recordar esa conversación me embarga un sentimiento de temor retardado, ya que fue antes de saber que las principales asociaciones médicas y de salud mental, la ley y las piezas clave de nuestro gobierno estatal y federal también habían adoptado una postura de afirmación de la identidad de género, aunque para sus propios fines personales y políticos.
En aquel momento no sabía que, en algunos casos, los padres habían sido denunciados a los Servicios de Protección de Menores por negarse a dirigirse a su hijo o hija con el nombre que él o ella había elegido y con sus pronombres preferidos.
En cierto modo me alegro de mi ignorancia, porque creo que mi enérgica y temprana reacción salvó la vida de mi hija. No me retracto de nada.
Gracias a un amor enorme e incondicional, a la psicoterapia real, a la sólida atención psiquiátrica y a algunos cambios en su vida personal y social, que le hacían falta desde hace tiempo, mi hija se está convirtiendo en una joven adulta poco convencional, ingeniosa y que no se ajusta a su género. Le aflige irse liberando de su preocupación por transformar química y quirúrgicamente su cuerpo en algo que nunca resultaría en que ella fuera un hombre. No tendrá que vivir su vida en un cuerpo Frankenstein. Nada de una vagina seca y arrugada. Nada de barba ni calvicie masculinas. Nada de cuerdas vocales irreversiblemente engrosadas. Y nada de clítoris agrandado y expuesto. Usted lo llamó falo, pero ella nunca orinaría ni eyacularía por su clítoris. Es anatómicamente imposible.
Lo que sí había que tratar
Una cosa muy importante que aprendimos por el camino es que mi hija, como muchos otros jóvenes que declaran su identidad transgénero en la adolescencia, está en el espectro del autismo. Fue diagnosticada por un psiquiatra experto en niños y adolescentes y ahora, poco a poco, comprende cómo ciertos aspectos de su autismo hicieron que se derrumbara y se centrara en la identidad de género como una forma de explicar y afrontar lo que le hizo la vida tan difícil durante sus años de secundaria.
Está aprendiendo a aceptar que es socialmente torpe y que tiene intereses especiales, y por todo ello será mejor cuando habite su yo adulto completo en algún momento al final de la veintena.
Es un ser humano brillante y hermoso cuyo futuro estuvo a punto de ser robado por la industria de la transición de género.
Es alarmante que toda una generación de niños superdotados, que pueden estar en el espectro del autismo, esté siendo esterilizada en lo que equivale a un experimento eugenésico con la participación de instituciones médicas y profesionales de renombre, y en beneficio de una nueva categoría de profesionales de la salud mental: los terapeutas de género como usted.
Lo que le aguardaba en sus manos
Si mi hija hubiera continuado por el camino que llevaba cuando usted era su terapeuta, estaría metida hasta el fondo en un régimen de inyecciones semanales de testosterona y eventuales cirugías que no habrían resuelto su disforia de género, una categoría diagnóstica que se incluyó en el DSM-5 (2013 [manual diagnóstico de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría]) como una forma de validar las experiencias de un porcentaje muy pequeño de la población que sufre durante toda su vida sentimientos de incomodidad y desconexión con su sexo biológico, al mismo tiempo que se crean conceptos que puedan facturar las clínicas de género y los profesionales de la salud mental (véase Drescher, 2013: "Es difícil encontrar un lenguaje que concilie la eliminación del estigma de tener un diagnóstico de trastorno mental, y al mismo tiempo mantenga el acceso a la atención médica").
El Tavistock Centre de Londres, especializado en "transición de género", ha sido objeto de polémica en los últimos años por su rapidez en derivar hacia terapia hormonal a menores sin una evaluación psicológica a fondo.
Lo sé porque uno de los expertos del grupo de trabajo del DSM-5 sobre la disforia de género es un amigo de hace mucho tiempo que está, él mismo, consternado por lo que ha surgido de esta categoría diagnóstica que él, sin duda con la más compasiva de las intenciones, ayudó a forjar. Resulta decepcionante que se muestre reticente a la hora de mostrarse del lado de las prácticas mejores y más seguras y de afirmar públicamente que la terapia de exploración de género no es una terapia de conversión; que, de hecho, poner a tantos jóvenes LGB en una cinta transportadora que se mueve rápidamente hacia la transición médica es la última repetición de las prácticas de conversión gay.
Nuestra hija no fue "asignada como mujer al nacer". Nació con la dotación completa de órganos sexuales femeninos normales y con todos los óvulos que sus ovarios liberarán a lo largo de sus años fértiles, independientemente de que decida ser madre o no. Lo esperábamos así porque las pruebas prenatales de ADN nos permitieron saber de forma inequívoca a las diez semanas de gestación que íbamos a tener un bebé con cromosomas sexuales XX en todas las células de su cuerpo.
Y no, no es un "intersexo". Sus rasgos fenotípicos reflejan su herencia genética del suroeste asiático y está bien y sana tal como es. Nada en su cuerpo está o ha estado nunca fuera de lugar. Si la industria de la transición de género es algo, es profundamente racista y perturbadoramente sexista.
El negocio
Creo que el seguimiento médico precipitado de los niños y jóvenes que se identifican como trans es un giro contemporáneo del individualismo estadounidense llevado a su punto más absurdo.
Nos encontramos en una situación en la que los lobos corporativos se hacen pasar sin esfuerzo por ovejas progresistas.
Incluso Planned Parenthood, quizás previendo lo que pasará al ver confirmada la reciente sentencia sobre el aborto en Texas, está invirtiendo sobre seguro ofreciendo "Terapia Hormonal de Afirmación de Género". La necesidad de las instituciones de seguir siendo relevantes y proyectarse en el futuro supera cualquier fidelidad a los principios que declaran.
Y la necesidad de los padres de proteger la mente y el cuerpo de sus hijos está por encima de cualquier afiliación política. Nuestras carteras y nuestros votos hablarán por nosotros.
Camino de la felicidad
Estamos en septiembre y desde mediados de agosto mi hija y yo vivimos en una ciudad de la antigua Unión Soviética. Ella está conectando con sus raíces, su tierra y su herencia cultural; con fuentes de identidad ricas y duraderas que las hormonas sintéticas y la ideología de género amenazaban con socavar y sustituir.
Reconoce que seguir el camino de la transición médica la habría convertido en una paciente de por vida y le habría impedido disfrutar de toda la alegría y libertad a la que ahora tiene acceso. Está aceptando las inevitables pérdidas que conlleva el crecimiento y descubriendo facetas de sí misma que nunca habría conocido si hubiéramos seguido su consejo e iniciado la medicalización. La ideología de género se habría convertido en el foco central de su intelecto y su creatividad para el resto de su vida.
Ayuda el hecho de que el idioma local, que mi hija está absorbiendo rápidamente y empezando a hablar, carece de marcadores gramaticales de género. Creo que se siente aliviada por no tener que preguntar o responder a preguntas sobre "pronombres preferidos" y demás. Aquí, nadie está obligado a participar en un delirio de masas que exige el control del pensamiento y la vigilancia del discurso. Tuvieron más que suficiente de eso durante siete largas décadas bajo el dominio soviético.
Sencillamente, la gente tiene retos cotidianos más acuciantes y, en consecuencia, vive una vida social muy interconectada. Cuando te caes, los transeúntes se paran para ayudarte a levantarte y quitarte el polvo. Al igual que otros jóvenes, mi hija se siente segura de sí misma caminando por la ciudad a todas horas. Cada día se siente más segura y en casa en esta ciudad y en su cuerpo.
Y cada día tengo más esperanzas de que, al alejarla de una cultura que patologiza los problemas normales del desarrollo e impulsa tratamientos médicos costosos e irreversibles, esto permitirá y reforzará la remisión a largo plazo de la disforia de género y la ideación trans de su vida.
Un escándalo médico
Asumí el impopular riesgo de sostener la ambivalencia de mi hija y mantenerla viva en lugar de entregarla a un proceso que la convertiría en el dócil objeto de una falsa "afirmación" y "celebración".
Y aunque me convertí en el blanco de mucho odio y rabia durante muchos meses agotadores (si hubiera afirmado y facilitado la transición social y médica, con mucho el camino menos conflictivo para los padres que tienen los medios económicos, habría ganado el estatus temporal de madre heroica), ella nunca perdió de vista el hecho de que su padre y yo éramos los que realmente la respaldábamos; que la aprobación de los aduladores de los medios sociales, de las familias de relumbrón y de los médicos de género nunca podría reemplazar su propia autoestima y el amor inquebrantable de su familia.
Permítanme terminar diciendo que las cosas están cambiando en algunas partes de Europa y en el Reino Unido. En Estados Unidos, un movimiento creciente de padres y médicos éticos, la mayoría de los cuales son progresistas de toda la vida y partidarios activos de las personas y las causas LGBTQ, se están organizando y haciendo oír su indignación y su rechazo a la ideología de género así como a las afirmaciones diagnósticas sin fundamento y a las prácticas de tratamiento perjudiciales a las que ha dado lugar.
Cuando empiecen a llegar las demandas, será uno de los mayores escándalos médicos de la historia.
Es solo cuestión de tiempo.