Héctor Luis Muiño y su esposa Nora llegaron hace más de treinta años a la prelatura de Deán Funés, en el norte de la provincia argentina de Córdoba, como familia misionera para llevar la catequesis y el Evangelio a los lugares más alejados de esta región.

Durante todo este tiempo se dedicaron a la misión y tuvieron cuatro hijos, Laura, Clara, Cecilia y Marcos. Pero hace unos años Nora murió dejando viudo a Héctor. Sin embargo, la familia siguió en la misión y Marcos, único hijo varón, fue ordenado sacerdote el año pasado como jesuita. Y en todo este tiempo, este misionero ha podido ser ya abuelo de dos nietos.


Pero este pasado sábado 2 de diciembre su entrega a la misión a la que ha dado su vida dio un paso más pues Héctor fue el pasado sábado ordenado sacerdote. En la celebración estuvieron sus hijas y nietas y también su hijo Marcos, que le impuso las manos, al ser ya sacerdote.

La ceremonia de ordenación de Héctor estuvo marcada por la emoción del momento pues se recordó a su esposa, su trayectoria misionera que involucraba a toda la familia allí presente y se produjo la bella imposición de manos de su propio hijo.




La ordenación se produjo en la parroquia de San Francisco Solano de la localidad  de San Francisco del Chañar y estuvo presidida por el obispo prelado de Deán Funes, monseñor Gabriel Zurbriggen, y en la que participaron también el prelado emérito al que tanto conoce así como numerosos sacerdotes de la prelatura y de diócesis cercanas.

Durante la homilía, Zurbriggen recordó que “fue esa experiencia de fe, de encuentro con Jesús vivo, presente en la Eucaristía, en la Palabra y en la comunidad: los hermanos, especialmente los más pobres, lo que cautivó, enamoró el corazón de Héctor y de Nora, su esposa, desde muy jovencitos. Ellos escucharon el llamado a ser esposos misioneros y se han dedicado con el todo el corazón a anunciar el Evangelio a los hermanos primero en el norte del país y después en la Prelatura donde no han dejado paraje, lugar, comunidad sin visitar para anunciar la Buena Noticia de Jesús.

“Ahora, más grande, Héctor papá y abuelo, con Nora acompañándolo desde el Cielo, ha escuchado un nuevo ‘sígueme’. Un ‘sígueme’ al sacerdocio ministerial que enamora, que ha enamorado de nuevo el corazón de Héctor para el servicio del Pueblo de Dios que se le confía”, agregó el prelado.


Por último, dio a Héctor algunos consejos: “ser sacerdote es jugarse la vida por el Señor y por los hermanos, llevando en carne propia las alegrías y las angustias del Pueblo, gastando tiempo y escucha para sanar las heridas de los demás y ofreciendo a todos la ternura del Padre. Se trata de tener un corazón lleno de pasión y compasión, especialmente con los jóvenes, dice el Papa Francisco. Y pensando en los jóvenes, yo agrego, no te olvides de orar y hacer rezar por las vocaciones sacerdotales. Trata de estar cerca de ellos, de escucharlos, de anunciarles la Palabra y de contagiarles la alegría de la misión, la alegría del anuncio del Evangelio… Quizás, Dios quiera, a través de tu sacerdocio, llamar a algún joven a la vida sacerdotal”.

Ahora como sacerdote tendrá incluso más actividad que como misionero pues será el administrador de la misma parroquia en la que fue ordenado sacerdote y de otra decena de comunidades muy dispersas que abarcan más de 3.000 kilómetros cuadrados.

Además, de estas labores seguirá con otras tareas que ya desempeñaba anteriormente como ecónomo de la Prelatura, encargado de las misiones y de la Escuela de Diáconos Permanentes así como formador de los misioneros ad gentes de la región centro.