Ahora a sus 54 años se está muriendo debido a un tumor cerebral que le detectaron en noviembre de 2016. En estos momentos ya no puede hablar ni moverse y es cuestión de días o semanas que fallezca. Pero antes de no poder expresarse quiso dejar una última enseñanza, tal y como ha hecho durante toda su vida. Juntó a compañeros, alumnos y familia para darles la lección más importante de sus vidas: que el fin de todo es la vida eterna y la plenitud que sólo se puede alcanzar unido a Dios.
Ignacio Llorente es numerario del Opus Dei y criado en una familia numerosa. Allí asegura que recibió la fe y la vocación, lo más importante en su vida pese a sus numerosos logros profesionales.
Llorente ha visto la enfermedad como una misión para hablar del amor de Dios y para ello convocó un acto que aparentemente iba a ser de despedida de la institución pero que acabó siendo un testimonio de fe y esperanza.
“Tengo la sensación de de que estoy en tiempo de descuento y que si llego a Navidad, bendito sea Dios”, afirmaba a sus compañeros, tal y como refleja el vídeo que grabó el propio Instituto.
“¿Se trata de ponerse triste y estar amargado?”, preguntaba Ignacio. Pero él, siendo enfermo terminal, les decía al resto que “se trata de coger la vida con ganas e ilusión, sabiendo que los problemas existen y afrontarlos de cara”. Así fue como quiso convertir esta charla en una clase magistral, “esperando que nadie se moleste” y que “os pueda servir”.
Este experto economista y empresario dejó muy claro desde su propia experiencia que “lo único que merece la pena en esta vida es hacer la voluntad de Dios y lo único que genera una satisfacción plena es saber que haces la voluntad de Dios”.
Con ello, aseguraba que no quería dar “lecciones moralizantes” a nadie pues no es ejemplo de nada, afirmaba. Pero ante la muerte inminente, “¿qué puedo hacer?”, se preguntó. Y así fue cómo surgió la idea de hablar de cómo ha vivido la enfermedad bajo la luz de la fe por si podía ayudar a alguien y sobre todo para “generar un punto de inquietud que puedan ayudar en el camino de seguir a Dios”.
Ignacio Llorente indicó que tenía la “enorme suerte” de ser una persona de fe gracias a lo cual nunca ha tenido la sensación “de que este mundo sea un absurdo y tenga un fin”. Al contrario, según comentó, “tengo un conocimiento de que esta vida tiene un sentido más trascendental del que ninguno le damos a nuestra existencia”.
“Evidentemente aunque la muerte asusta y aunque la posibilidad de dejar esta vida genera desasosiego, yo tengo una alegría inmensa, infinita”, aseguraba.
Es más, afirmaba que “no he estado más feliz en mi vida”. Y contó que muchos días se levanta de la cama a las 5.30 de la mañana “dando botes de alegría, de la suerte que tengo”. Y exultante iba más allá incluso: “tengo una sensación de plenitud absoluta, de que merece la pena esta vida a tope”.
En su intervención, Llorente confesaba que “parte de que esté aquí hablando con vosotros es que necesito contarlo, que la vida tiene un sentido más pleno, radical y mucho más feliz”. “Tengo la suerte y he tenido la suerte de tropezarme con Dios y he tenido la suerte de que Dios ha sido conmigo misericordioso”.
Pero además de hablar de la acción de Dios en su vida, el otro objetivo de Llorente a la hora de reunir a tanta gente en el Instituto de Estudios Bursátiles era hacerles recordar que existe la vida eterna. "Merece la pena es pensarlo”, afirmaba y recordaba que no vale de nada dejarse llevar por los problemas de la vida y obviarlos, pues no por ello desaparecerán.
Por ello, explicaba que “lo que puede parecer un poco tonto es reducir las posibilidades de ser plenamente felices. Y mi experiencia es que de verdad la gente que ha sido plenamente feliz han sido los santos. Uno ve esas vidas, cómo han funcionado, cómo han respondido, la alegría de sus rostros. Tú, ¿por qué lo cambiarías?”.
Algo parecido a lo realizado en el IEB lo hizo con su propia familia en julio. Reunió a sus numerosos hermanos, sobrinos y primos y les habló de la muerte y de cómo afrontarla. Aquel testimonio también fue grabado en vídeo y se ha ido difundiendo a nivel privado entre amigos y conocidos. Desde su entorno afirman a ReL que sus palabras han tocado a mucha gente, muchas personas alejadas de Dios que se han empezado a replantear su vida.
Y así se ha cumplido uno de los grandes deseos de Ignacio, ser “instrumento del Señor” pues él decía que “hay que entregarse para que el Señor te utilice”.