Luca di Tolve recuerda que tuvo una infancia muy dura. “Mis padres siempre discutían y después de un tiempo se separaron. Mi madre me crió solo y cuando ella llegaba tarde del trabajo yo me quedaba con una familia vecina que todas eran niñas y que criticaban a mi padre porque se había desentendido de nosotros”, precisa.
“Yo no tuve ese modelo masculino del que fijarme y de hecho crecí con odio hacia mi padre por la situación en la que nos encontrábamos mi madre y yo. No podía jugar al fútbol con mis compañeros porque no sabía cómo hacerlo”, recuerda.
En la adolescencia comenzó a sentir una atracción por su compañero de clase. “Él era el más alto, el más fuerte, el más atlético, el más inteligente… Y veía en él todo lo que yo quería ser y me empezó a gustar. Mi madre se preocupó porque por la noche yo decía su nombre y me llevó al psicólogo que le dijo que yo era homosexual y que ella tenía que aprender a quererme así. Pero nadie me había preguntado por la razón de esa atracción, por qué tenía esa tendencia o dónde tenía el origen”, cuenta Luca di Tolve.
A los 16 o 17 años, Luca se hizo amigo de un chico de una escuela cercana que era también gay y que le introdujo en las discotecas y en el ambiente gay. “En ese ambiente intentaba recuperarme de todo el sufrimiento que había pasado en el colegio y me contrataron en la discoteca para bailar. Me pagaban unos 150 euros que para un chico tan joven era muchísimo dinero”, relata a ACI Prensa.
Puede adquirir el libro "Yo fui gay" piunchando AQUÍ
Después se presentó al primer certamen de Mister Gay Italia y lo ganó. “Mi ambición era ser alguien famoso, conocido. Vivía en la calle más cara de Milán, iba a los desfiles y conocí a Dolce Gabanna, a Gianni Versace, a todos los diseñadores de moda. Yo iba de vacaciones a Cerdeña al barco de un amigo y al lado estaba Madonna y otros famosos”.
En una vida de desenfreno, uno de sus novios murió de sida. “Entonces tenía 25 años y varios amigos murieron de sida, también mi novio. Antes de morir le regalé una pequeña imagen de la Virgen, quizás por tradición, y sus últimas palabras fueron: ¿por qué me tiene que pasar esto a mí? Después de su muerte me agarré a las cosas del mundo, iba al gimnasio, salía muchísimo de fiesta, pero comencé a entrar en una depresión porque no encontraba la paz”.
Después de un viaje comenzó a sentirse mal y estuvo un mes ingresado en el hospital, ahí le diagnosticaron que era seropositivo, es decir, portador del VIH y que había que darse prisa con el tratamiento para no desarrollar la enfermedad.
“Ahí entendí que no hay nada en el mundo que te pueda ayudar a afrontar la muerte. Se me empezó a caer el pelo, la piel la tenía muy mal… y eso para un joven narcisista como yo era doblemente terrible”.
Sumido en una profunda depresión, cuando peor estaba, Luca vio un rosario y una imagen de la Virgen que tenía en casa como decoración.
“Ahí pensé que la Virgen existe de verdad y con esa consciencia recé el rosario y pasó algo inimaginable. Caí de rodillas y comencé a sentir una paz profunda como jamás había sentido, era el amor de la Virgen que con los brazos abiertos me animaba a seguir adelante. Lloré muchísimo y desde entonces sólo escuchaba Radio María porque quería rezar todos los rosarios que pudiera para volver a sentir esa paz”.
Encontró la fuerza para salir de casa e ir a confesarse a una iglesia cercana. “En la confesión me di cuenta de que justificaba todo lo que había hecho, como ser prostituto, por el dolor que tenía dentro”, recuerda.
Después de volver a la fe, Luca continuaba teniendo atracción hacia el mismo sexo, pero encontró el grupo internacional Living Waters que ayuda a personas en esa situación. “Pensé que no perdía nada por intentarlo y la Virgen me había dicho que siguiera adelante”.
Hizo un camino que duró más de un año y medio, un día Luca se encontró que no sentía ninguna atracción hacia los hombres. “Había ido a pasar el día a la playa con mis amigos del grupo, llevaba horas hablando con uno y con otro. Y en ese momento me di cuenta que en una situación que antes me habría excitado, ahora no sentía nada, ya no me atraían”.
Luca viajó a Medjugorje con su parroquia y allí pidió a la Virgen que le encontrara una mujer para formar una familia. Tuvo una relación fallida con una compañera de trabajo y en un verano decidió volver ese santuario mariano donde se celebraba un festival de jóvenes.
“Allí conocí a una chica que venía en el mismo grupo que yo, era preciosa, comenzamos a hablar y conectamos muchísimo. Empezamos a salir y le conté la verdad, todo lo que había sido mi vida porque quería ser sincero con ella. Me sorprendió muchísimo porque ella me contestó con muchísima dulzura: ‘No me importa lo que eras antes, sino lo que eres ahora. Si tú eres sincero y quieres vivir así, vayamos adelante’”, contó a ACI Prensa.
Dos años después, esa joven y Luca se casaron.
Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) señalan que una “carga viral indetectable” de VIH “reduce la posibilidad de transmitir el virus” a una pareja sexual y “es bueno para la salud general de una persona VIH positiva”. Esta baja carga viral se puede alcanzar tomando diariamente los medicamentos contra el VIH y siguiendo el tratamiento adecuado.
Tras años sin tener hijos, la esposa de Luca quedó embarazada y tuvo una niña. Según explica a ACI Prensa, su objetivo es “que quien quiera recibir ayuda en su atracción hacia el mismo sexo pueda hacerlo libremente. Yo lo hice y soy muy feliz, querría que quien estuviera en la misma situación pudiera elegir con libertad”.
Luca y su esposa fundaron el grupo Lot Regina della Pace en el que se dedican a ayudar a otras personas que sufren heridas y dependencias a nivel emotivo, relacional, de identidad sexual, de abuso y violencia y que tienen dificultad para tener relaciones buenas y sanas con los demás.