Jerry y Lisa Pfaff nunca olvidarán el 5 de marzo de 2014. Aquel Miércoles de Ceniza comenzó un verdadero calvario.

Jerry salió de madrugada de camino al trabajo y vio en el jardín un montón de nieve ensangrentada envolviendo a su hijo Derek. Estaba prácticamente muerto e irreconocible, con el rostro totalmente desfigurado. Se había disparado en la cara con una escopeta.

Hoy, sus conocidos y familiares hablan de él como "un milagro" y alguien "tocado por la mano de Dios", mientras el joven busca acompañar y salvar las vidas de quienes, como él, no encuentran sentido.

Recientemente, el matrimonio y su hijo Derek recordaron conmocionados aquellos instantes en una entrevista concedida a Detroit Catholic.

Uno de los momentos más impactantes fue cuando, ya en el hospital, los especialistas sabían que debían intubar al joven para mantenerle con vida, pero su rostro estaba tan descompuesto que intentarlo era como jugar a la ruleta rusa.

Mientras, su familia lidiaba con la incomprensión, preguntándose por qué habría tratado de suicidarse. Tenía una familia que le quería, era campeón estatal con los Harbor Beach y un exitoso estudiante de enfermería.

Derek Pfaff, en el centro, con sus padres Lisa y Jerry. 

El cirujano: "Si debe vivir, toma mis manos y haz que suceda"

Fue entonces cuando el cirujano, Kelly O'Sullivan, invocó a la Providencia: "Si este joven debe vivir, toma mis manos y haz que suceda". Hoy, explica, "no tengo dudas de que Dios usó mis manos y [el tubo] entró". Acto seguido, los pulmones del moribundo se hincharon y su corazón comenzó a latir.

Pero el estado general de Derek hacía que aquello pareciese insignificante. La familia quería que recibiera la unción de enfermos, al tiempo que les informaban de que tenía muerte cerebral y decidían donar los órganos del joven para salvar otras vidas.

Trasladado al hospital para ser operado de urgencia, los especialistas no dieron crédito cuando comprobaron, en realidad, que las lesiones cerebrales eran mínimas. Derek viviría.

"No estaría aquí de no ser por Él"

Durante los siguientes siete años, Derek vivía en su casa y en el hospital por partes iguales. Aquellos años fue sometido a 58 intervenciones quirúrgicas, luchando por sobrevivir, apoyándose en su fe y dando gracias a Dios por la segunda oportunidad que había recibido, consciente de que "no estaría aquí sin Él".

Aunque el peligro inmediato había pasado, su estado le llevó a estar al borde de la muerte en varias ocasiones durante los siguientes meses. Pero su familia siempre mantuvo la fe y la confianza. "Es difícil de explicar", confiesa su madre, "simplemente teníamos fe y confiábamos en que, al final, todo iba a salir bien".

Miles de donativos ayudaron a la familia

Conforme pasaban los días y Derek progresaba, la familia comenzaba a hablar de lo ocurrido, Lisa empezó a sentir que debía compartir la historia de su hijo y la familia al completo buscó ayuda para financiar una cirugía de transplante de rostro. La comunidad católica a la que pertenecía la familia se volcó por completo, las donaciones empezaron a llegar por miles y el teléfono comenzó a sonar con casos similares.

"Actualmente estoy con mi hija de 13 años ingresada por suicidio. Es increíble que hayamos llegado a esto. Agradezco a gente como usted que nos ayude y enseñe. Por favor, siga hablando", le decían tras escucharle.

Derek Pfaff, con sus padres, antes del trasplante de rostro. 

Casi 60 horas de cirujía: "Un verdadero milagro"

Conforme difundía su historia, cada vez eran más quienes reconocían encontrarse en una situación similar y ver esperanza en el caso de Derek. "Él ha estado dispuesto a compartir cómo es y por lo que ha pasado para ayudar a otros. No habríamos podido hacer esto hace unos años. No habríamos podido hablar de ello sin llorar", confiesa Lisa.

El 1 de febrero de 2021, la clínica católica Mayo en Rochester se comunicó con la familia confirmando que había un donante para el trasplante. Dos días después, Derek estaba conectado a un respirador y se preparaba para la cirugía, que comenzaría el día siguiente y se extendería durante 59 horas y 38 minutos, mientras cientos de fieles acudían a  la parroquia de Derek en plena madrugada para rezar por la intervención.

Lisa, exhausta, recuerda pasar horas y horas en la capilla del hospital, rezando para que Dios iluminase a los médicos en la cirugía. Finalmente, el doctor se dirigió a la madre.

"Dijo que Derek lucía radiante. No se apartó de su lado en ningún momento. Es un verdadero milagro", relató ella.

"Tocado por la mano de Dios"

Lo más difícil estaba superado, pero aún restaba pasar un agresivo tratamiento de trasplante completo de sangre para eliminar anticuerpos nocivos. Dos semanas después, Derek salió de la UCI, esperando a que el doctor le permitiese mirarse al espejo por primera vez el martes siguiente.

Lisa se quedó sin palabras. "¿Hablas en serio?", le preguntó al doctor. "Hay 365 días en el año y él sugirió el 5 de marzo. El próximo martes se cumplen 10 años del día en que casi perdimos a Derek", le dijo Lisa.

"Él no lo sabía, pero Dios estaba trabajando a través de él de una forma preciosa. Dios cogió el día más devastador de nuestras vidas y lo convirtió en un día de alegría y celebración. Ver la expresión del rostro de Derek y oírlo decir `ahora tengo nariz, labios y cara…´ nunca jamás lo olvidaré", relata la madre con emoción".

Hoy, la familia al completo mira al cielo y da las gracias por la vida de su hermano, a quien consideran alguien "tocado por la mano de Dios".

"Dios verdaderamente tiene hacedores de milagros en esta tierra, con nosotros", celebra  su hermano, Justin, en referencia a la multitud de personas que hicieron posibles las operaciones de Derek o que la familia saliese simplemente adelante.

"Dios nos guiará. Simplemente seguiremos poniendo nuestra fe en Él", asegura su madre al finalizar  la historia de su hijo. Por su parte, Derek quiere que contar su historia sirva de ayuda, fortalezca a quienes como él sufren luchas internas y evitarles el dolor que él y su familia han atravesado. "Quiero ayudar a los demás en todo lo que pueda", concluyó Derek.